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Hacia una historia de las tendencias Trotskistas | Daniel Gaido
“La IV Internacional ha muerto, viva la IV Internacional”, parece ser una frase contradictoria, pero que expresa que en la actualidad la crisis de la dirección revolucionaria sigue siendo la crisis dominante de la humanidad. El libro de Gaido señala que no existe una “línea de sucesión apostólica” desde Trotsky hasta el “trotskismo realmente existente” (p. 62). Aunque la necesidad de una IV Internacional para dirigir a las masas obreras hacia el problema del poder es hoy más apremiante que nunca en medio de rebeliones populares, fases prerevolucionarias y procesos transicionales. El libro de Gaido, Hacia una historia de las tendencias Trotskistas, editado por Ariadna, es una “reseña ampliada” del libro de Maitán, Memoirs of a Critical Communist: Towards a History of the Fourth International (2020) quien intenta demostrar la “transubstanciación” de la IV de Trotsky al Secretariado Unificado (SU), algo retrucado por Gaido. Lo novedoso es que el libro de Gaido es que avanza temporalmente en relación a otras historias del trotskismo (Alexander, Coggiola, Moreau y E. González llegan a los ‘80). Pero el libro no analiza pormenorizadamente experiencias más actuales como el debate frente al nacionalismo burgués, la crisis capitalista, la guerra imperialista, la experiencia de Syriza, Sanders en EEUU, Corbyn en Gran Bretaña, o el FITU en Argentina. Gaido aclara que “Este trabajo no pretende ser sino una primera aproximación a la historia de las tendencias trotskistas después del asesinato de Trotsky” (p. 67). Falta, entonces, el diálogo entre las diferentes corrientes del trotskismo. ¿La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos? ¿El trotskismo fue realmente la herencia revolucionaria del marxismo desviada por el estalinismo y por las traiciones del socialismo? Las “nefastas experiencias de las tendencias de la IV Internacional” parecen contradecir esta “pesada herencia”. Gaido, doctor de Historia de la UNC, separa la IV Internacional en vida de Trotsky de las “sectas” que fueron una pobre mímica de aquella. Para algunos, la IV Internacional sobrevivió ideológicamente a la segunda guerra mundial, pero no organizativamente. Gaido menciona que no hay algo así como una “historia general del trotskismo”, sólo monografías recortadas temporalmente o ensayos desde el punto de vista de dichas tendencias, hagiografías. El texto está dividido en 16 capítulos que recorren tópicos desde la segunda guerra mundial hasta la disolución de la URSS y la restauración del capitalismo en el Este europeo. En la introducción plantea que los “hilos de transmisión” se cortan tempranamente. En el primer capítulo aborda los problemas políticos y de caracterización del Socialist Workers Party (SWP) norteamericano, por ese entonces nave insignia de la IV Internacional, que plantea que la segunda guerra mundial no había acabado, ciego ante el proceso de “contrarrevolución democrática” que se avecinaba en Europa a partir de 1944, incapacitándolo para contrarrestar las “ilusiones democráticas de las masas” (p. 11). No levantaron consignas democráticas como Asamblea Constituyente y no se presentaron en las elecciones, imitando al anarquismo. Por otro lado, apoyaron “las victorias del ejército rojo”, subordinándose a la política estalinista. Mientras las masas obreras se orientaban hacia las viejas direcciones, el trotskismo vegetaba. Problemas de organización Gaido atribuye este “desvío”, en el capítulo dos, a la “bolchevización” sufrida por la tercera internacional en el momento en que aparecían las primeras oposiciones de izquierda (trotskistas). “La política de “bolchevización” de Zinoviev no sólo allanó el camino para el surgimiento del estalinismo, sino que desafortunadamente sigue viva y coleando hoy en día en la dinámica interna de la mayoría de las organizaciones ‘trotskistas’” (p. 11). Sin embargo, el propio Lenin atribuía la degeneración burocrática al aislamiento de la revolución rusa y al atraso de su economía, esto es, a la imposibilidad del socialismo en un solo país. Gaido invierte la determinación de la política frente a los métodos organizativos. “La historia del bolchevismo es en realidad la de la lucha de las fracciones”, indica Trotsky en La Revolución Traicionada. En las diferentes secciones europeas durante la guerra, muchas de ellas diezmadas, había ricos debates y fracciones opuestas. Por ejemplo, el PCI francés estaba dividido en dos organizaciones durante la guerra (CCI y POI), ambas con fracciones y tendencias internas, que en la reunificación de 1944 formaron nuevos reagrupamientos internos temporales (Lequenne, 2005). Para muchas organizaciones trotskistas en la posguerra, este estado de deliberación generó grandes problemas organizativos y sería la causa del reducido número de los partidos trotskistas (Quelques enseignementes de notre histoire, OCI, 1970). Durante la formación de la Oposición Internacional en Francia, se comentaba que debido a las disputas y luchas fraccionales se “respiraba un aire viciado” que repelía a los obreros. Sin embargo, es necesario distinguir entre la lucha de camarillas permanentes y la organización de fracciones temporales sobre cuestiones políticas. Con la justificación estalinista de que una diferencia puede llevar a la liquidación, los trotskistas adoptaron métodos estalinistas (expulsiones sumarias, ausencia de centralismo democrático) … para derrotar al estalinismo. Esto se ve reflejado en los estatutos y en los métodos organizativos de la posguerra. Gaido observa, en el tercer capítulo, un principio de burocratización en el Segundo Congreso de la IV (abril de 1948), en donde las actas no fueron presentadas, “un precedente que fue seguido en todos los congresos posteriores celebrados tanto por organizaciones “pablistas” como “anti-pablistas” (p. 15). Sin embargo, la Internacional Comunista bajo Stalin y Zinoviev presentó las actas de todas las reuniones, eso no le impidió una feroz burocratización. La OCI francesa presentaba en su prensa regularmente balances y campañas financieras, lo que no le impidió la discrecionalidad de su uso o la expulsión burocrática de muchos dirigentes. Gaido menciona que los partidos deberían tener “un carnet de afiliado”, y “al menos un estatuto”, esto último cierto, pero eso no alcanza para reconocer y financiar (¡algo que no menciona y es importante!) los derechos de tendencia y fracción (órgano y materiales). Tampoco se trata de convertir a una organización en una Federación “Bakuninista”. Lo del “carnet” parece más un club de socios, o sea, de simpatizantes y no militantes: Podemos en España muestra balances, edita posiciones, plataformas, carnets, balances financieros, lo que no le impide apoyar a la monarquía. Por otro lado, Gaido dice que “ninguna de las organizaciones trotskistas que existen actualmente puede pretender ser un partido de la vanguardia de la clase trabajadora” (p. 63), debido al escaso número de su militancia. Pero esto es una forma cuantitativa de medir la influencia política de una organización: luego está su capacidad para controlar sindicatos estratégicos, sindicatos universitarios, o la influencia en el escenario político de cada país. Una pequeña organización puede tener “influencia de masas”, o una influencia de masas a través de la influencia en la vanguardia obrera, sin ser una organización de masas. Pero esto no es analizado ni “cuantificado”. Leia Mais