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El Mundo Andino. Población, Medio Ambiente y Economía – MURRA (C-RAC)
MURRA, John V. El Mundo Andino. Población, Medio Ambiente y Economía. Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú e Instituto de Estudios Peruanos IEP, 2002, 511p. Resenha de: PETERS, Ann; SANTORO, Calogero. Chungara – Revista de Antropología Chilena, Arica, v.36 n.1, p. 241-245, ene., 2004.
Comentado por Ann Peters*
Esta nueva edición de los ensayos principales de John Murra, publicada por el Instituto de Estudios Peruanos en conjunto con la Pontificia Universidad Católica del Perú, es un tesoro. No solamente porque reúne su obra en una forma hermosa, duradera y legible, sino porque nunca antes se ha podido apreciar bien la dialéctica de su desarrollo a través de cincuenta años de investigación.
Murra nunca ha tenido paciencia por quienes toman su planteamiento, por ejemplo, acerca del manejo Inka de poblaciones mitimaes o acerca de la estrategia productiva del “archipiélago vertical”, para criticarlo, al demostrar que el modelo publicado no encuadra precisamente con los detalles de un nuevo caso. Cada planteamiento, modelo o corrección del modelo en la obra de Murra, surge del encuentro con un conjunto específico de textos y evidencias. Habrá que esperar siempre, al encontrar un nuevo texto o al estudiar la historia de otro lugar, un planteamiento modificado acerca de la organización social andina. Este principio de la especificidad de cada análisis es básico al estudio “sustantivo” de formaciones económicas particulares a cada tiempo, lugar y sociedad. Por lo mismo, los trabajos de Murra se consideran entre los más contundentes de la escuela de Karl Polanyi. Al repasar los trabajos reunidos en El Mundo Andino, es notorio el constante proceso de considerar nuevas evidencias en que Murra prueba y modifica sus conceptos acerca de la sociedad Inka y las sociedades andinas.
Cuando quise seguir antropología al nivel de posgrado, vivía en Lima. Estaba estudiando español, arqueología y métodos de investigación textil. Para mis amigos, en su mayoría estudiantes de San Marcos, solamente había un antropólogo en Norteamérica que valía la pena. Sus trabajos sobre la historia Inka tuvieron relevancia tanto para los etnógrafos como para los arqueólogos, tanto para quienes profundizaron en aspectos ideológicos como para los que buscaban entender las relaciones económicas andinas. Y era de los pocos investigadores extranjeros que publicaban sus análisis en la letra chica y papel gris entonces accesibles a los estudiosos en el Perú.
Así fue que postulé a ser estudiante de John Murra. Al escuchar su conferencia pública en Lima en 1980 y las discusiones apasionadas que siguieron después, me sentí contenta con ese compromiso. Al llegar a Cornell, supe recién de su origen rumano, emigrante joven a Chicago, y voluntario en la guerra civil española. Supe que vivió lo duro y contradictorio de las Brigadas Internacionales, así como la persecución anticomunista en EE.UU. Aunque aquellas experiencias lo marcaron en personalidad y en perspectiva, el factor más importante en su práctica como investigador y como profesor era su compromiso apasionado con “lo andino”.
En sus clases, nos introdujo al gremio de andinistas, por referir a todos los últimos estudios como si nosotros, por supuesto, hubiésemos ya leído todo. “Como recordarán, por lo que nos dice Olivia…”, declaró Murra, y nosotros fuimos buscando entre revistas y libros (aún no existía internet) para saber de Olivia Harris y de sus trabajos entre los Laymi de Bolivia, publicados en Bolivia o en Francia. Coleccionamos grises fotocopias, entre ellos los ensayos que el mismo Murra había publicado en fuentes diversas, casi todos en los países andinos y casi todos en español.
Para mi trabajo final de su clase de etnohistoria andina, Murra me hizo un tremendo favor. Me pasó las fotocopias de sus fichas originales de todas las fuentes históricas en las cuales basó el capítulo de su tesis doctoral acerca del tejido en el estado Inka, con la sugerencia que yo las usara para escribir sobre otro aspecto o argumento distinto de lo que él había desarrollado. Entusiasmada, empecé la tarea. Descubrí que no pude encontrar ningún aspecto de las fuentes que había quedado fuera de su discusión, ni argumento bien fundado por una conclusión distinta. El análisis de la tesis de Murra corresponde nítidamente a las fuentes existentes en el momento que él la escribió. Sentí su favor como una trampa y me avergoncé del ensayo poco novedoso que pude escribir para la clase. Me costó un tiempo darme cuenta que él, en ese momento, me dio la oportunidad de aprender la base de su método y el principio de su trabajo meticuloso de incorporar cada dato, y visión realmente nueva al esfuerzo constantemente renovado y renovador de comprender el mundo andino.
Comentado por Calogero M. Santoro*
El Mundo Andino, Población, Medio Ambiente y Economía, de John V. Murra, es una obra largamente esperada por el propio autor, quien por varios años trabajó junto a Franklin Pease, para conseguir una edición corregida y aumentada del libro Formaciones Económicas y Políticas del Mundo Andino, que se publicó, igualmente, en el IEP (Matos 1975; Murra 1975; Pease 1975). Esta edición, sin embargo, se debe al esfuerzo final de Mariana Mould de Pease, Carlos Contreras, director de publicaciones del mencionado Instituto y Heather Lechtman (presidenta del Instituto de Investigaciones Andinas de New York; Mould de Pease 2003:17).
El libro Formaciones fue comentado por Jorge Hidalgo (1975) en el volumen 5 de Chungara, lo que hace propicio reseñar esta nueva versión ampliada y actualizada del libro, publicado por el Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú y el Instituto de Estudios Peruanos. John Murra ha acompañado a esta revista desde sus comienzos y ha sido un visitante permanente de este rincón de la costa centro sur de los Andes, donde hasta hace poco tiempo tuvo la ilusión de establecer un refugio temporal, en un esquema de “verticalidad transcontinental”. En cualquier caso, su presencia en Arica y, en particular, en el Departamento de Arqueología y Museología en San Miguel de Azapa, fue siempre un encuentro estimulante. A través de este comentario, quiero agradecer al autor por el envío de un ejemplar del libro desde su departamento del tercer piso de un edificio en la calle Bufallo en Ithaca, New York, hace menos de un año.
Esta obra representa uno de los pilares más importantes para los estudios de la organización económica, social y política andina y por esta razón: “Murra es reconocido como uno de los etnohistoriadores más importantes, quien iniciara una `una nueva era’ en el estudio de los incas” (Pärssinen 2003:29). Murra prefiere hablar de historia andina lo que define como “una disciplina que trata de juntar en una misma actividad tanto el logro precolombino, a través de la arqueología, la lingüística y la etnografía, en estrecha colaboración con el estudio de los textos escritos durante los siglos coloniales” (Murra 2002:438).
La preocupación por las instituciones sociales andinas se perfila en el autor, desde los años cuarenta cuando trabajaba en su tesis doctoral. Durante este período reconoce la influencia de la etnología de grupos africanos como los barotse (estudiados por Gluckman) cuyo manejo social de excedentes de producción se corresponden con el concepto de “redistribución” de Polanyi. En este marco Murra define una de las instituciones que caracterizan el sistema político-económico andino, la m’ita (Murra 1978:11-12) y el fenómeno de la redistribución a nivel del estado Inka, que explica el bienestar social destacado por los cronistas y que atribuyeron a señores generosos preocupados de todos los miembros de la comunidad. La propuesta de Polanyi (1957) de una antropología económica se cruza con el empeño de Murra de desarrollar la “táctica” de la etnohistoria para tratar de entender la organización económica del estado Inka, plasmado primero en su tesis doctoral, defendida en el año 1955, publicada en inglés el año 1980 y en castellano el año 1978.
En el libro Formaciones se compilaron doce ensayos publicados entre 1958 y 1973, en diferentes revistas, o leídas en distantes reuniones antropológicas, tanto en inglés como en español, pero tienen como hilo conductor la preocupación “por comprender la organización económica y política del Tawantinsuyu” (Murra 1975:19). Esta nueva compilación es mucho más contundente, puesto que encierra un total de 26 obras escritas y publicadas entre 1958 y 1998, donde más de una tercera parte se escribió con posterioridad al año 1975. Además tres de los artículos de la edición del año 1975 fueron revisados por el autor. Por lo tanto se trata de una obra renovada que revitaliza su vigor intelectual original.
El “Mundo Andino”, consecuentemente, mantiene una tremenda coherencia interna, puesto que profundiza en la línea argumental desarrollada por el autor, definida en el título del primer libro, vale decir, las formas de organización económica y política propias de los Andes. Instituciones sociales que permitieron el funcionamiento del macrosistema del Tawantinsuyu que integraba importantes soportes tecnológicos para el manejo de la agricultura, los metales, la textilería y todo un sistema de organización social que articuló el trabajo productivo, con el fin de obtener las rentas necesarias para mantener la operación del estado. En esta oportunidad Murra no agregó un nuevo prólogo y deja que los lectores descubran los avances de los años posteriores a 1975.
Los 26 artículos se separan en ocho capítulos, referido el primero a poner de relieve las primeras impresiones de los conquistadores europeos, sorprendidos y admirados por los logros andinos, que grafica con la expresión “nos hazen mucha ventaja”, atribuida a Pedro Cieza de León (Murra 2002:32). Con estos términos titula el artículo de apertura de la obra. Murra ha insistido en esta y otras circunstancias que la búsqueda y estudio de los primeros documentos generados por la administración europea es clave para mejorar la comprensión acerca de la historia andina (ver Pärssinen 2003:29, quien reconoce la influencia de Murra en esta materia). El segundo capítulo encierra tres artículos dedicados al sistema de organización política del estado Inka, sus estrategias de expansión y funcionamiento. Destaca los principios fundamentales de la mit’a, un sistema que, aunque tiene parangones en otros estados preindus-triales, como se menciona anteriormente, Murra la define como una institución típicamente andina y un factor clave en la operación del estado, lo que ha sido reconocido por varios autores (D’Altroy 1992:10; Morris y Thompson 1985:93-95; Moseley 1992:67-69). El sistema no impuso impuestos en especie a los comuneros como ocurre en otros estados preindustriales. Éstos debieron entregar, en cambio, una cuota de fuerza de trabajo que el Estado utilizaba para obtener “las rentas públicas que permitieran la existencia del ejército, la burocracia, una corte y demás funciones estatales” (Murra 2002:153).
El tercer capítulo encierra tres artículos relacionados con el modelo de verticalidad desde su versión clásica publicada en 1972 (Murra 1972) y sus propias reconsideraciones para darle un contexto geográfico más limitado al modelo original. El modelo evidentemente ha influido fuertemente en las interpretaciones arqueológicas de los Andes del sur (ver, por ejemplo, Covey 2000; Santoro et al. 2003ms; Schiappacasse et al. 1989; Stanish 1992), como así también estudios etnohistóricos provinciales (Durston e Hidalgo 1997; Hidalgo y Durston 1998). En particular, estudios arqueológicos realizados en el valle de Lluta permiten sostener un posible caso de verticalidad manejado por poblaciones de los valles costeros asimilable al “tercer caso: etnias pequeñas, con núcleos en la costa central” (Murra 2002:101; Santoro et al. 2003ms).
El cuarto capítulo encierra tres artículos destinados a describir la función política, económica e ideológica de la producción, distribución e intercambio de sistemas de producción agrícola relacionada con tubérculos y maíz, la producción de tejidos y tráfico del mullu. El sistema de producción de tubérculos, realizado en el ámbito de las propias comunidades y orientado básicamente a la subsistencia, se contrapone al sistema de producción del maíz que cumplió funciones principalmente ceremoniales. Estos dos sistemas no habrían alcanzado a integrarse en un sistema único estatal al ser interrumpido el proceso por la invasión europea (Murra 2002:151-152). Después de la producción agrícola, la segunda mayor preocupación del estado fue la producción textil a través, igualmente, de la mit’a. Los tejidos fueron un elemento clave en la reproducción de la vida cotidiana como así también en ceremonias funerarias y en ropajes vinculados a personajes del aparato religioso y gobernante Inka. El Estado necesitaba de gran cantidad de tejidos para funciones políticas e ideológicas, por lo que mantenía reservas de lana, derivadas de hatos de camélidos controlados por el Estado, que proveían a las tejedoras de cada comunidad. Los kurakas locales habrían jugado un rol fundamental en la producción textil, lo que les habría permitido adquirir ciertos privilegios en el proceso de la redistribución y reciprocidad involucrados en este circuito productivo estatal. El último artículo de este capítulo esta dedicado al tráfico del mullu desde la costa sur del Ecuador. El mullu tiene una gran demanda ritual al considerarse alimento de los dioses. Además, fue un elemento clave en ceremonias para la lluvia, en comunidades que dependían fuertemente de la agricultura, en los Andes centrales. Este capítulo deja abiertas una serie de preguntas con desafíos importantes hacia la arqueología, para encontrar no sólo las huellas de los que procesaban las conchas en la costa de Ecuador, sino también obtener ciertos indicios respecto de los clientes que demandaban estas conchas (Murra 2002:173).
El capítulo quinto integra tres artículos sobre autoridades étnicas tradicionales, referidos a las estructuras políticas anteriores al Inka. Se trata de grupos étnicos como los lupaca que representan uno de los ejemplos clásicos del sistema de manejo espacial andino, en su relación con el Estado. Se trata de casos donde los documentos muestran procesos dinámicos de cambio antes, durante y después de los Inka. Como en los capítulos anteriores, Murra tiene una serie de preguntas para la arqueología, como la relación entre los reinos lacustres y el Tawantinsuyu, cuestión que ha sido revisada por varios autores (Covey 2000; Pärssinen y Siiriäinen 1997; Stanish 1992, 1997).
El sexto capítulo encierra la mayor cantidad de artículos vinculados con la organización económica andina. Seis de los nueve artículos fueron publicados el año 1975. Destaca en la nueva versión la profundización en el tema de la mit’a (Murra 1983), una de las instituciones que distinguen el sistema político-económico andino y traspasa gran parte del análisis de los distintos aspectos de la organización del Estado. La discusión se centra en la ausencia de tributo y mercado en los Andes, rasgo consustancial a otras formaciones estatales de América y otros continentes. La búsqueda de Murra por descubrir las particularidades del sistema se cruza con los conceptos de redistribución y reciprocidad propuestos por Polanyi (1968 [1944] citado por van Buren 1998:340; Polanyi 1957).
Tanto en sus escritos y presentaciones orales, Murra ha insistido en que no se puede entender el sistema andino con los principios de la economía capitalista. La búsqueda por identificar diferencias fundamentales del sistema andino (“lo andino”; van Buren 1998:340) ha sido el foco central de sus críticos, que insisten que la preocupación por la especificidad inhibe la identificación de principios generales comunes a otros sistemas estatales. Murra insistirá en que no se pueden explicar los sistemas de organización económica a base de los principios de la economía capitalista y junto con Polanyi (1957) insistirá en la necesidad de estudiar los sistemas preca-pitalistas para entender sus principios fundamentales. El análisis de Murra, como se puede ver en casi todos los capítulos, está lejos de quedarse exclusivamente en la particularización ciega del sistema andino.
El capítulo siete contiene dos artículos dedicados a autores de época colonial, como Guamán Poma de Ayala, a quien Murra destaca como el autor que representa una visión indígena más interna del sistema. Luego está un personaje de origen español, el doctor Barros, y otros oidores o juristas, como Polo de Ondegardo y Matienzo. Murra estima que las “opiniones y gestiones pro-indígenas” del doctor Barros permiten “ampliar nuestra visión del debate que acompaña la temprana instalación colonial” (Murra 2002:426). Principalmente, porque su posición insistía en que era necesario “comprender la organización autóctona”, cuestión que desaparece con la reforma de Toledo (Murra 2002:428). El doctor Barros, dice Murra, merece la atención de los estudiosos de la historia andina, que debiera integrar a arqueólogos, lingüistas y etnógrafos.
Los dos artículos del capítulo ocho y final del libro reflejan el espíritu multidisciplinario que debieran tener los estudios andinos. En este contexto aparece la figura del ingeniero Kosok dedicado a documentar los sistemas de riego en los Andes, una de las tecnologías que sostuvieron una base económica sólida para el funcionamiento de las sociedades prehispánicas. “El estudio de la etnología contemporánea y de la lingüística debería complementarse con los resultados de las excava-ciones y con el examen crítico de las fuentes escritas.
Para ello es necesario crear equipos interdisciplinarios que integren las tres tácticas; de lo contrario, los esfuerzos aislados seguirán siendo marginales e inadecuados al gran tema del desarrollo de las civilizaciones americanas” (Murra 2002:172). La discusión final se centra en la necesidad de realizar estudios comparativos con otras sociedades de complejidad similar en otras partes del mundo, como lo sugiriera Cunow (1981, 1896 citado por Murra 2002:460). Para llegar a estas comparaciones generales, es necesario tener una comprensión equivalente de las distintas instituciones y sistema de organización política, económica e ideológica desarrollados en los Andes con una perspectiva diacrónica que integre las tácticas disciplinarias señaladas antes.
El libro está lleno de referencias complementarias referidas a la arqueología que puede entregar nexos importantes para tratar temas de continuidad y transformación social. En este contexto, cabe destacar la manera como Murra construye sus argumentos en los que integra una amplia diversidad de fuentes. Éstas no son sólo documentales, sino también literatura del ámbito arqueológico, buscando evidencias y expresiones materiales del funcionamiento de las instituciones andinas de organización social, política y económica. Sorprende su búsqueda, por ejemplo, en reportes arqueológicos del siglo XIX, para la zona de Arica (Safford 1887, citado por Murra 2002:97), la utilización de manuscritos que nunca se publicaron formalmente, reconociendo las ideas y datos de cada uno de los consultados, agregando incluso comunicaciones personales, ponencias o debates en congresos y seminarios. Este estilo tiende a desaparecer en la práctica profesional más reciente, donde la proposición de nuevos argumentos se construye a partir de señalar los vacíos o falencias de estudios previos. Esto forma parte de la lógica del método científico normativo, que no prescribe, sin embargo, que se desconozca el aporte de datos, ideas y proposiciones fundacionales de los mismos autores a los que se cita, principalmente, por sus falencias. La construcción del conocimiento se sustenta no sólo en los aciertos, sino también en los desaciertos. La literatura sobre la historia andina presenta omisiones de este tipo y afectan a Murra y otros autores que han sido fundamentales en la consolidación de la disciplina.
Agradecimientos: Proyecto Fondecyt 1030312 y a los estudiantes del seminario Complejización Social en Zonas Marginales del programa de Magíster en Antropología de la Universidad Católica del Norte y Universidad de Tarapacá, realizado entre noviembre 2003 y marzo 2004, con quienes discutimos algunos de los temas tratados en este comentario.
Referencias
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Calogero M. Santoro – Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto, Departamento de Arqueología y Museología, Universidad de Tarapacá, Casilla 6-D, Arica, Chile. csantoro@uta.cl
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