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¿Pactos de sumisión o actos de rebelión? – Rolf Foerster
Rolf Foerster (centro) e Camilo Rapu (direita) / twitter.com/rapucamilo/status.
FOERSTER, Rolf. ¿Pactos de sumisión o actos de rebelión? Una aproximación histórica y antropológica a los mapuches de la costa de Arauco. Santiago de Chile: Pehuén Editores, 2018. Resenha de: GONZÁLEZ, Damián Gálvez. Estudios Atacameños, San Pedro de Atacama, n.65, set., 2020.
Varios años tuvieron que pasar para que este libro finalmente se volviera a publicar. En el intervalo, numerosas fueron las intervenciones en las que Foerster expuso un sólido trabajo intelectual respecto a la situación de los pueblos indígenas en Chile, colocando especial énfasis en las relaciones interculturales y en la problemática mapuche actual. Las funciones del parentesco, las organizaciones políticas, las luchas por el reconocimiento y el colonialismo del Estado chileno sobre los mapuche son los temas principales que le dan cuerpo a su programa de investigación, así como a este indispensable volumen que la editorial Pehuén ha hecho bien en publicar. Análisis, observación y convivencia con los mapuche lafkenche de la costa de Arauco grabados en una excelente reedición de su tesis de doctorado.
Los cruces entre antropología e historia son obligados en toda la lectura del libro. En ese gesto resalta la potencia de una tradición que se funda y se define en la profundidad del tiempo, entre la fragilidad del presente y la fragmentación del pasado. Probablemente, el núcleo de esta voluntad analítica se condense en la hipótesis de trabajo que propone el autor:
en primer lugar, se trata de una reflexión diacrónica que parte del supuesto que los actuales conflictos con el Estado nacional -que generan las demandas de reconocimiento por parte de los mapuche- están en una relación de continuidad con el pasado colonial y con la peculiar forma con que la sociedad indígena ha encarado el asunto del poder (p. 20).
En mi opinión, el mérito más importante de esta conjetura, clara y precisa en su formulación, es que aborda las “transformaciones y las continuidades históricas de la sociedad mapuche” (p. 26), y junto con ello, desvela procesos de largo aliento que tratan de explicar la dinámica política que ha desplegado el movimiento mapuche, en las diversas modalidades de su gama, para relacionarse con el poder estatal, las fuerzas del capital y la sociedad chilena en general.
El libro consta de cinco capítulos y de un prólogo firmado por Fernando Pairican. En el capítulo primero, el autor construye un argumento profusamente bien documentado en torno a la estructura social de los mapuche antes de mezclarse con la administración colonial española. Leamos el siguiente pasaje que ilustra con exactitud el sentido de este apartado. “Hemos configurado una imagen de la sociedad reche-mapuche, previa al contacto, que nos debería servir para lograr una mejor comprensión de lo que va a acontecer en el siglo XVI y XVII, cuando los reche se enfrentan por segunda vez a una sociedad con Estado” (p. 88). Podríamos decir que su análisis es, sobre todo, para explicar desde el pasado remoto las conexiones más actuales entre identidad, cultura y territorio.
Otro aspecto relevante del libro es el lúcido tratamiento historiográfico con el que Foerster describe las continuidades y rupturas que se dieron al interior de las comunidades mapuche lafkenche, antes y después de la construcción de una nueva comunidad política en forma de república. Respecto al objetivo general del capítulo segundo, Foerster dice:
Aquí el centro de nuestro interés es, por un lado, analizar la política hispana en el mundo mapuche con especial énfasis en la zona de Arauco, y por otro, ver cómo la sociedad reche reacciona vía la aculturación negativa. Se trata de observar el peso o solidez de sus reestructuraciones territoriales (los ayllarehue, el butalmapu) y el efecto especular del ‘pacto colonial’ como forma de poner fin a la guerra y al establecimiento de la frontera (p. 21).
La vida social y cultural mapuche se transformó de manera irreversible luego de la ocupación militar del Wallmapu en la segunda mitad del siglo XIX. Como lo muestra Foerster en el capítulo tercero, el proceso de colonización que impulsó el Estado-nación chileno produjo un quiebre en lo que atañe a las relaciones interétnicas que se habían cultivado durante el régimen colonial español.
Dos hechos grafican esta situación. En primer lugar, el abandono de una política de regulación de la frontera, es decir con esa suerte de pacto que se sellaba en los parlamentos, en las que intervenían tanto las autoridades hispano criollas como indígenas […]. En segundo lugar, se transitó de un reconocimiento del territorio indígena al sistema reduccional, que si bien entregó medio millón de hectáreas, prácticamente pulverizó la propiedad indígena en un amplio archipiélago a lo largo de la región de La Araucanía (p. 224).
He aquí otro elemento importante que permite visualizar el flujo de los cambios en la vasta frontera del sur y que culminará con la “subordinación de los mapuche al Estado chileno como campesinos” (p. 27).
A partir de un marco temporal que abarca casi todo el siglo pasado, en los capítulos cuarto y quinto Foerster profundiza en una constelación de temáticas destinadas a desvelar el mundo de las reducciones, la pérdida del territorio, la reforma agraria en la provincia de Arauco, las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura cívico-militar, la expansión de las empresas forestales en un momento de globalización económica, los conflictos ambientales y las diferentes modalidades de acción colectiva que ha adoptado el movimiento mapuche una vez iniciada la transición a la democracia. Este último aspecto es significativo para abordar dos dimensiones que están profundamente conectadas. Por una parte, los procesos de articulación política que los mapuche lafkenche han desplegado para reivindicar su derecho al territorio y a la autodeterminación como pueblo autónomo. Y por otra, los alcances y las limitaciones del multiculturalismo y las políticas de reconocimiento en un contexto de hegemonía neoliberal.
¿Pactos de sumisión o actos de rebelión?, en definitiva, es un libro que merece ser leído con atención para poder comprender mejor una larga y compleja historia de conflictos no resueltos entre la sociedad mapuche y el poder estatal que siguen estando presentes en el Chile de hoy.
Damián Gálvez González – Lateinamerika Institut, Freie Universität Berlin, ALEMANIA. Email: dgalvezfu@zedat.fu-berlin.de. Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), Santiago, CHILE.
[IF]La vaquerita y su canto: una antropología de las emociones: canciones rituales ganaderas en los Andes peruanos contemporáneos – RIVERA ANDÍA (EA)
RIVERA ANDÍA, Juan Javier. La vaquerita y su canto: una antropología de las emociones: canciones rituales ganaderas en los Andes peruanos contemporáneos. Buenos Aires: Asociación Civil Rumbo Sur, 2016. Resenha de: MARTÍN, Patricia Vicente. Estudios Atacameños, San Pedro de Atacama, n.60, dic., 2018.
La simultaneidad es necesariamente equívoca en los escritos; esta característica se acentúa cuando se tra ta de textos etnográficos donde la alteridad, propia de la disciplina, se cruza con la presencia múltiple de acciones y significados en un mismo ritual. Este es el caso de la herranza -ritual ganadero de gran popularidad en el área andina- y de este libro, que constituye un triple comentario del mismo.
El autor, Juan Javier Rivera, es uno de los referentes más importantes en lo que concierne a rituales gana deros andinos. En esta ocasión aborda, además del sentimiento trágico de las canciones, dos posibles significados de la herranza: la mocedad y el desa rraigo. Menos evidentes éstos y sin ninguna relación con las reses.
De las dos partes que componen el libro, la primera queda reservada al desarrollo de esos dos sentidos velados en la herranza, además de abordar la visión que se tiene en los Andes de la puna, los espíritus tutelares de los cerros y el significado de los llakwash en el valle de Chancay.
La puna es el espacio donde habita el ganado y es contemplada por el pastor como un espacio inquie tante por estar repleto tanto de riquezas como de amenazas. El paisaje andino está habitado por un conjunto de entidades, como los awkillos o espíritus de los cerros, a quienes se les presupone un ca rácter ambivalente, que oscila entre una condición pletórica y proveedora y otra agresora y codiciosa; guardan, además, una estrecha vinculación con las reses y también con los manantiales de agua. Son, en definitiva, los dueños venerables de los recursos fun damentales para la vida agreste: la tierra, el agua y el ganado. Quedaría por apuntar brevemente algunas notas sobre la figura del llakwash. Actualmente en el valle de Chancay, el llakwash es aquel que cuida del ganado menor en las estancias, aunque es un térmi no que posee otras connotaciones; refiere también al forastero, a la gente arisca y poco refinada o a aque llos que hablan y se mueven de manera diferente. Es, en definitiva, la figura que ilustra las relaciones de la puna con el valle al ser considerado el afuerino digno de conmiseración.
Para el autor, analizar la herranza consiste en buscar los significados sociales de las acciones contenidas, en indagar las categorías simbólicas y en la delineación de la sensibilidad que ordena los gestos que la com ponen. En cuanto a su interpretación, aun cuando existen dos caminos posibles que son compatibles, el autor opta por desarrollar uno de ellos: el plano mo ral, aquel que trata de indagar acerca de los ideales expresados por el ritual. Así, la herranza se convierte en la expresión de unos valores que conciernen a la animalidad, la adolescencia y el desarraigo.
Pudiera parecerle al lector el primer sentido -el de la mocedad- más evidente que el segundo. La ma durez es un rasgo de valor a transmitir en el ritual por parte de los ganaderos adultos a los mozos, a quienes se aleja de las alturas para su ingreso en la sociedad. La consideración de la herranza como un comentario sobre la pertenencia o desarraigo frente a un grupo social constituye el dominio de signifi cación más esquivo, cuya lectura se hace a partir de silencios. La comercialización del ganado produce un fuerte malestar, pero las referencias a las reses en las canciones son -para el autor- un lenguaje retóri co que habla de otra cuestión: la necesidad de emi grar a áreas urbanas, proceso que fomenta el olvido parcial de lo propio.
La segunda parte de la monografía está dedicada a las canciones entonadas en la herranza. Éstas reci ben dos nombres: taki y anti, y aparecen en el mo mento que se humaniza a las reses. Las tonadas y otras situaciones como vestir, bautizar o casar a los animales buscan humanizarlos; el ritual rompe tem poralmente dos fronteras metafísicas y contribuye a la confusión entre los ámbitos de la animalidad y de la humanidad. Así, las canciones constituyen una prosopopeya constante, en la que se establece una metáfora filial que hace de la vaca, madre y del toro, padre. También se convierten en endechas al cantar los amores juveniles, cuya persona amada se convierte en algún animal de la puna.
Es en esta parte de la monografía donde el autor aborda el otro sentido: el del desarraigo. Éste se lee a través de silencios, al considerar la herranza y sus canciones como un comentario crítico de la situa ción actual. Para el autor, el drama de la comerciali zación de las amadas reses es, en realidad, el drama de los campesinos emigrantes. De esta manera, el ganado se convierte en “una suerte de idioma por medio del cual se expresan las emociones que pro ducen determinadas relaciones sociales”.
Los tres comentarios que suscita el ritual ganadero de la herranza son tres fronteras que corresponden a diferentes ámbitos de la condición humana: la frontera que separa la humanidad de la animalidad; aquella que distancia la madurez de la mocedad, y, por último, la relativa al desarraigo, que diferencia el ámbito campesino local del urbano nacional. Inter calar ambas fronteras en un escrito genera un texto que tan pronto pasa de cuestiones ontológicas a una crítica de la situación económica actual. Su lectura genera una sensación extraña, fruto de saborear la imposibilidad de escribir la simultaneidad de las co sas. Sobre esta desesperación escribió Borges cuando contempló el Aleph y mostró la incapacidad de la es critura de describir todas las imágenes del universo.
Patricia Vicente Martín – Universidad Complutense de Madrid, ESPAÑA. Email: patriciavm@ucm.es
[IF]Los primeiros andinos, Tecnología lítica de los habitantes de Chile trece mil años atrás – MÉNDEZ (EA)
MÉNDEZ, César. Los primeiros andinos, Tecnología lítica de los habitantes de Chile trece mil años atrás. [Lima]: Fondo Editorial de La Pontificia Universidad Católica del Perú, 20q15. Resenha de: ATENCIO, Lautaro Núñez. Estudios Atacameños, San Pedro de Atacama, n.54, 2017.
El colega César Méndez Melgar fue el primer Doctor graduado del Programa acreditado de Antropología de la alianza UCN-UTA con una defensa sobresaliente efectuada en el año 2010 y que hoy se difunde a raíz de un impecable aporte del Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú (Colección Estudios Andinos 2015). A través de 251 páginas, 35 figuras, 36 tablas y 387 referencias bibliográficas, el autor nos conduce desde una visión sudamericana a un análisis original sustentado en componentes líticos contextualizados, derivados de excavaciones cronoestratigráficas extendidas y confiables, llevadas a cabo en el centro-norte del país.
En sus propias palabras: “En este libro nos preguntamos cómo se configuró la organización socio-tecnológica de los grupos que poblaron el centro de Chile durante el Pleistoceno terminal (en adelante 11.100 a 10.000 años 14CAP. o ~ 13.000 a 11.500 años cal. AP). Se propone realizar una evaluación crítica de la tecnología lítica de los conjuntos asignados con fechados radiocarbónicos de este lapso temporal. Pensamos que uno de los aportes principales ha sido desarrollar un proyecto metodológico capaz de generar y contestar preguntas relativas a cómo los humanos organizaron su espacio habitado, mediado por decisiones relativas a cómo implementar su tecnología” (p. 23).
Se observará como se reconstituyen los paisajes líticos en la costa de Los Vilos, Caimanes-Tilama en el Chile se-miárido, Taguatagua-Estero Zamorano en la región mediterránea del centro, muy apoyado de la data faunística, geológica y petrográfica, previas intensas exploraciones y largos terrenos, siempre rodeados de alumnos, en sitios que no se abandonan de un día para otro. Una vez centrada su hipótesis a lo largo del valle longitudinal, se concentra en los ambientes paleolacustres, canteras y campamentos, con el fin de identificar ritmos sociales en la gestión de las materias primas, cadenas operativas, gestos tecnológicos, productivos, huellas de uso y descarte lítico. Estos indicadores los advierte derivados de la interacción entre los espacios de ocupación, el paisaje lítico y los patrones de movilidad, sin dejar de entrever los efectos paleoclimáticos y cómo la sociedad del fin del Pleistoceno se adaptó a los dramáticos cambios paleoambientales en el tránsito al Holoceno Temprano.
En general, se nota un tratamiento muy cuidadoso en términos de vincular sus evidencias duras con propuestas interpretativas bien acotadas, de modo que desde las rocas humanizadas logra con seguridad construir el mapa de los paisajes ocupados y los patrones de movilidad que articulan la funcionalidad de sitios y el abastecimiento de recursos líticos. En este sentido, la presentación horizontal de los pisos de ocupación con la locación de las evidencias culturales y faunísticas se contrasta con las columnas estratigráficas verticales y sus respectivos miembros sedimentológicos que permiten sellar las evidencias in situ. De esta manera logra revelar cómo se inició la habitabilidad en las tierras bajas de la depresión intermedia, en un escenario distinto al actual que nos ayuda a localizar dónde y cuándo los recursos bióticos estaban asociados al manejo de los humanos.
Así la tecnología y las cadenas operativas le señalan los atributos particulares y los ritmos de interacción social y espacial, logros poco comunes en las publicaciones sobre los tempranos poblamientos sudamericanos. En efecto, logró caracterizar los contextos líticos, su gestión tecnológica, la variabilidad y funcionalidad de los instrumentos y como corolario: la naturaleza de las cadenas operativas representadas en sitios diferenciados.
Al final ya está en condiciones de reconstituir la gestión de los recursos, los patrones comunes que definen conductas tecnológicas, la función diferenciada de los sitios y el control de espacios específicos. De modo que desde el utillaje lítico logra entender cómo se organizaron los espacios de subsistencia y aprovisionamiento, hasta destacar dos “pulsos” ocupacionales diferenciados cronológicamente que permiten postular distintos conocimientos del paisaje ocupado.
El Prof. Dr. Méndez Melgar ha logrado integrar y estimular a los colectivos científicos donde operan estas experiencias en torno a los primeros poblamientos, portando y optimizando los análisis interdisciplinarios que compartiera con su querido compañero Donald Jackson.
Ambos herederos de esa forma de encarar los yacimientos finipleistocénicos a través de excavaciones con escalas amplias, como las pioneras de Quereo y Taguatagua.
Ahora se desplaza desde el centro-norte a la Patagonia con un manejo documental lúcido, colocando el protagonismo en aquéllos que investiga: los primeros andinos. Él está consciente de que las tecnologías subyacen en las epopeyas que implicaron estas primeras colonizaciones a lo largo de este extraño territorio que los recibiera por los desiertos del norte hasta las frías y húmedas tierras del fin del mundo. Definitivamente, es una obra indispensable para quienes abordan los primeros poblamientos del Cono Sur de América.
No es extraño que hoy sea director de investigaciones y publicaciones de la Facultad de Ciencias Sociales y un genuino académico del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile, su Alma Mater por excelencia. Representa a ese ideario científico que crea conocimientos sólidos y perdurables desde proyectos en trayectoria, asociados a revistas de estándares internacionales, pero que profesa a su vez este afecto irresistible por los libros.
Lautaro Núñez A. – Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Universidad Católica del Norte, San Pedro de Atacama. Chile
[IF]Ecología política en Chile: naturaliza, propriedade, conocimiento y poder – BUSTOS et al (EA)
BUSTOS, Beatriz; PRIETO, Manuel; BARTON, Jonathan (Compiladores). Ecología política en Chile: naturaliza, propriedade, conocimiento y poder. [Sn.]: Editorial Universitaria, 2015. Resenha de: GIMINIANI, Piergiorgio; JACOB, Daniela. Estudios Atacameños, San Pedro de Atacama, n.53, nov., 2016.
El libro “Ecología política en Chile: naturaleza, propiedad, conocimiento y poder”, editado por Beatriz Bustos, Manuel Prieto y Jonathan Barton, reúne a doce investigadores afiliados a universidades nacionales e internacionales, que comparten un interés en el estudio de los procesos eco-políticos que están afectando Chile. Los nueve capítulos que componen este libro dan fe de una gran heterogeneidad de enfoques analíticos y de las localidades de investigación. A pesar de su diversidad, los capítulos de “Ecología Política en Chile” se encuentran organizados a partir de una reflexión conceptual sobre los elementos claves para establecer un análisis comparativo y un diálogo entre las distintas posibilidades de investigación abiertas por la ecología política. Los editores proponen pensar la ecología política a partir de cuatro dimensiones: naturaleza, propiedad, conocimiento y poder. Al problematizar estas cuatro dimensiones, el libro nos invita a preguntarnos sobre cuáles son las naturalezas que las prácticas de uso y conservación de recursos naturales producen desde el punto de vista tanto ontológico como epistemológico.
El enfoque hacia la producción ontológica y epistemológica de la naturaleza en cuanto proceso político es una de las principales novedades del volumen. Sin embargo, no es la única. En los debates analíticos y políticos existe una tendencia a reducir la ecología política a oposiciones dicotómicas, que obscurecen la fragmentación e hibridación de lo político en las relaciones de poder en juego en los conflictos ambientales. Los capítulos de este libro, en particular los capítulos de Palomino-Schalscha y de Román y Barton, nos invitan a considerar el conflicto socio-ecológico más allá de categorías binarias, demostrando el carácter inmanentemente político de estos procesos. Esto va acorde al planteamiento de los autores sobre la ecología política como una postura que “rompe con el mito de la naturaleza como fenómeno prepolítico” (50). La reflexión sobre lo político avanzada por los autores de este libro, nos ayuda a reconocer las especificidades de este fenómeno en la ideología y lógica neoliberal. Esta consideración es inevitable debido a que cualquier estudio de ecología política en Chile, un bastión del neo-liberalismo desde el comienzo de la dictadura militar en 1973, hace evidente los mecanismos particulares de esta ideología en los procesos extracción y, en menor medida, de conservación de recursos naturales en la esfera pública como privada. A diferencia de lo que pueda pensarse en un primer momento, el neoliberalismo no es simplemente la ausencia de Estado, sino que más bien se caracteriza por la reconfiguración de la gobernanza pública según modelos de lógica financiera, (y ya no la teoría política o filosofía moral) con el fin de sustentar la expansión del mercado, en este caso, de recursos y servicios naturales. A pesar del evidente énfasis de la gobernabilidad medio ambiental neoliberal en el extractivismo, el neoliberalismo en el campo ecológico (como en tantos otros) no es un fenómeno exento de contradicciones. El ejemplo más evidente es el así llamado “neoliberalismo verde”, que mediante la propiedad privada de territorios coarta el extractivismo de recursos, iniciativa que va acorde a las lógicas y expansión del mercado. Como bien señala Palomino-Schalscha en su capítulo sobre los senderos pewenche Trekaleyin en el Alto Bío-Bío, dentro de las mismas lógicas neoliberales, hay espacio para la reapropiación de estas por parte de la sociedad civil, dando espacio a la contestación con el efecto de producir espacios de “aguante”, como fue propuesto por la antropóloga Elizabeth Povinelli (2011).
Otro aspecto llamativo de este libro es la apertura de un espacio de diálogo teórico entre corrientes de pensamiento que no suelen entrar en relación. Los capítulos de este libro se inspiran tanto en los principios de la acumulación por desposesión desarrollado por David Harvey (2003) y en general por la geografía neo-marxista a las corrientes post-humanas, inspiradas en el trabajo de Donna Haraway (2008) y Bruno Latour (2008) en el estudio de la ciencia y tecnología. La relación entre estas dos corrientes permite ver cómo su conjunción es solo en apariencia contradictoria. Por un lado, un enfoque estructural nos permite ver quién produce e impone modelos epistémi-cos dominantes sobre la naturaleza; por otro lado, una perspectiva post-humanista nos invita a reconocer cómo el conocimiento en sí mismo, es un proceso de construcción ontológico donde resulta difícil plantear una clara distinción entre conocimientos científicos y sociales. Ambas posibilidades coexisten en conflictos medioambientales, como el desastre ambiental provocado por la celulosa Arauco que vio la pérdida de vida de cien Cisnes de Cuello Negro en Valdivia, presentado por Sepúlveda y Sundberg, y el desarrollo de enfermedades causada por la sobrepoblación de salmón comercial en todo el sur de Chile analizado por Bustos. El estudio de estos tipos de casos se vuelve necesario por una reflexión crítica constante sobre la cultura del experticia, como un campo de saber a -politicizado que caracteriza la producción de conocimiento y políticas públicas en Chile.
Otras dos novedades relevantes de este libro son la pro-blematización del concepto de propiedad en las disputas medioambientales y la relación entre colonialismo y ex-tractivismo en juego, en los procesos eco-políticos contemporáneos en Chile. Los capítulos de Manuel Prieto y David Tecklin, demuestran como la propiedad es una relación de poder práctica más allá de su carácter legal. De esta forma, la propiedad aparece tanto como una imposición gubernamental y como un campo político abierto a fracturas, contradicciones y resistencias. La relación entre extractivismo y colonialismo es evidente en consideración de una larga historia de expropiación de recursos naturales hacia los pueblos originarios en Chile, legitimizada, principalmente, por mecanismos legales de propiedad como el de la terra nullius. La faceta opuesta del racismo ambiental es la penetración de ideas y símbolos asociados a los pueblos indígenas en el movimiento ambientalista, un fenómeno ampliamente documentado a nivel global (Tsing 2005). A pesar del riesgo implícito de esencializar las sociedades indígenas, el conocimiento de sus nociones eco-cosmológicas pueden contribuir al problemático reconocimiento de la diversidad cultural en Chile (o más bien su falta) y al desarrollo de nuevos valores medioambientales universales, un punto planteado por Rozzi en su capítulo sobre ética biocultural.
A pesar de las contribuciones que se han hecho explícitas, hay una interrogante que inevitablemente aparece al leer el texto ¿Hasta qué punto este libro sólo aplica marcos teóricos globales, provenientes de centros de producción de conocimiento a Chile, que vendría a ser periférico a estos? De hecho, rellenar un vacío analítico en un lugar como Chile, puede parecer inicialmente como el trabajo típico de traducción de conceptos desarrollados en los centros de una particular disciplina, en este caso los departamentos de geografía en las universidades del “norte”, y la aplicación de esto a un contexto supuestamente periférico. La centralidad de la traducción entre centros y periferias del saber académico ha sido destacada en los estudios coloniales para recalcar cómo ciertos lugares son destinados a ser casos de estudio y otros centros de producción de teoría. Es innegable que en este libro hay un interés loable en presentar al lector chileno e hispano hablante, algunas de las discusiones globales contemporáneas en geografía desarrolladas principalmente en el mundo anglófono. Sin embargo, la comunicación generada entre los contribuidores de este libro, de distintos contextos académicos, demuestra implícitamente no solo lo que el estudio del caso chileno puede beneficiar en términos de comprenderse a sí mismo mediante marcos teóricos globales, sino también lo que la comunidad académica y política global puede aprender de Chile. De esta manera, algunos conceptos que han tenido su génesis en el norte vienen a desterritorializarse y a enriquecerse con otras experiencias, dialogando y modificando el modo en que aparecen en el lugar de su génesis estos mismos conceptos.
Más allá de las contribuciones y discusiones teóricas de este libro, que hemos listado anteriormente, vale volver también a lo planteado por Tom Perreault en el prefacio del libro “el conocimiento académico crítico sirve tanto para la crítica como para la acción” (9). Esta frase, estrechamente vinculada a los orígenes de la ecología política y a su relación a los movimientos sociales, deja desde un comienzo este libro como una promesa inacabada. La función crítica está cumplida con creces, ahora queda esperar a ver cómo estas ideas son capturadas y resignificadas en las luchas ambientales que se están dando en el Chile actual, para sólo de este modo pasar a la tan ansiada acción.
Referências
Latour, B. 2008. Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial. [ Links ]
Harvey, D. 2003. The new imperialism. Oxford University Press. [ Links ]
Haraway, D. J. 2008. When species meet. Vol. 224. U of Minnesota Press. [ Links ]
Povinelli, E. A. 2011. Economies of abandonment: Social belonging and endurance in late liberalism. Durham, NC: Duke University Press. [ Links ]
Tsing, A. L. 2005. Friction: An ethnography of global connection. Princeton University Press. [ Links ]
Piergiorgio Di Giminiani – Programa de Antropología y CIIR (CONICYT/FONDAP/15110006), Pontificia Universidad Católica de Chile. Avenida Vicuña Mackenna 4860, Macul, Santiago (pdigiminia@uc.cl).
Daniela Jacob – CIIR (CONICYT/FONDAP/15110006), Pontificia Universidad Católica de Chile. Avenida Vicuña Mackenna 4860, Macul, Santiago (dpjacob@uc.cl).
[IF]Migración peruana en Santiago: prácticas, espacios y economías – GARCÉZ H (EA)
GARCÉZ H., Alejandro. Migración peruana en Santiago: prácticas, espacios y economías. Santiago: Ril Editores, 2015. Resenha de: CORTÉS, Vicente. Estududios Atacameños, San Pedro de Atacama, n.51, dic., 2015.
- ¿Qué es “un problema de espacio”?
¿Qué es lo que un etnógrafo puede decirnos acerca del espacio? El libro Migración peruana en Santiago, del profesor Alejandro Garcés (Universidad Católica del Norte), aborda “un campo de fenómenos que describen la presencia y la diferencia que la migración peruana introduce en el espacio urbano [de Santiago]” (14-15). El problema parece, de esta forma, fácilmente definido: un problema de concentración de migrantes peruanos, y la ocupación o territorialización del espacio público, que dan lugar a una “aglomeración de lo peruano” (15). Problema de espacio inmediatamente correlativo y coextensivo a un problema identitario, o mejor —como dice con precisión el auto—, a un problema de denotación.
- De la antropología a una etnografía fenomenológica
No habría que equivocarse, sin embargo. No hay unidad hipostasiada de “lo peruano” ni mucho menos la intención de delimitar “el espacio de lo peruano”. El autor pretende, a la vez, mucho más que la mera taxonomización, identificación y caracterización de un grupo supuestamente homogéneo, y también mucho menos; puesto que el autor parece haber renunciado de entrada al saber antropológico que tiende a reducir la sociedad o colectividad migrante a una supuesta identidad peruana (determinante de todo un carácter, de una serie de hábitos, de un ethos correlativo a una esencia, si se quiere), reducción que no es sino la reducción del problema del proceso migratorio a un problema policial o psicológico. Mucho más también, puesto que se trata de un trabajo etnográfico: la descripción de una población en proceso de migración y de los modos de producción de espacios (residenciales, económicos, culturales, de ocio). De suerte que la pregunta no es “¿qué es lo peruano?”; la pregunta es “¿cómo ‘lo peruano’ ha llegado a constituirse en la forma en que precisamente se ha constituido y se sigue constituyendo?”. Dicho de otra forma: ¿cómo lo peruano ha llegado a constituirse en un proceso experiencial que es indisociablemente interno y externo? El lector atento habrá notado que estamos frente a un libro con profundas raigambres filosóficas: toda una etnografía fenomenológica de la experiencia migrante, una etnografía de los fenómenos de formación social de la ocupación territorial migrante. Así las cosas, para hacer la etnografía de la territorialización peruana en Santiago, no se puede intervenir el “campo de fenómenos” con un logos supuestamente anterior a la voz (y menos cuando la unidad de un grupo, como nota el autor [19] solo puede fijarse por el trayecto que va de un país de origen a una ciudad de destino). Es necesario dejar discurrir la voz del migrante y atender a lo que dice. Y es precisamente como comienza esta investigación: el etnógrafo logra introducirse en una reunión de migrantes peruanos en la discoteca-restaurante La Conga (Santiago Centro) para no solamente “presenciar” o “ver”, sino también, y sobre todo, escuchar la voz migrante. ¿Qué se dice? Sería ingenuo creer que el etnógrafo se encontrará por fin con la expresión auténtica de “lo popular” del “otro”. Los problemas son de praxis: los migrantes plantearon problemas tales como la necesidad de construir una “mediación entre origen y destino” (problema residencial o de “territorialidad otra” [32]), o “la disputa de una legitimidad para la interlocución con las autoridades locales chilenas” (problemas de fiscalización y policial); por último, la necesidad de “desconcentrar la zona” económica ocupada por ellos mismos en Santiago Centro (problema de la “economía étnica”). Al “problema de espacio”, problema de la “diferencia migrante” (21), responde, desde dentro, toda una política de espacios. Lección profunda: cuando no se tiene nada que decir, hay que comenzar por escuchar.
- Espacio y lugar
Con esto tenemos también la matriz directora del presente trabajo: no se trata de saber cuán o cuán poco integrados están los peruanos (por qué no los colombianos, o los mismos chilenos, pregunta el autor en una nota importante de la página 19); tampoco se trata de acusar discriminaciones. El problema es el de la “constitución de un locus”, esto es, no de un mero espacio indeterminado, homogéneo, sino de un lugar cualitativamente diferenciado: “locus de recursos” o de “estigmatización”. En efecto, “estos espacios presentan en su interior un carácter propio, una especificidad de interacciones y prácticas sociales, de sentidos producidos por la experiencia migrante, que le dotan de una densidad específica” (20). ¿Quiere esto decir que volvemos al paradigma del migrante popular, identificado como tal y obligado a expresarse como tal? En ningún caso2. A la delimitación territorial (residencial y comercial) corresponde una dinámica interna que “determina su propia permeabilidad” (20). Y es que las dinámicas de estos lugares requieren constantemente de flujos extraños al círculo circunscrito a lo identitario (como es el caso de la articulación de las economías étnicas con capitales de pequeños empresarios chilenos), que dislocan el imaginario antropológico de la pureza de la economía étnica (capítulo tres). Porosidad del espacio, entonces, de los lugares ocupados por los migrantes peruanos; porosidad que en nada contradice la constitución de una colectividad, sino que la implica, más bien. De modo tal que, si hay algo como “lo peruano” en Santiago de Chile, esta identidad se construye, en esta ciudad, por sus espacios, o más bien por los modos de ocupación, de territorialización (que es siempre, por supuesto, una re-territorialización), a partir de una multiplicidad de individuos migrantes que vienen a conectarse —entre sí y con “autóctonos”— con sus particularidades en una compleja trama de ocupación territorial: formación de un “lugar”, de una diferencia en el espacio. Y aquí entra sin duda un tercer y último problema: no solo hay un problema de espacios, ni un problema de la diferencia migrante, sino también un problema de denotación, es decir, de los modos de denominación de “lo peruano” con los que, tanto desde dentro como desde fuera, “se aglutinan diversos sentidos acerca del espacio [ocupado por los migrantes peruanos]” (28). Aglutinación significante y funcional del espacio de identificación que se constituye como lugar a partir de determinaciones y denominaciones tanto extrínsecas como intrínsecas.
- “Centralidades migrantes”
El autor se ve en la necesidad de inventar el concepto de “centralidad migrante”, que permite una exploración de la experiencia migrante a partir de tres ejes: uno, el “vínculo entre lo espacial y lo social”; dos, las “formas comerciales y prácticas de ocupación del espacio público”; y tres, las formas de denotación, de estigmatización y de confinamiento que surgen de las instituciones locales chilenas. Así, este concepto permite incluir en el estudio de la experiencia migrante la “yuxtaposición de la concentración de la residencia y del comercio migrante” (22), distanciándose del concepto clásico de “enclave”, por no adaptarse a la complejidad del objeto de estudio de la presente investigación3. Ciertamente este distanciamiento no debe ser interpretado en términos de oposición. El autor es consciente de la importancia de los trabajos de Portes (y otros) al respecto: mediante el concepto de “enclave” ha sido posible explorar un fenómeno social que no se correspondía con la matriz de desarrollo de las ciudades elaborado por la escuela de Chicago (41-46)4. La migración peruana en Santiago, efectivamente, responde a algunos de los criterios que podrían hacer creer que se trata de un enclave en sentido estricto. Sin embargo, “supone otra estrategia de integración al mercado de trabajo, al mismo tiempo que constituyen un nuevo patrón de asentamiento urbano” (45). Por ejemplo: en los emprendimientos peruanos en Chile no hay una clara división social del trabajo (empresario peruano que contrate peruanos como mano de obra barata), sino que descansan muchas veces en el trabajo familiar (107-111). Pero sobre todo, mientras que “la fuerza de la idea de enclave radica en su capacidad de confinar unas prácticas, la idea de centralidad migrante parte de la descripción de lo confinado para comunicarlo con aquello que le rodea, esto es, le definen también su permeabilidad, su porosidad” (48). En efecto:
“(…) las formaciones comerciales de la migración peruana en Santiago forman parte de la construcción de un espacio público de la migración, un marco de visibilidad para la heterogeneidad propia de lo urbano, y en esa línea podemos interpretarlas como una estrategia de apropiación del espacio urbano en el marco de la experiencia migrante peruana, que aglutina una diversidad de otras dimensiones que por supuesto exceden la dinámica propiamente económica o comercial” (49).
Las centralidades migrantes determinan así la unidad fenoménica de investigación del presente estudio.
De este modo se articula el libro en torno a los diferentes aspectos que implica el concepto de “centralidad migrante”: primero, se propone un “examen del proceso económico interno que da lugar a los comercios”, que permite mostrar los límites de la noción de “economía étnica” (capítulo tres); segundo, un “análisis de las centralidades migrantes como espacios en que se produce un proceso de territorialización de la experiencia migrante” a través de la “construcción de una memoria de la ocupación de estos espacios en Santiago de Chile” (capítulo cuatro); tercero, se trata de la cuestión de la ocupación del espacio público (calle), ocupación que funciona como principio de reproducción de la experiencia migrante (capítulo cinco); por último, en cuarto lugar, y como consecuencia de lo analizado en el capítulo anterior, se analizan los “dispositivos que operan en contra de la indisciplina que estos usos suponen, y que valiéndose de la supuesta inseguridad, ilegalidad y falta de higiene vinculadas al comercio de alimentos, denotan y/o estereotipan lo peruano para confinarlo en otro lugar, para relocalizar una diferencia que se hace molesta sobremanera en espacios del centro de la ciudad, ahora recargados de sentido patrimonial” (capítulo seis).
- Algunas remarcas conclusivas
El libro da cuenta de una profunda y larga investigación, tanto de un acabado estudio de campo como de una potente discusión intelectual, a la vez etnográfica y filosófica. De esta forma, se es capaz de responder a la pregunta: ¿qué es lo que un etnógrafo podría enseñarnos acerca del espacio? Contra la construcción de imágenes guiadas por criterios comunicacionales, hay que responder de manera tajante: hay una producción, una formación siempre colectiva del espacio, o más bien, como ya se dijo, del lugar; una apropiación y apertura colectiva de los espacios de la ciudad. El libro de Alejandro Garcés es una obra importante para la etnografía en Chile y está sin duda marcado por el esfuerzo de toda una generación de antropólogos y sociólogos que tanto ha buscado la rigurosidad científica como la creatividad conceptual.
Notas
2Aunque el autor no lo cita, hay varios puntos de encuentro teórico con Le philosophe et sespauvres de J. Rancière.
3El “enclave étnico” se define como “la concentración en un espacio físico de firmas empresas étnicas que emplean una proporción significativa de trabajadores de la misma minoría” (43).
4“Contra la supuesta idea de la dispersión espacial como proceso geográfico simultáneo a la integración social de los migrantes, las trayectorias de estos mismos en destino nos hablan de una persistencia del centro como una importante fuerza aglutinadora de la residencialidad y de la economía migrante en la ciudad” (61).
Vicente Cortés – Universidad Alberto Hurtado y Universidad Diego Portales.
[IF]BUSTOS Beatriz (Comp), PRIETO Manuel (Comp), BARTON Jonathan (Comp), Ecología política en Chile: naturaliza/ propriedade/ conocimiento y poder (T), Editorial Universitaria (E), GIMINIANI Piergiorgio (Res), JACOB Daniela (Res), Estudios Atacameños (EA), Ecologia política, América/Chile (L), Natureza, Propriedade, Conhecimento, Poder
BUSTOS, Beatriz; PRIETO, Manuel; BARTON, Jonathan (Compiladores). Ecología política en Chile: naturaliza, propriedade, conocimiento y poder. [Sn.]: Editorial Universitaria, 2015. Resenha de: GIMINIANI, Piergiorgio; JACOB, Daniela. Estudios Atacameños, San Pedro de Atacama, n.53, nov., 2016.
El libro “Ecología política en Chile: naturaleza, propiedad, conocimiento y poder”, editado por Beatriz Bustos, Manuel Prieto y Jonathan Barton, reúne a doce investigadores afiliados a universidades nacionales e internacionales, que comparten un interés en el estudio de los procesos eco-políticos que están afectando Chile. Los nueve capítulos que componen este libro dan fe de una gran heterogeneidad de enfoques analíticos y de las localidades de investigación. A pesar de su diversidad, los capítulos de “Ecología Política en Chile” se encuentran organizados a partir de una reflexión conceptual sobre los elementos claves para establecer un análisis comparativo y un diálogo entre las distintas posibilidades de investigación abiertas por la ecología política. Los editores proponen pensar la ecología política a partir de cuatro dimensiones: naturaleza, propiedad, conocimiento y poder. Al problematizar estas cuatro dimensiones, el libro nos invita a preguntarnos sobre cuáles son las naturalezas que las prácticas de uso y conservación de recursos naturales producen desde el punto de vista tanto ontológico como epistemológico.
El enfoque hacia la producción ontológica y epistemológica de la naturaleza en cuanto proceso político es una de las principales novedades del volumen. Sin embargo, no es la única. En los debates analíticos y políticos existe una tendencia a reducir la ecología política a oposiciones dicotómicas, que obscurecen la fragmentación e hibridación de lo político en las relaciones de poder en juego en los conflictos ambientales. Los capítulos de este libro, en particular los capítulos de Palomino-Schalscha y de Román y Barton, nos invitan a considerar el conflicto socio-ecológico más allá de categorías binarias, demostrando el carácter inmanentemente político de estos procesos. Esto va acorde al planteamiento de los autores sobre la ecología política como una postura que “rompe con el mito de la naturaleza como fenómeno prepolítico” (50). La reflexión sobre lo político avanzada por los autores de este libro, nos ayuda a reconocer las especificidades de este fenómeno en la ideología y lógica neoliberal. Esta consideración es inevitable debido a que cualquier estudio de ecología política en Chile, un bastión del neo-liberalismo desde el comienzo de la dictadura militar en 1973, hace evidente los mecanismos particulares de esta ideología en los procesos extracción y, en menor medida, de conservación de recursos naturales en la esfera pública como privada. A diferencia de lo que pueda pensarse en un primer momento, el neoliberalismo no es simplemente la ausencia de Estado, sino que más bien se caracteriza por la reconfiguración de la gobernanza pública según modelos de lógica financiera, (y ya no la teoría política o filosofía moral) con el fin de sustentar la expansión del mercado, en este caso, de recursos y servicios naturales. A pesar del evidente énfasis de la gobernabilidad medio ambiental neoliberal en el extractivismo, el neoliberalismo en el campo ecológico (como en tantos otros) no es un fenómeno exento de contradicciones. El ejemplo más evidente es el así llamado “neoliberalismo verde”, que mediante la propiedad privada de territorios coarta el extractivismo de recursos, iniciativa que va acorde a las lógicas y expansión del mercado. Como bien señala Palomino-Schalscha en su capítulo sobre los senderos pewenche Trekaleyin en el Alto Bío-Bío, dentro de las mismas lógicas neoliberales, hay espacio para la reapropiación de estas por parte de la sociedad civil, dando espacio a la contestación con el efecto de producir espacios de “aguante”, como fue propuesto por la antropóloga Elizabeth Povinelli (2011).
Otro aspecto llamativo de este libro es la apertura de un espacio de diálogo teórico entre corrientes de pensamiento que no suelen entrar en relación. Los capítulos de este libro se inspiran tanto en los principios de la acumulación por desposesión desarrollado por David Harvey (2003) y en general por la geografía neo-marxista a las corrientes post-humanas, inspiradas en el trabajo de Donna Haraway (2008) y Bruno Latour (2008) en el estudio de la ciencia y tecnología. La relación entre estas dos corrientes permite ver cómo su conjunción es solo en apariencia contradictoria. Por un lado, un enfoque estructural nos permite ver quién produce e impone modelos epistémi-cos dominantes sobre la naturaleza; por otro lado, una perspectiva post-humanista nos invita a reconocer cómo el conocimiento en sí mismo, es un proceso de construcción ontológico donde resulta difícil plantear una clara distinción entre conocimientos científicos y sociales. Ambas posibilidades coexisten en conflictos medioambientales, como el desastre ambiental provocado por la celulosa Arauco que vio la pérdida de vida de cien Cisnes de Cuello Negro en Valdivia, presentado por Sepúlveda y Sundberg, y el desarrollo de enfermedades causada por la sobrepoblación de salmón comercial en todo el sur de Chile analizado por Bustos. El estudio de estos tipos de casos se vuelve necesario por una reflexión crítica constante sobre la cultura del experticia, como un campo de saber a -politicizado que caracteriza la producción de conocimiento y políticas públicas en Chile.
Otras dos novedades relevantes de este libro son la pro-blematización del concepto de propiedad en las disputas medioambientales y la relación entre colonialismo y ex-tractivismo en juego, en los procesos eco-políticos contemporáneos en Chile. Los capítulos de Manuel Prieto y David Tecklin, demuestran como la propiedad es una relación de poder práctica más allá de su carácter legal. De esta forma, la propiedad aparece tanto como una imposición gubernamental y como un campo político abierto a fracturas, contradicciones y resistencias. La relación entre extractivismo y colonialismo es evidente en consideración de una larga historia de expropiación de recursos naturales hacia los pueblos originarios en Chile, legitimizada, principalmente, por mecanismos legales de propiedad como el de la terra nullius. La faceta opuesta del racismo ambiental es la penetración de ideas y símbolos asociados a los pueblos indígenas en el movimiento ambientalista, un fenómeno ampliamente documentado a nivel global (Tsing 2005). A pesar del riesgo implícito de esencializar las sociedades indígenas, el conocimiento de sus nociones eco-cosmológicas pueden contribuir al problemático reconocimiento de la diversidad cultural en Chile (o más bien su falta) y al desarrollo de nuevos valores medioambientales universales, un punto planteado por Rozzi en su capítulo sobre ética biocultural.
A pesar de las contribuciones que se han hecho explícitas, hay una interrogante que inevitablemente aparece al leer el texto ¿Hasta qué punto este libro sólo aplica marcos teóricos globales, provenientes de centros de producción de conocimiento a Chile, que vendría a ser periférico a estos? De hecho, rellenar un vacío analítico en un lugar como Chile, puede parecer inicialmente como el trabajo típico de traducción de conceptos desarrollados en los centros de una particular disciplina, en este caso los departamentos de geografía en las universidades del “norte”, y la aplicación de esto a un contexto supuestamente periférico. La centralidad de la traducción entre centros y periferias del saber académico ha sido destacada en los estudios coloniales para recalcar cómo ciertos lugares son destinados a ser casos de estudio y otros centros de producción de teoría. Es innegable que en este libro hay un interés loable en presentar al lector chileno e hispano hablante, algunas de las discusiones globales contemporáneas en geografía desarrolladas principalmente en el mundo anglófono. Sin embargo, la comunicación generada entre los contribuidores de este libro, de distintos contextos académicos, demuestra implícitamente no solo lo que el estudio del caso chileno puede beneficiar en términos de comprenderse a sí mismo mediante marcos teóricos globales, sino también lo que la comunidad académica y política global puede aprender de Chile. De esta manera, algunos conceptos que han tenido su génesis en el norte vienen a desterritorializarse y a enriquecerse con otras experiencias, dialogando y modificando el modo en que aparecen en el lugar de su génesis estos mismos conceptos.
Más allá de las contribuciones y discusiones teóricas de este libro, que hemos listado anteriormente, vale volver también a lo planteado por Tom Perreault en el prefacio del libro “el conocimiento académico crítico sirve tanto para la crítica como para la acción” (9). Esta frase, estrechamente vinculada a los orígenes de la ecología política y a su relación a los movimientos sociales, deja desde un comienzo este libro como una promesa inacabada. La función crítica está cumplida con creces, ahora queda esperar a ver cómo estas ideas son capturadas y resignificadas en las luchas ambientales que se están dando en el Chile actual, para sólo de este modo pasar a la tan ansiada acción.
Referências
Latour, B. 2008. Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial. [ Links ]
Harvey, D. 2003. The new imperialism. Oxford University Press. [ Links ]
Haraway, D. J. 2008. When species meet. Vol. 224. U of Minnesota Press. [ Links ]
Povinelli, E. A. 2011. Economies of abandonment: Social belonging and endurance in late liberalism. Durham, NC: Duke University Press. [ Links ]
Tsing, A. L. 2005. Friction: An ethnography of global connection. Princeton University Press. [ Links ]
Piergiorgio Di Giminiani – Programa de Antropología y CIIR (CONICYT/FONDAP/15110006), Pontificia Universidad Católica de Chile. Avenida Vicuña Mackenna 4860, Macul, Santiago (pdigiminia@uc.cl).
Daniela Jacob – CIIR (CONICYT/FONDAP/15110006), Pontificia Universidad Católica de Chile. Avenida Vicuña Mackenna 4860, Macul, Santiago (dpjacob@uc.cl).
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Los Antiguos Habitantes del Salar de Atacama, Prehistoria Atacameña – MARTÍNEZ (C-RAC)
MARTÍNEZ, Agustín Llagostera. Los Antiguos Habitantes del Salar de Atacama, Prehistoria Atacameña. Antofagasta: Universidad Católica del Norte, Editorial Pehuén, 2004. 215p. Resenha de: SANTORO, Calogero M. Chungara – Revista de Antropología Chilena, Arica, v.39, n.1, p.137-139, jun. 2007.
Esta nueva obra de Agustín Llagostera es para disfrutarla y descubrir que es posible difundir el conocimiento científico a un público lector, que va más allá del reducido grupo de especialistas que componen nuestra disciplina y con ello cultivar el interés por conocer la prehistoria atacameña. Con esta obra Agustín abre la puerta para que cualquier persona pueda adentrarse a través de sus relatos, fotos y dibujos, en la historia de los distintos pueblos que habitaron el territorio atacameño en épocas anteriores a la invasión europea en el siglo XVI, de allí el término de prehistoria Atacameña.
Como autor, Agustín integra dos grandes talentos que se ven muy bien reflejados en esta obra, por un lado su gran rigurosidad científica y, por otro una habilidad plástica para reproducir distintas escenas de la vida diaria de los antiguos habitantes del Salar de Atacama. Desde un punto de vista formal, el libro impresiona por la finura artística de la diagramación, que integra un texto ameno, generoso de espacio para hacer notas al margen, acompañado de ilustraciones, la gran mayoría de ellas dibujos a mano alzada realizadas por el propio Agustín, y la de otros artistas. Estas ilustraciones son, también, una manera distinta de presentar su “ensayo” sobre la prehistoria Atacameña; a través de lo que define como la “máquina del tiempo llamada arqueología” en un genuino intento por descubrir la “presencia de mujeres y hombres detrás de los artefactos y de acercar a los lectores a la calidez de lo humano de los protagonistas”.
El libro está estructurado en seis capítulos bien balanceados en cuanto a la extensión de su contenido, por lo que dan buena cuenta de una construcción de la prehistoria de los territorios atácamenos, con un fuerte apego a los datos disponibles e interpretaciones que distan mucho de ser historias imaginarias, veta que a su vez no ha sido explorada en la literatura chilena como en otros lugares del mundo, donde la vida de los pueblos antiguos ha inspirado una serie de historias noveladas o novelas históricas.
En el capítulo 1 el autor magistralmente muestra los detalles de los diferentes ambientes que integran el Salar de Atacama, que a pesar de ser un gran territorio yermo, sirvió como eje articulador y de referente geográfico para las poblaciones que se parapetaron en los oasis, quebradas y zonas altas al este de esta cuenca salada. En este contexto el autor presenta a los grupos de cazadores que comenzaron a colonizar estos territorios hace cerca de 13.000 años. Enfatiza, por un lado, su capacidad para integrar recursos de caza y recolección de frutos silvestres de las escasas plantas que crecen en la zona, y cómo a partir de ello estructuraron modos de vida más bien móviles, lo que les permitió mantenerse en estos territorios a pesar de las importantes fluctuaciones climáticas que por momentos provocaron condiciones mucho más secas que las actuales. Es interesante notar que Agustín no sólo hace una descripción interpretativa de la vida de los primeros habitantes del Salar de Atacama, sino también va explicando cómo se ha generado el conocimiento que permite darle sustento científico a su visión de los hechos rescatados a través de la arqueología, lo que en los capítulos siguientes se hace implícito.
El capítulo 2 está dedicado a una de las fases de cambio más significativas en la historia de la humanidad y que en este caso representan lo que Agustín define como “los cimientos de la sociedad atacameña” en la medida que se estructuraron pequeñas aldeas de comunidades de horticultores lo que permitió dejar de depender completamente de los medios de la subsistencia de caza y recolección. Con ello adquieren mayor estabilidad económica que da pie para el establecimiento de aldeas pequeñas y nuevas formas de convivencia social. Las comunidades se organizaron política y económicamente de manera distinta a sus antecesores los cazadores recolectores de quienes mantuvieron la destreza en la fabricación de instrumentos líticos y toda la experiencia de manejar plantas y animales silvestres por más de 8.000 años. Esta es la época de la domesticación de camélidos, proceso que Agustín deja caer en la experiencia de las mujeres, a través de la crianza de “chulengos” huérfanos. Esto es una propuesta interesante, dado que en literatura clásica de cazadores recolectores se estima que las labores de caza la realizaban los hombres, por lo tanto teóricamente habrían tenido una relación más cercana con los animales silvestres. Las mujeres y los niños, en cambio, dedicados corrientemente a la recolección de frutos silvestres, habrían tenido una mayor relación con el proceso de domesticación de plantas, que incluyó productos hoy día de gran valor comercial como el maíz y la quínoa. Detrás de estas actividades económicas se esconde un complejo mundo que abarca la materialización de nuevas prácticas religiosas, descritas, por ejemplo, a través de lo que interpreta como “infante mensajero” sobre la base de los objetos rituales que acompañan a este infante en su tumba. El capítulo tiene además detalles respecto del uso de tecnologías como la cerámica, la textilería, la metalurgia, el uso de piedras preciosas y la relación de esta zona con áreas alejadas como el oriente de los Andes, donde destaca el rol de las caravanas de llamas, uno de los rasgos culturales que caracterizarán luego a las poblaciones del Salar.
En el capítulo 3 el autor lleva adelante una tesis interesante que lo desliga de la clásica secuencia histórica cultural que marca a las reconstrucciones históricas a lo largo de los Andes. Propone que una vez consolidadas las aldeas de los horticultores de la época anterior las comunidades del Salar enfrentaron la tarea de buscar y crear una identidad propia. Para sustentar esta propuesta el autor revisa, describe e ilustra distintos aspectos de la forma como se estructuró la vida en el Salar, donde resaltan variadas expresiones de identidad que no sólo se reducen a las formas e iconografía de los tejidos y cerámica, sino también a los peinados, gorros, collares, deformación craneana y otros ornamentos que fueron estructurando una identidad étnica. Resalta el rol de las tabletas de rituales de madera tallada ligadas a la absorción de sustancias alucinógenas, que partiendo de formas simples terminan grabándose con sofisticados personajes que Agustín ha definido como los “dioses atácamenos”. Esta época, señala el autor, se caracteriza también por el surgimiento de estructuras políticas centralizadas donde surgen símbolos de prestigio y poder, cuyos líderes posiblemente manejaron una red de “tráfico” exterior.
En el capítulo 4 Agustín se aboca a mostrar cómo las sociedades muy bien afincadas en el Salar se integran a un gran sistema político, económico y cultural representado por el estado imperial de Tiwanaku. De esta manera, el acento del relato no radica en la “influencia de este imperio en la zona” sino en las transformaciones que ocurren en las sociedades atacameñas a consecuencia de la interacción con Tiwanaku y con otras sociedades de regiones aledañas como el noroeste argentino. Esta época de cambios se visualiza muy bien a través de la rica iconografía de personajes mitológicos, antropo y zoomorfos desplegados en las tallas de madera de las tabletas para alucinógenos, que contrastan con la iconografía más naturalista de la época anterior. Este cambio representaría profundas transformaciones en las sociedades atacameñas, donde resalta una ideología de sacrificios humanos, cuyas características y significados trata de explicar el autor. En la esfera tecnológica sobresale la introducción del bronce, lo que sumado a una proliferación de piezas de oro, representa el surgimiento de linajes o señoríos complejos, como el de Larache.
En el quinto capítulo relata primero los efectos de la desarticulación del sistema imperial de Tiwanaku, lo que habría provocado también que los líderes locales atácamenos, como los de Larache perdieran prestigio y poder. Se produce un fraccionamiento político y los tradicionales bienes de prestigio dejan de producirse y reaparecen otros como los objetos de plata, que el autor interpreta como signo de la competencia entre distintas facciones de las sociedades atacameñas. Desaparecen también del escenario social las imágenes todo poderosas de los dioses tiwanacotas, lo que muestra un cambio ideológico importante, donde el único “sobreviviente” es el personaje conocido como el “Sacrificador”, plasmado en otro tipo de soporte, como los tubos de inhalación de alucinógenos. El “empobrecimiento cultural” se expresa también en la discontinuación de la producción de objetos finamente labrados, reemplazados por bienes de corte más bien utilitarios. La fragmentación política se expresa en el surgimiento de poblados defensivos, junto a un decaimiento del poder de los shamanes de la época anterior, reemplazados por líderes más preocupados de la defensa física de sus comunidades, a través de alianzas estratégicas interétnicas para hacer frente a presiones tanto externas como internas. En ese nuevo orden social se imponen otros personajes ideológicos, donde destaca la figura del cóndor.
Toda esta dinámica interna se vuelve a transformar con las enmiendas impuestas por el estado imperial del Inka, que entre otras cosas dota de mayor prestigio y poder a los líderes locales para que sirvan a los propósitos del Estado. Destaca en este nuevo escenario una baja importante en los índices de violencia, marcado en fracturas y otros traumas corporales muy comunes en la época anterior. En el ámbito ideológico el estado imperial introduce nuevas prácticas como son los sacrificios en santuarios localizados a gran altura sobr la cima de los principales cerros y volcanes que bordean al Salar de Atacama. Lo interesante de todo este proceso de integración social es que ocurre, como destaca el autor, sin la instalación de asentamientos imperiales propiamente tal. Toda esta dinámica social estaba en proceso de cristalización cuando la capital del Cuzco fue invadida por el Estado de Castilla, lo que dio inicio a un nuevo proceso de interacción social, en desigualdad de condiciones, lo que no sofocó sin embargo una serie de episodios de resistencia que retardaron, pero no detuvieron el proceso de transformación de las sociedades atacameñas en los ámbitos políticos, económicos, ideológicos y tecnológicos.
Al terminar la lectura, el lector coincidirá con Don Misael Camus, Rector de la Universidad Católica del Norte, que el libro es “fascinante y acogedor” y querrá volver a repasar los detalles de la epopeya histórica de la “gente de esta tierra” o likan-antai.
Reseñado por Calogero M. Santoro – Instituto de Alta Investigación, Departamento de Antropología y Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto, Universidad de Tarapacá, Arica, Chile. E-mail: csantoro@uta.cl.
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