Morir en las grandes pestes: las epidemias de cólera y fiebre amarilla en la Buenos Aires del siglo XIX | Maximiliano Fiquepron

Juan Manuel Blanes Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires 1871 oleo sobre tela 230 x 180 cm Imagem Contraeditorial
Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires  (1871), óleo sobre tela de Juan Manuel Blanes | Imagem: Contraeditorial

Nuestros saberes sobre las epidemias se han modificado en el curso de muy poco tiempo gracias a la reciente pandemia, ya que las experiencias históricas individuales y sociales sobre los terrores, reales o ficticios, volvieron a la palestra con más rapidez que lo esperado. Morir en las grandes pestes (Fiquepron, 2020) es un relato hacia atrás, en un Buenos Aires que no era ya una aldea, pero aún sin el aire cosmopolita del fin de siècle . Su crecimiento se debía a la llegada en pocos años de miles y miles, supuestos heraldos del progreso y la modernidad. Esos esperados inmigrantes, a quien el país abría sus brazos, arribaban en buques ciertamente infectos, luego de viajar y sufrir privaciones, y se arracimaban en conventillos y otros espacios insalubres. La pobreza, suciedad, malnutrición, escasez de agua potable y proximidad expandieron las epidemias, como en otras ciudades de entonces.

El temor a la muerte y a la enfermedad fulminante a través de virus, bacterias y parásitos, en tiempos en que despuntaba la bacteriología y reinaba entre los médicos las teorías miasmáticas, permite afirmar – como lo hacía Charles Rosenberg (1992), y se recupera en el texto – la configuración de una obra dramática para el desarrollo de una epidemia. En su primer acto, la negación ante la masividad de los decesos; en segundo, ante la visualización de los óbitos, la huida del lugar, es decir, una resolución privada o familiar, con explicaciones de las catástrofes enmarcadas entre lo divino y lo profano. El tercer acto incluye las medidas para acabar con la epidemia; y el cuarto, antes del cierre del telón, las reflexiones y enseñanzas que llevarán (o no) a futuros quehaceres para evitar próximos eventos traumáticos.

Este giro de la narrativa, que va desde la indiferencia a la desesperación y la acción-meditación, es en parte la que el autor nos propone para, con gran habilidad, tejer la trama de Morir en las grandes pestes . La elección de ambas enfermedades y la ciudad portuaria se entremezclan en la narración histórica a través de diversas fuentes (censales, iconográficas, periodísticas, médicas). Se anuda así un relato sólido sobre las representaciones frente a la crisis, los héroes y las reacciones institucionales, así como sobre los gestos mortuorios, el desprendimiento de los cuerpos infectados, y, finalmente, las memorias de ese proceso en pos de una “modelización de la epidemia” hacia el siglo XX, cuando se suponían desaparecidos para siempre las escenas de luto y estupor por las enfermedades contagiosas. Y a partir del control de esas epidemias se organizaron, de acuerdo a la hipótesis del libro, una particular gestión de la muerte a nivel público que persiste hasta la actualidad.

El examen de obras significativas donde se representó la enfermedad ha sido un recurso clásico para observar la relación entre iconografía y nociones sobre las epidemias; en este caso, se retoma la célebre Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires , óleo de Juan Manuel Blanes, dado que incluye los dos elementos claves del texto: la enfermedad y su desarrollo fatal, en la mirada de un médico, impotente frente a su tardío accionar. Se trata, como argumenta también Malosetti Costa (2001) convincentemente, de una estrategia moderna que alude a las nuevas formas de la muerte; y tanto fue así que la reproducción de esta imagen, que abre el texto, es también en la actualidad una referencia obligada sobre las epidemias en general y para toda Argentina. En esa obra pictórica también se alude a la organización primigenia de la comunidad porteña, a través de sus organismos municipales, para atender a los enfermos en las diversas parroquias.

A través de su accionar se percibe a la generación de jóvenes higienistas, posteriormente muy activos en las reformas urbanas y, en general, en el impulso de la salubridad pública en distintos órdenes institucionales. El camino iniciado en Buenos Aires, cuyo foco fue el control epidémico, se amplió luego a los territorios nacionales, a través de las medidas estatales para fomentar espacios higiénicos, a salvo de las peligrosas miasmas. Y, aquí, los médicos, con los resortes estatales, confiaron en los afanes de educadores, criminólogos, psiquiatras, intelectuales y publicistas, todos ellos supuestamente comprometidos en pos de una nación construida sobre la noción de civilidad e higiene. Las enfermedades contagiosas y su cúmulo de muertos infecciosos y a la vez, evitables, también horadaban, como demuestra Morir en las grandes pestes, la imagen de una ciudad pujante que no hacía honor a su denominación. “Buenos Aires” llevaba implícita la benéfica influencia de los vientos, a cuya naturaleza y potestad los profesionales y otros especialistas médicos confiaban la salud de la población antes de la era científica.

El control del cólera y la fiebre amarilla han sido, junto a la viruela y la peste bubónica, quienes acumularon mayor preocupación médica en tiempos pre-bacteriológicos en virtud de varios factores: desconocimiento científico de la forma de contagio, nosología y presentación de síntomas, así como una terapéutica eficaz. En virtud de esas carencias y ante el avance de las epidemias, la población desplegó una variabilidad de recursos para hacerles frente, valiéndose de las opiniones de médicos reconocidos, de remedios publicados como de acción efectiva y, por supuesto, de curadores y terapias populares como indica con maestría el autor. Ciertamente, al examinar las prácticas para culminar con el ciclo de contagios y decesos, se demuestran además de las muy diversas formas de resolución, una intensa hibridez que hace difícil separar y dirimir entre conjuntos médicos “oficiales” o bien “populares”, indígenas, domésticos y tantos más (Armus, Gómez, 2021). Y lo que se percibe es la intensidad con que todas las sociedades a lo largo y ancho de América Latina, buscaron explicaciones dentro de sus marcos culturales para las crisis que provocaban las epidemias, con su cuota letal en comunidades aisladas y con baja inmunidad.

En tal sentido, la historia social de la salud y la enfermedad, con su cuota de estudios culturales y una clara visión antropológica, está bien presente en Morir en las grandes pestes con una narrativa consistente y un cuidado repertorio sobre los avances posibles de temáticas que no son nuevas, pero que sí renuevan los múltiples aspectos de interpretar el pasado de las epidemias.

Referências

ARMUS, Diego; GÓMEZ, Pablo (ed.). The gray zones of medicine: healers and history in Latin America. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2021.

FIQUEPRON, Maximiliano. Morir en las grandes pestes: las epidemias de cólera y fiebre amarilla en la Buenos Aires del siglo XIX. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 2020.

MALOSETTI COSTA, Laura. Los primeros modernos: arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2001.

ROSENBERG, Charles. Explaining epidemics and other studies in the history of medicine. Cambridge: Cambridge University Press, 1992.


Resenhista

María Silvia Di Liscia – Instituto de Estudios Históricos y Sociales de La Pampa / Universidad Nacional de La Pampa -CONICET. Santa Rosa – La Pampa – Argentina silviadiliscia@gmail.com


Referências desta resenha

FIQUEPRON, Maximiliano. Morir en las grandes pestes: las epidemias de cólera y fiebre amarilla en la Buenos Aires del siglo XIX . Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 2020. 190. Resenha de: DI LISCIA, María Silvia. Contagio, muerte y enfermedad en la Argentina decimonónica. História, Ciências, Saúde – Manguinhos. Rio de Janeiro, v.29, n.2,  Apr-Jun 2022. Acessar publicação original.

 

Epidemias y endemias en la Argentina Moderna. Diálogos entre pasado y presente | Marcela Vignoli

El libro se organiza a partir de una serie de entrevistas – que devienen diálogos – sostenidos entre la autora Marcela Vignoli y diversos expertxs e investigadorxs en Ciencias Sociales en un ciclo de “Charlas en cuarentena” impulsado por la Cátedra de Metodologías de la Investigación Histórica en la carrera de Arqueología de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). El ciclo estuvo compuesto por ocho entrevistas realizadas a referentes del campo de la historia social, de la salud, la enfermedad y la ciencia. Ellxs son: Patricia Palma, Diego Armus, Carlos Dimas, Eric Carter, Adrián Carbonetti, Daniela Testa, Juan Pablo Zabala y Adriana Álvarez. Tales conversaciones tuvieron lugar en la red social Instagram en formato “vivo”, luego fueron difundidas en otras plataformas virtuales como YouTube, adquirieron formato radiofónico al replicarse en Radio Universidad y también se convirtieron en podcast de Spotify. Finalmente, fueron transcriptas para la compilación del libro. Cabe resaltar que la difusión en diferentes formatos, acercó estos diálogos entre especialistas a un amplio público de recepción, abriendo el ámbito académico a la sociedad en general, y a los hogares en particular, significando así una experiencia innovadora en materia de construcción, difusión y comunicación de conocimiento científico. El libro es el resultado de un esfuerzo sumamente logrado que amablemente abre nuevos interrogantes, entre el pasado y el presente y pone sobre la mesa otras formas posibles de construir y transmitir conocimientos científicos. Leia Mais

O Poder em Tempos de Peste (Portugal – séculos XIV/XVI) | Mário Jorge Motta Bastos

O professor Mário Jorge da Motta Bastos tem atuado no estudo da doença (a peste1), tema que o move desde sua graduação no ano de 1989 até o termino de seu doutorado e também hoje como professor associado II na Universidade Federal Fluminense onde atua desde 1992. Em seus estudos juntamente com seus alunos nos laboratórios de pesquisa que integra, procurou desenvolver conhecimentos sobre a sociedade do medievo, principalmente nas sociedades ibéricas, acerca dos impactos das levas epidêmicas tiveram sobre as populações, seu imaginário e as produções artísticas sobre o tema, e sobre a atuação do poder monárquico junto aos súditos a fim de deter as epidemias, seus efeitos danosos ao corpo social e como meio e desculpa para acelerar o processo de unificação do poder na figura do suserano. Todos estes estudos resultaram em dois livros sendo o primeiro e nosso objeto de estudo O Poder em Tempos de Peste (Portugal – séculos XIV/XVI)2 de 2009. O volume começa com o prefácio do celebre historiador marxista Ciro Flamarion Cardoso cujo autor fora aluno e que faz questão de ressaltar que apesar de focar massivamente na questão do discurso régio – construído para legitimação das ações de combate ao contágio e a sucessivas investidas de centralização do poder sob a figura real- o professor Mário não agiria à maneira dos pós-modernos que creem ser o discurso que constitui a realidade e não o contrário. Que buscaria “… estabelecer nexos.” “… entre a perspectiva cristã relativa à doença e à peste em particular…”. O prefaciador ressalta também que não se detendo somente no discurso, mas que estariam embasados em dados estatísticos e demográficos demonstrando a articulação entre o discurso e a materialidade a que ele representa. Leia Mais

Na saúde e na doença: História, Crises e Epidemias.  Reflexões de História Econômica na época da Covid-19 | Rita de Cássia da Silva Amico

Diante da crise pandêmica que se alastra no Brasil e no mundo, os estudos sobre a COVID-19, nas mais diferentes áreas das ciências, ganharam forças no meio acadêmico. Nesse cenário, foi produzida a obra Na saúde e na doença: História, Crises e Epidemias, Reflexões de História Econômica na época da Covid-19. O livro foi organizado por Rita de Cássia da Silva Almico, docente da Faculdade de Economia da Universidade Federal Fluminense (UFF), por James William Goodwin Jr., professor de História do Centro Federal de Educação Tecnológica de Minas Gerais (CEFET-MG) e por Luiz Fernando Saraiva, professor adjunto do Departamento de História da Universidade Federal Fluminense (UFF).

O prefácio faz menção a Eric Hobsbawn e às suas análisessobre a saúde e as doenças. O falecido historiador deu sua contribuição no sentido de pensar as complexas relações entre as doenças e as sociedades; destacar as formulações da ciência e das pessoas a respeito do corpo e sobre os conflitos que existiam (e existem) decorrentes de visões distintas; refletir sobre as causas das doenças e dos condicionantes sociais que as propagam e combatem. Todas essas questões permanecem atuais.

Na saúde e na doença é escrito por profissionais de diferentes áreas, tais como História, Geografia, Economia e Sociologia. A primeira parte do livro, intitulada “Pandemia vem do grego”, se inicia com o texto do historiador Alexandre Santos Moraes, “Apolo e as marcas de sua epidemia na Ilíada”, texto no qual o autor procura sintetizar as marcas das epidemias na Ilíada, de Homero. Moraes faz menções à peste ateniense, ocorrida em 429 a.C., que levou a óbito Péricles, como descrito por Tucídides, na guerra do Peloponeso, e enfatiza, inclusive, as disputas entre Aquiles e Agamêmnon naquele contexto. No capítulo “A peste em Atenas de Péricles”, o historiador Alexandre Carneiro Cerqueira Lima analisa a peste em Atenas descrita por Péricles e o elogio aos mortos, realizado em um funeral coletivo representando o corpo social.

A segunda parte do livro tem por título “Conhecimento é poder (I): doenças, saberes médicos e ordem política”. O capítulo incial, “Cirurgiões e seus saberes práticos em Minas setecentistas”, escrito pela museóloga Ethiel Mizrahy Cuperschmid e por Maria do Carmo Salazar Martins, é parte de um estudo sobre a saúde dos escravos, no século XVIII, que eram submetidos a maus tratos e pouca alimentação e desprotegidos de doenças e pragas. As autoras abordam como, diante das adversidades das doenças, a medicina religiosa se espelhava na vida dos santos e dos mártires e em sua devoção para rogar ao todo poderoso a cura ou a solução de problemas. O historiador mineiro José Newton Coelho Meneses é autor do capítulo “’Águas passadas […] movem moinhos’, água, abastecimento, higiene e o processo saúde-doença na modernidade”, que procura analisar os processos de saúde e doença na modernidade. Ainda nesta segunda parte, Glauber Miranda Florindo, em “Epidemia e Estado: um “jogo” antigo ainda jogado”, analisa o Brasil do século XIX, em especial a atuação das câmaras municipais frente às epidemias.

Na terceira parte, intitulada “Gente vendida, doenças circulando: daquilo que não se quer ver”, o historiador Roberto Borges Martins, em “Gripes, micróbios e lombrigas: nota sobre a primeira globalização da era moderna”, afirma que, quando os espanhóis chegaram à América, as populações do México e do Peru tinham, há muitos séculos, densidade suficiente para sustentar as epidemias transmitidas de pessoas para pessoas. Já Luiz Fernando Saraiva, no capítulo “O fim do tráfico, o fim de um mundo e o início de outro”, sintetiza o fim do tráfico e o início de um novo mundo”. Nesse texto, o autor retoma uma das primeiras discussões historiográficas, sobre o porquê de o Brasil se manter coeso no processo de independência do final do século XVIII, ao contrário da América espanhola, que se fragmentou em dezenas de países. Elione Silva Guimarães, em “As pandemias e as populações invisíveis: do Brasil do século XIX ao Brasil da COVID-19”, procura fazer comparações entre as epidemias que afetaram as populações do Brasil no século XIX e no ano de 2029, enquanto Silvio Humberto Passos Cunha, em “Negro drama: um olhar sobre Salvador nesses tempos de pandemia Covid-19”, analisa os espaços sociais de Salvador diante do tema do “Negro drama”.

A quarta parte do livro tem por título “O perigo mora ao lado: doenças no espaço urbano”. Para Pedro José de Oliveira Machado, autor do capítulo “Economia, saúde e comportamento social em dois momentos da história de Juiz de Fora”, o ano de 2020 ficará marcado por pandemias que afetarão as relações sociais e pessoais na cidade de Juiz de Fora. O autor remonta, ainda, aos séculos XIX e XX para abordar as relações entre economia e salubridade. Carlos Henrique Carvalho Ferreira Jr. e Fania Fridman, no texto “Epidemias e ordem pública: a cidade do Rio de Janeiro no século XIX”, tratam de aspectos das epidemias que afetaram o Rio de Janeiro no século XIX. No capítulo “São Paulo na década de 1890 e em 2020: epidemias, enfrentamentos e reprodução de desigualdades”, Fábio Alexandre dos Santos analisa as epidemias nos anos 1890 e em 2020, bem como as reproduções das desigualdades nesses contextos. A quarta parte se conclui com o texto de Maria Alice Rosa Ribeiro, “História que as epidemias nos contam”, que analisa os questionamentos que não estavam presentes na documentação sobre as epidemias de febre amarela no final do século XIX.

Na quinta parte do livro, “A peste, a fome, a guerra e a morte: os quatro cavaleiros da crise”, Jorge Prata de Souza escreve “Epidemias e condições de saúde: a cólera durante a guerra do Paraguai”, texto no qual analisa as epidemias durante a guerra do Paraguai. Marcos Lobato Martins, em “Tifo murino, cólera-morbo e o declínio da Companhia do Mucuri”, analisa as doenças nas terras da bacia do Mucuri durante o período colonial. Já James William Goodwin Jr., em “A peste e a fome: dois cavaleiros visitam Diamantina, MG”, analisa a questão das epidemias na cidade de Diamantina em Minas Gerais. Teresa Cristina de Novaes Marques, em “Epidemia e cerveja: um paralelo entre 1918 e 2020”, compara dois diferentes tipos de epidemias ao longo de cem anos. Rita de Cássia da Silva Almico, em “A morte sem pudor: reflexões sobre duas gripes”, analisa as mortes diante da gripe espanhola e as mortes provocadas pela COVID-19.

Na sexta parte do livro, intitulada “A bolsa ou a vida: política econômica para pensar as crises”, João Felippe Cury Marinho Mathias, no capítulo “Não há alternativa? Uma breve reflexão sobre o falso dilema ético e os efeitos da pandemia”, analisa as questões que envolvem os efeitos morais e éticos da epidemia. Ivan Colangelo Salomão, em “Crise econômica, aprendizado político: a repetição trágica e farsesca da história”, analisa as crises econômicas presentes nos momentos em que as pandemias surgem. Victor Leonardo de Araujo, em “Crise econômica e ajuste fiscal: o que o Paeg nos ensina?”, sintetiza seu pensamento sobre o que o Programa de Ação Econômica do Governo (PAEG) representa nas crises econômicas e sobre os ajustes fiscais promovidos pelo governo Brasilero. Fábio Pensavento conclui a sexta parte do livro com o capítulo “As crises financeiras do século XX e a COVID-19: comparar para medicar?”, no qual analisa as crises econômicas que cercam a pandemia de COVID-19.

Na sétima parte do livro, “Conhecimento e Poder (II): solidariedade em tempos doentes”, Luiz Eduardo Simões de Souza escreve “A epidemia de meningite da ditadura militar”, texto no qual analisa a crise de meningite durante o regime militar, demonstrando como o golpe de 1964 e a ditadura que a ele sobreveio representaram uma ruptura no direcionamento das políticas de saúde. O alinhamento político dos golpistas com o interesse externo e em benefício de setores detentores dos meios produtivos no país demandou que, uma vez no poder, se realinhasse a distribuição do produto em favor dos partícipes do butim. Aline Cristina Laier e Fernando Gaudereto Lamas, em “Acesso desigual ao conhecimento científico e seus recursos: uma breve análise sobre a epidemia do ebola na África”, analisam as epidemias de ebola no continente africano. O vírus que ganhou o nome de ebola já havia sido identificado desde a década de 1970, mais especificamente em 1976, mas só ganhou notoriedade mundial na década de 1990, quando a imprensa internacional noticiou não somente a propagação do surto da doença em países africanos, como também a possibilidade de sua expansão para outros países, especialmente da Europa. No capítulo “Resistências nos tempos de pandemia no Brasil e na Argentina”, Flávia Braga Vieira e Javier W. Ghibaldi indicam que há tempos os historiadores têm apontado a solidariedade e o comunalismo como valores que marcam e definem as lutas dos oprimidos. Os autores apontam para as propostas de organização de relações de trabalho mais igualitárias e de ajuda mútua, em oposição às mercantis capitalistas, reivindicadas hoje por cooperativas populares e redes de ajuda mútua, mas que já apareciam, de forma explícita, nos países centrais no sáculo XIX, justamente quando o projeto capitalista triunfava como sistema global. No Brasil, o momento mais expressivo da conjunção destas duas influências se deu no final da ditadura militar, mais especificamente no final dos anos 1970 e ao longo de toda a década de 1980, em um contexto de redemocratização pela base. Já na Argentina, as lutas nos bairros e nas fábricas fazem parte de uma forte identidade de classe operária e da própria formação urbana ao longo do século XX.

O livro Na saúde e na doença: História, Crises e Epidemias, Reflexões de História Econômica na época da Covid-19 representa uma tentativa de se pensar a história das epidemias dentro de um contexto global e de refletir sobre ações adotada por cada sociedade analisada e sua devida importância para o presente.


Resenhista

Douglas de Castro Carneiro – Mestre em História pela Universidade Federal de Ouro Preto (UFOP). Doutorando em História pela Universidade Federal de Goiás (UFG). Bolsista CAPES-FAPEG. E-mail: douglascarneiiro229@gmail.com


Referências desta Resenha

ALMICO, Rita de Cássia da Silva; GOODWIN, James William; SARAIVA, Luiz Fernando (Org.). Na saúde e na doença: História, Crises e Epidemias.  Reflexões de História Econômica na época da Covid-19. São Paulo: Hucitec, 2020. Resenha de: CARNEIRO, Douglas de Castro. Politeia: História e Sociedade. Vitória da Conquista, v. 19, n. 1, p. 164-167, jan./jun. 2020. Acessar publicação original [DR]

Lisboa, Rio de Janeiro, comércio e mosquitos – MORENO (HCS-M)

MORENO, Patrícia. Lisboa, Rio de Janeiro, comércio e mosquitos: as consequências comerciais da epidemia de febre-amarela em Lisboa. Lisboa: Chiado, 2013. 214 p.Resenha de: PROTÁSIO, Daniel Estudante. Epidemias, comércio e emigração Portugal-Brasil na segunda metade do Oitocentos. História Ciência Saúde – Manguinhos, Rio de Janeiro, v. 22  supl. Dec. 2015.

Num mundo e num início de século como o nosso, em que o ébola, o HIV/Aids e a gripe N1H1 constituem sérias ameaças à segurança e saúde públicas internacionais, nem sempre é fácil entender como num passado relativamente recente outras epidemias podiam interromper os fluxos de circulação de pessoas, bens e serviços entre continentes e nações. Sobretudo para os não iniciados na medicina ou na respetiva história, que não se deleitem com densos estudos técnicos sobre questões epidemiológicas e sanitárias (como é o meu caso), encontrar uma obra como a que aqui me proponho recensar constitui uma verdadeira lufada de ar fresco e um magnífico momento de aprendizagem, sobre áreas e aspetos científicos afins daqueles a que me dedico a estudar nos últimos 20 anos de investigação.

Por outro lado e apesar de uma intensa e frutuosa colaboração e intercâmbio científicos e académicos entre o Brasil e Portugal, no que concerne a historiografia e a história académica dos séculos XIX e XX, nem sempre é fácil encontrar quem consiga transpor, em termos de texto, as naturais barreiras e distâncias entre duas realidades irmãs e similares, mas naturalmente específicas e idiossincráticas, como a portuguesa e brasileira.

Com a presente obra, Patrícia Moreno, investigadora e doutoranda portuguesa em história no Instituto Superior de Ciências do Trabalho e da Empresa, de Lisboa, membro da Sociedade de Geografia de Lisboa e estudiosa dos temas da história da medicina, da emigração e dos descobrimentos portugueses, consegue contribuir com um texto de leitura agradável, informação pertinente e narrativa organizada, sobretudo fruto de uma utilização inteligente de fontes da época e com uma intervenção mínima enquanto narradora dos acontecimentos descritos.

Ora tal não é fácil, num mundo editorial português em que as obras de divulgação científica e histórica abundam e num universo como o da Sociedade de Geografia de Lisboa, instituição fundada em 1875 e na qual Patrícia Moreno participa do trabalho de algumas secções e comissões há mais de duas décadas. Pode mesmo afirmar-se que, de uma maneira geral, a profusão de livros publicados em Portugal e a quantidade de comunicações proferidas na dita agremiação lisboeta são de tal magnitude que é difícil encontrar títulos sugestivos e pedagógicos, recreativos e científicos, cativantes e ligeiros na leitura, mas ao mesmo tempo estimulantes de outras pesquisas e que deixem no leitor a sensação de que uma porta intelectual se abriu no cenário dos seus interesses bibliográficos e intelectuais; ou seja, de que saiu enriquecido das horas a que dedicou sua atenção a um trabalho específico. Tal sensação é com frequência mais conotada com outro género de leituras, como a de livros de ficção policial ou de espionagem, de textos de blogues, de revistas, de jornais e newsletters on-line do que obras dedicadas a temáticas históricas. Por contraste, basta folhear as páginas do Boletim da Sociedade de Geografia de Lisboa, que já ultrapassou sua 131ª série (referente a 2013), para encontrar textos sobre temas e títulos históricos, geográficos ou etnográficos escritos em estilo por vezes pesado e de circunstância, nem sempre destinados ao interesse de um público não especializado nem particularmente inclinado a esse tipo de assuntos.

Em termos de estrutura, a obra de Patrícia Moreno divide-se em nove pontos, incluindo introdução, conclusão e bibliografia. De uma forma geral, a autora não abusa das notas infrapaginais, que alcançam o número de 190 em 206 páginas de texto, entre algumas dedicadas a fornecer informações biográficas das figuras de médicos e estadistas referidos, mas sobretudo a consubstanciar as fontes e bibliografia a que recorreu.

Na contracapa do livro, são deixadas as seguintes palavras e interrogações: “Como e quando chegou a febre amarela a Lisboa vinda do Brasil? E quais foram as medidas adotadas pelas autoridades portuguesas? A essas questões procurará esse livro lançar pistas e oferecer algumas respostas”. Essa é a mensagem essencial do primeiro ponto do livro, que se intitula “A razão deste livro, perguntas e dúvidas” e começa com uma citação de Rui Barbosa, proferida numa conferência de maio de 1917: “O mundo vê no Brasil um país de febre amarela. O Governo brasileiro o confessa. A medicina brasileira não o pode negar” (p.11). Numa outra citação, na mesma página, Barbosa informa-nos que em 1857-1858, 1860, 1864 e 1869 tal doença chega do Brasil a Portugal. Mas esse não será o âmbito cronológico da obra, mais alargado.

Num segundo ponto ou capítulo do livro, intitulado “Resenha histórica da febre amarela”, Patrícia Moreno resume, em cerca de uma dúzia de páginas, o que a literatura seiscentista e setecentista afirmava sobre a epidemia; suas principais características e alterações fisiológicas no indivíduo acometido dessa patologia; e a abrangência geográfica da mesma, num triângulo atlântico Américas-África-Europa. A autora recorre a tratados médicos, mas também a breves referências em literatura popular do século XIX, como Alexandre Dumas e Júlio Verne, e menciona terríveis momentos de dizimação coletiva, como aquando da invasão francesa da ilha de São Domingo (atuais Haiti e República Dominicana) em 1801, de Barcelona em 1821 e do surto do vale do Mississípi em 1878, tendo morrido, nestes dois últimos casos, cerca de vinte mil catalães e outros tantos norte-americanos (p.17, 20). Introduz a questão do debate médico sobre a forma de combater essa praga e como ela se propaga, matérias que dividirão opiniões científicas e a opinião pública mundiais durante várias décadas do século XIX.

Subitamente, num terceiro capítulo, “Portugal e o Brasil ou o Brasil e Portugal”, a autora aligeira o tom, alarga o âmbito do seu estudo, não agora meramente geográfico, cronológico, estatístico e médico, mas contextualiza a situação geral portuguesa e brasileira, de forma rigorosa, mas necessariamente breve, de modo a impedir que o leitor se perca em demasiados pormenores e perca literalmente o fio à meada, esquecendo o propósito primeiro desse trabalho – a febre amarela e seu impacto sanitário, comercial e político nos dois países. Vai, assim, elencando as várias formas de relações luso-brasileiras – familiares/dinásticas, comerciais, sociais – e os diferentes métodos de contacto transnacional: o transporte marítimo de emigrantes portugueses em busca de trabalho, legal e ilegalmente; as políticas lisboetas para travar tal fluxo demográfico, bem como o surgimento da figura do “brasileiro” em Portugal, na sociedade e na literatura portuguesas. Está então dado o mote para uma apaixonante reflexão sobre questões de história das mentalidades, social e política: as condições insalubres nos “cortiços” brasileiros aos quais chegavam os emigrantes portugueses, mas também nos bairros pobres de Lisboa e Porto, onde a febre amarela se propagará; o constante ambiente de guerra civil e de revolução em Portugal até à Regeneração de 1851 e a dificuldade que diferentes governos sentiram para inverter uma política de emigração maciça, devido à pobreza, desemprego e analfabetismo que grassavam deste lado do Atlântico. A intervenção de figuras gradas da política e das letras portuguesas como Alexandre Herculano e Ramalho Ortigão, o conde de Tomar (Costa Cabral), Fontes Pereira de Melo e José Luciano de Castro, tentando alertar a opinião pública e legislar para que a falta de condições de salubridade e de habitação não servissem de rastilho à propagação da febre amarela, como ainda sucedeu no Rio de Janeiro, de forma intervalada, nas décadas de 1870 a 1890. Em Lisboa, a Sociedade de Geografia, cujos estatutos foram reformados em 1895, contou imediatamente com uma Comissão de Emigração, tal a preponderância política, económica e social da saída de emigrantes e consequente perda de força de trabalho e destruição do tecido social nacional.

Nos pontos – ou capítulos, como lhes poderíamos chamar – 4 e 5, o primeiro com cerca de trinta páginas e o segundo com cerca de quarenta, a autora congrega o essencial da sua análise, dedicada primeiro ao “Rio de Janeiro e a epidemia de 1850” e depois a “Lisboa e a febre amarela – a terrível década de 1850”. Com inteligente e rigoroso recurso a fontes de ambas as nacionalidades, Patrícia Moreno estuda os casos brasileiro e português socorrendo-se de pontos de vista contemporâneos e divergentes, alguns cientificamente fundamentados, outros meramente propagandísticos e eleitoralistas. Em causa estava perceber a verdadeira origem do surgimento e transmissão da doença e quais as formas corretas de a tratar e prevenir. Numa época em que o comércio luso-brasileiro e as remessas financeiras de emigrantes portugueses bem-sucedidos no Brasil pesavam fortemente na balança comercial de Portugal, o vetor de transmissão da doença, o mosquito, estava fora da equação. O mosquito, ou pernilongo, que faz parte do título desse livro e cuja imagem figura na respetiva capa, não era ainda entendido como elemento preponderante e transmissor da patologia. As autoridades portuguesas e brasileiras insistiram, durante décadas, em políticas de quarentena (à imagem, aliás, das demais nações) e na criação e manutenção do lazareto de Porto Brandão, na margem sul do Tejo, defronte de Lisboa e no lazareto da ilha do Bom Jesus dos Frades, no Rio. Os higienistas, reunidos pela primeira vez em congresso internacional em 1852, dividiam-se entre os que defendiam a existência de contágio e a necessidade de isolamento dos doentes e de quem viajava em navios onde grassava a doença (os contagionistas) e os que defendiam in stricto sensu que “A higiene e a desinfestação são as únicas armas de que dispõem os médicos” (p.80), sendo necessário combater a infeção onde ela ocorria (os infeccionistas).

Em Portugal, foi apurado que morreram quase seis mil pessoas durante as epidemias de 1856-1858, o que constituiu um número dramático de vítimas. Duas das mais célebres vítimas mortais foram o cardeal patriarca de Lisboa e o renomado médico e membro da Academia das Ciências de Lisboa António da Fonseca Benevides. O casal régio, dom Pedro V e dona Estefânia, interviriam corajosamente no socorro e apoio moral aos doentes, mas ambos morreriam muito novos de outras doenças frequentes na época, respetivamente febre tifoide e difteria. “Lisboa, cidade insalubre” era uma das imagens transmitidas durante décadas, fosse pelo académico Oliveira Pimentel, pelo afamado Eça de Queiroz ou pela polémica princesa Ratazzi, com o primeiro a afirmar, em 1857, as seguintes palavras arrepiantes: “O estado das praias lodosas em frente da cidade [de Lisboa] é o mais deplorável que se pode imaginar; e, se as comparássemos com o delta do Ganges, onde se gera o cólera-morbo, não ficaríamos longe da verdade” (p.126). O congresso sanitário reunido sob os auspícios régios naquele ano, na Academia das Ciências, pouco ou nada conseguiu resolver e não só “Os lisboetas fogem da epidemia” como “Lisboa sofria e morria!”, como sugerem dois subtítulos utilizados pela autora neste seu quinto capítulo (p.127, 130). Chegando-se à conclusão de que a doença não era “nativa” de Portugal, embora prosperasse com as condições de insalubridade e no tempo quente (e que, portanto, provinha por via marítima, sobretudo do Brasil), persistiram as políticas de quarentena e de utilização do lazareto.

É a esses dois temas – quarentena e lazareto – que Patrícia Moreno vai dedicar o sexto ponto ou capítulo do seu livro, o último com uma extensão considerável na obra agora em análise. Enquanto de França não surgiram as notícias das descobertas de Pasteur e do Brasil os resultados práticos da obra salvífica de Oswaldo Cruz, esta já no início do século XX, Portugal teve de recorrer aos anacrónicos mecanismos de contenção de uma doença que nunca mais se tornou tão devastadora como em 1856-1858, mas cuja ameaça constante, durante décadas, foi alvo da chacota, da incompreensão e da raiva de parlamentares, de jornalistas e de viajantes que, em face do número reduzido de mortes devidas à epidemia, se revoltavam quanto à preponderância de medidas sanitárias ditas “incivilizadas”. Numa segunda metade do século XIX, sobretudo marcada pelo ritmo cada vez mais frenético da circulação livre de pessoas, ideias e mercadorias, em nível europeu e mundial, as restrições de entrada no porto de Lisboa eram incompreensíveis para comerciantes e para os setores da sociedade, da política e da economia mais interessados em que Portugal prosperasse pela via da circulação comercial do que em escutar as posições cautelosas de médicos e de académicos que defendiam a necessidade da quarentena de pessoas e bens e sua permanência no lazareto na margem sul do Tejo. Medidas públicas de aprofundamento do saber técnico sobre a demografia, como o primeiro recenseamento geral da população em 1864, a utilização internacional do telégrafo elétrico e a aprovação de um regulamento geral de sanidade marítima em Portugal, já influenciada pelas ideias de Pasteur, terão contribuído para manter baixos os números de mortalidade epidémica, mas tal não impediu que, por exemplo, ocorresse uma “gravíssima epidemia de peste na cidade do Porto em 1897 que tinha demonstrado que os regulamentos sanitários observados desde há várias décadas não protegiam totalmente as populações” (p.157-158). Ora o que em hoje em dia é um lugar-comum, que o isolamento dos potenciais doentes e das pessoas afetadas por doenças não evita totalmente sua proliferação sem que a causa e os fatores de desenvolvimento e de propagação da mesma sejam conhecidos e anulados na sua ação nefasta, não era consensual nessa época – longe disso. Tal como no início da introdução da inoculação vacínica em Portugal, nos anos de 1800 e 1810, pela Academia das Ciências, aquela medida experimental fora motivo de polémica e de espanto por parte da maioria da população e das elites, quase cem anos depois a sobrevivência da quarentena e do lazareto eram também altamente contestados e incompreendidos, porque “residualmente” – se assim se poderá dizer – os casos de febre amarela e de outras epidemias, por vezes muito mais mortíferas, continuavam a manter-se: seria um caso de “matar o mensageiro”, até certo ponto; nesse caso, os médicos favoráveis a tais medidas e os decisores políticos sobre saúde pública em Portugal.

Patrícia Moreno contextualiza e problematiza esses dois temas, o da quarentena de passageiros em navios e o das condições – também elas insalubres! – do lazareto de Lisboa, que o governo tratou de estudar no sentido de melhorar. Os conhecidos escritores humorísticos e satíricos portugueses, Eça de Queiroz e Ramalho Ortigão, referiram-se ao lazareto, e o imperador dom Pedro II, na sua visita de 1871, fez questão de demonstrar o caráter privado da sua viagem sujeitando-se, como os demais, às condições de isolamento no lazareto. Mas para além dos incómodos dessas e de outras figuras ilustres, como a de Sarah Bernhardt, que infelizmente a autora não nos explica como contornou – se o conseguiu – a proibição de pisar Lisboa sem passar pelo lazareto (p.171-72), a questão era também de natureza comercial: os produtos que não pudessem passar pelo porto de Lisboa ou por qualquer outro porto português que estivesse vigiado pelas autoridades sanitárias eram desviados para as Canárias, para o Mediterrâneo ou para qualquer porto onde a política pública de saúde não fosse tão apertada. Refere especificamente o caso da barca Imogene, que em 1879 é caricaturado pela imprensa política e humorística nacional e no qual o diagnóstico do distinto médico Sousa Martins é colocado em causa, vendo-se o mesmo obrigado a escrever um livro – cujo título a autora não cita – para defender sua reputação e sua honra como médico (p.180 e s.). Apenas com a abertura do posto marítimo de desinfeção de Lisboa, a 1 de janeiro de 1906, já iniciado o século XX, a velocidade de entrada de passageiros e de mercadorias no porto lisboeta atinge o ritmo e a desburocratização que os tempos exigiam. A imprensa julga, naturalmente, com bons olhos tal inovação, mas aparentemente esquece-se de que ela não poderia existir se a ciência não tivesse já conhecido e debelado, no Brasil, as causas da mortandade que a febre amarela provocara durante décadas.

É nos dois últimos pontos ou capítulos, o sétimo e o oitavo, do livro que Patrícia Moreno explica-nos o que verdadeiramente mudou e obstou a que a febre amarela deixasse de matar aos milhares em Portugal. Se o médico português Ricardo Jorge escrevia que em 1860-1880 “só 20 navios entrados na barra de Lisboa foram considerados infeccionados” e se se sabe que isso ocorreu em apenas outros quatro até 1900 (p.192), não parecem restar dúvidas de que “O Brasil liberta-se… e Portugal respira”: isto é, só com a ação de Oswaldo Cruz (1872-1917), médico brasileiro, foi possível “estancar a mortandade devida à febre amarela no Rio de Janeiro” (p.195-196). A luta contra o mosquito, entre 1903 e 1909, permite senão erradicar, pelo menos diminuir drasticamente a incidência da doença em Portugal e no Brasil: “Não é a cura, mas sim a profilaxia da propagação da doença que irá trazer a glória a este médico brasileiro” (p.203). E nas conclusões, Patrícia Moreno deixa-nos duas afirmações, talvez um pouco longas para serem transcritas na íntegra, mas que são decisivas para compreender o essencial da mensagem transmitida: “As autoridades sanitárias e o governo de Portugal souberam resistir às incursões de febre amarela e de cólera-morbo. Souberam também resistir a todos aqueles que propuseram, na maioria dos casos com intuitos meramente comerciais e de lucro fácil, um aligeiramento ou mesmo a eliminação da legislação rigorosa em vigor”. E termina seu texto relembrando como “página quase esquecida da nossa história recente” a temática abordada: a do “perigo da importação” de febre amarela e as medidas adotadas pelas autoridades políticas e sanitárias portuguesas, com consequências danosas no desenvolvimento das relações comerciais entre Portugal e Brasil” (p.205-206). É este seu papel, assumido, como autora: fornecer as pistas, as fontes e os factos para que consensualmente se possa chegar a tais conclusões, deixando ao leitor a liberdade de concordar ou não com tais assunções, que são apenas afirmadas no final do livro.

O nono e último ponto ou capítulo é o da bibliografia, talvez o mais frágil de todos. Poderia ser mais rigorosamente dividido em fontes, bibliografia e webgrafia. A “Bibliografia: Séculos XVII a XIX” poderia ser designada por fontes e a referente aos séculos XX e XXI, essa sim, listada como bibliografia, excetuando a que diz respeito às décadas de 1900 a 1920 ou 1930, dado que são de 1926 e 1938 dois títulos de Ricardo Jorge que podem ser considerados fontes. Também as caixas dos arquivos citados do Ministério português dos Negócios Estrangeiros e do Arquivo Nacional da Torre do Tombo deveriam ser mencionadas e as páginas de internet conter as datas de consulta. Mas essas são questões secundárias, mais do foro editorial do que autoral. Faria ainda falta um índice remissivo, pelo menos onomástico, para mais fácil localização de figuras referidas da medicina, literatura, política e jornalismo portugueses e brasileiros em duzentas páginas de uma obra que se lê com grande facilidade e proveito. Numa segunda edição, Patrícia Moreno poderá eventualmente acrescentar alguma bibliografia especializada brasileira, como artigos da revista História, Ciências, Saúde – Manguinhos a propósito de temáticas similares, consultáveis, também eles on-line, se eventuais acrescentos e aprofundamentos o justificarem, naturalmente.

Daniel Estudante Protásio – Pós-doutorando, Centro de Estudos Interdisciplinares do século XX/Universidade de Coimbra. Portugal. E-mail: daniel.estudante.protasio@gmail.com

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