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Transformação da teoria crítica – BORGUES (FU)
BORGES, B. Transformação da teoria crítica. Uberlândia: Edufu, 2010. Resenha de: NAVIA, Ricardo Joaquín. Filosofia Unisinos, São Leopoldo, v.12, n.1, p.90-93, jan./abr., 2011.
En el siglo pasado hubo en el norte de Europa regímenes políticos nacidos por refinamientos de la inspiración iluminista que lograron una muy satisfactoria distribución del bienestar, que se abstuvieron de las guerras y del fascismo y que bregaron por los derechos humanos en el mundo, y, sin embargo, hoy desandan el camino y tienen populosos partidos xenófobos y reaccionarios. En la inmensa Rusia, hubo una sociedad nacida de una utopía postiluminista que logró eliminar el hambre y el analfabetismo de sus incontables millones, cambió el arado de madera por las centrales nucleares y ayudó a la descolonización del África, pero poco después produjo campos para disidentes, una casta de burócratas con discursos dogmáticos y terminó implosionando ante los ojos incrédulos del mundo. Por su parte, en decenas de países hay millones de ciudadanos explotados y humillados generación tras generación que apoyan entusiastamente a los propios partidos y regímenes que los han colocado sistemáticamente en esa situación.
¿Podría haber tarea más urgente que la renovación de la teoría crítica de la sociedad?
Transformação da teoria crítica de Bento Borges aborda el proceso intelectual de búsquedas y transformaciones protagonizado por Jürgen Habermas desde la teoría crítica como crítica de las ideologías hacia una pragmática universal con argumentos contrafácticos como fundamento para una teoría de lo social que pretende seguir siendo crítica y mantener sus aspiraciones de incidencia en la transformación de las sociedades contemporáneas.
Como es obvio, Borges se impuso un acotamiento temporal bien preciso para su trabajo: llegar hasta los escritos preparatorios de la teoría de la acción comunicativa, pero no aventurarse en los meandros de esa obra gigantesca, lo cual no solo se justifica por razones prácticas si no también porque allí se cierra una etapa en la evolución intelectual de Habermas. La investigación, realizada con encomiable rigor y afán de claridad, virtudes no siempre presentes en escritos de teoría social y filosofía, comienza tratando de captar el sentido fundamental de la idea crítica desde Kant y Hegel hasta las fuentes del marxismo, el propio Marx y luego dos orientaciones básicas de la Teoría Crítica de la primera generación: Horkheimer y Marcuse. Recuerda que el sentido de la “crítica” en la Escuela de Frankfurt pretende combinar la crítica dialéctica materialista de Marx con la motivación moral del criticismo kantiano y el sentido trascendental de este último en la autoevaluación de las propias capacidades racionales humanas. Ese capítulo es especialmente importante porque conecta desde el comienzo la teoría crítica con una sensibilidad ética y social que ha sido fundamental en la tradición filosófica. Es un capítulo donde quedan insinuadas algunas tensiones que han problematizado a la Teoría Crítica y al pensamiento de cambio desde entonces, a saber: tensión entre la urgencia del cambio y la preservación de los valores liberales, entre intereses de clase e intereses universales, entre teoría y práctica, entre intelectuales y militantes, entre lo material y lo moral, entre la eficiencia y la justicia; entre, al fin: la ideología, la ciencia y la filosofía.
Analiza luego el sentido de la crítica en la primera etapa de la obra de Habermas: la crítica del positivismo, la tesis de los intereses del conocimiento, la revalorización del psicoanálisis como modelo de disciplina autorreflexiva y el análisis habermasiano del capitalismo tardío que en ese momento recién comenzaba a despuntar. Precisamente el contexto histórico donde los reclamos ya no apuntan solo a la situación de explotación laboral sino también a los problemas de género, del medio ambiente, de la paz, etc., es el correlato del desplazamiento del eje en el pensamiento social de Habermas desde la centralidad de la categoría del trabajo hacia la centralidad de la acción comunicativa, que marcará su alejamiento de la matriz social marxista.
En suma, la atinada estrategia general de la investigación de Bento Borges consiste en mostrar que había toda una serie de nuevos sentidos y temas de la crítica social y cultural que empezaban a reclamar un punto de convergencia, un eje de sentido. Si bien esta primera parte del libro se completa con un seguimiento de la exploración que Habermas realiza sobre teoría de la argumentación, desde el capítulo 4, el libro nos muestra que Habermas iba a encontrar ese punto de apoyo para su teoría crítica renovada en sus estudios sobre pragmática universal y luego (capítulo 5) especialmente en el argumento contrafáctico. Analiza la construcción de la pragmática universal de Habermas como el resultado de un largo periplo por la filosofía analítica del lenguaje que comienza en las Investigaciones de Wittgenstein, de donde toma especialmente la idea de juegos de lenguaje, sigue con la teoría chomskyana de la competencia comunicativa y finaliza en la teoría de los performativos de los actos de habla de Austin y Searle. Considera la teoría de la competencia lingüística de Chomsky como sistema de reglas basadas en la estructura innata del lenguaje humano, pero muestra que Habermas va a cambiar el enfoque monológico de Chomsky por un enfoque de raíz wittgensteiniano que hace hincapié en la intersubjetividad básica del lenguaje y de la comunicación. Como dice Bento Borges: “A mútua reflexividade das expectativas é a condição para que os dois parceiros possam se ‘encontrar’ na mesma expectativa colocada objetivamente com a regra, ‘partilhar’ seu significado simbólico” (p. 108).
Sin embargo, es la teoría de los actos de habla de Austin la que va a marcar el pasaje de una teoría de la competencia lingüística a una teoría de la competencia comunicativa y con ello el pasaje de la filosofía de la conciencia a un paradigma de la comunicación. Las proferencias que son el objeto de Austin tienen “além do significado de sua parte proposicional, um significado que se liga à situação de fala como tal” (p. 118). Y, así como la competencia linguística remitía a reglas abstractas, la competencia comunicativa captada en la Pragmática Universal (PU) remite para una “situación ideal de habla”. Los Universales Pragmáticos (UP) son para Habermas condición de posibilidad del habla y de la acción comunicativa con lo cual comienza a esbozar su programa de “desenvolver uma teoria da competência comunicativa em termos de uma pragmática universal” (p. 121).
En esta época Habermas intentó varias clasificaciones de los actos de habla acercándose mucho a la clasificación de Searle en actos: comunicativos, constatativos, representativos y regulativos. Los PU son estructuras universales de la situación de habla que operan como condición de posibilidad de los diversos actos de habla. En artículos de 1970 y 1971 deja claro que esos UP implican también ciertas distinciones conceptuales (o categoriales) y ciertas condiciones de simetría sin las cuales no son posibles. Esas condiciones caracterizan idealmente a la intersubjetividad pura pero de algún modo están presupuestas aunque mínimamente en todo acto comunicativo, sin esa presuposición no es posible la comunicación. Con ello queda delineada la idea de la “situación ideal de habla”. Precisamente la SIH ya está presupuesta en los universales pragmáticos que son condición de posibilidad del habla y de la acción comunicativa. Dice Bento Borges: “A condição básica inicial para a comunicação implica numa simetria ligada aos atos comunicativos: todos os falantes-ouvintes potenciais devem ter as mesmas chances de começar, continuar e retomar discursos, através da fala e da contrafala, da pergunta e da resposta, da réplica, etc.” (p. 124). Quien actúa comunicativamente tiene necesidad de asumir ciertos presupuestos contrafácticos sobre significados, sobre pretensiones de validez, sobre la capacidad de sus interlocutores, etc. Las condiciones del habla empírica distan muchas veces de la SIH pero “esa suposición, aún cuando se haga contrafácticamente, es una ficción operante en el proceso de comunicación” (Habermas, 1989, p.155).
Para Habermas la SIH tiene un status semitrascendental, status que por cierto ha sido muy discutido durante los 90, pero que él creyó ver en la medida en que: por un lado, la SIH ya está presupuesta en toda comunicación real y efectiva y, por otro, que esa SIH, como ideal, rebasa las comunicaciones cotidianas en tanto ellas siempre encierran un cierto monto de asimetría, de coerción, de ilusión, etc. Precisamente la posible confrontación comparativa entre la SIH y las condiciones empíricas de la interacción y la comunicación reales es la que posibilita la función crítica de la SIH.
Habermas insiste en que la SIH no equivale a un principio regulativo kantiano ni a un concepto existente en el sentido de Hegel, pues si bien no se ha concretado históricamene tampoco es un mero ideal al modo de la metafísica clásica, sino algo ya implícito en las estructuras básicas que posibilitan nuestra comunicación y que de alguna manera proporcionan una imagen de la vida buena. Una “forma de vida inspirada na antecipação formal do diálogo idealizado” (p. 136), con lo cual pretende estar alcanzando un fundamento para la teoría crítica que, como él ansiaba, no sea ni contextual ni relativista.
Borges señala con acierto dos problemas pendientes en este tema de la SIH y su rol crítico-transformador. Por un lado, que no es claro de qué modo tal anticipación podría favorecer nuestro acercamiento hacia una forma mejor de vida. Y, por otro lado, que “é obscuro o status da antecipação da situação ideal de fala” (p. 136) y dedicará el resto del capítulo 5 a una investigación sobre este último aspecto a partir de los enunciados contrafácticos. Para ello, revisa extensamente – mucho más allá de Habermas por cierto – el tratamiento de los mismos especialmente en la tradición de la filosofía analítica desde Toulmin y Quine, pasando por Bunge, David Lewis, Jaegwon Kim, Nicholas Rescher, hasta los artículos canónicos de Nelson Goodman, Wilfred Sellars, Robert Stalnacker, Ernest Nagel y Saul Kripke. El centro de esa ardua exploración es la interpretación pragmática de los argumentos contrafácticos tal como sobretodo aparece en la polémica entre N. Goodman y W. Sellars. Como es sabido, se trata de un problema arduo que no está para nada resuelto. La exploración de Bento Borges es por demás seria y meritoria aunque quizás se le puede reclamar la ausencia de una síntesis final del capítulo que concretara los resultados obtenidos y su posible conexión con la propuesta habermasiana.
En términos generales un argumento contrafáctico es un razonamiento que pretende sacar conclusiones a partir de una premisa condicional que sabemos que no es verdadera (o de la negación de una premisa verdadera). En este sentido, para Habermas la SIH opera como una suposición contrafáctica con relación a la cual se puede evaluar la racionalidad comunicativa de los consensos, de las acciones cooperativas, e incluso de las instituciones y normas. De modo que provee de un criterio de evaluación crítico que apunta a un mejoramiento de las condiciones de interacción basado no en una mera norma abstracta sino en las potencialidades racionales implícitas en la estructura de nuestra intersubjetividad tal como esta se muestra en las estructuras básicas de nuestra competencia comunicativa. Como Habermas lo explicitará más adelante, consigue con ello esbozar los lineamientos para un pensamiento postmetafísico en la medida en que encuentra una pauta normativa capaz de guiar nuestras evaluaciones críticas que no es una hipóstasis metafísica ni un mero consenso contextual. Una pauta a la altura de una teoría crítica que pretenda superar el contextualismo relativista sin recaer en la metafísica clásica.
En las conclusiones, Bento Borges se asoma a las relaciones de los contrafactuales con el pensamiento trascendental y a la estructura lógica del pensamiento contrafactual. Ambos temas han tenido desde entonces desarrollos técnicos interesantes, por ejemplo en relación a los “mundos posibles” y la lógica modal; más allá de ellos, creo, con el autor, que la insistencia habermasiana en la SIH y en los contrafactuales apunta a explicar un potencial de racionalidad que la evolución sociocultural va generando y que explica la posibilidad de crítica y de proyecto más allá de las limitaciones reales o de estructuras con claros déficits de racionalidad, de justicia y de diálogo. Un anuncio realmente bienvenido en un ambiente sociocultural – el de los 80 y 90 – invadido por el pensamiento único y coartado por la tesis postmoderna del “fin de las utopías”. En esa insistencia de algún modo se sintetiza el propósito habermasiano de refundamentar una normatividad que apoye los proyectos de cambio y una epistemología que refunde esa propia teoría.
Referências
HABERMAS, J. 1989. Teorías de la verdad. In: J. HABERMAS, Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos. Madrid, Cátedra.
Ricardo Joaquín Navia – Universidad de la República. Montevideo, Uruguay. E-mail: naviamar@adinet.com.uy
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