Public History and School, International Perspectives – DEMANTOWSKY (Nv)

DEMANTOWSKY, Marko (Ed.). Public History and School. International Perspectives. Oldenbourg: De Gruyter, 2019. Resenha de: CECCOLI, Paolo. Novecento.org – Didattica dela storia in rete, 1 lug. 2019.

Tra gli specialisti e gli studiosi di didattica della storia il dibattito sulla public history è più vivo che mai. In questo ambito Marko Demantowski, direttore esecutivo della rivista on line https://public-history-weekly.degruyter.com/ha curato una raccolta di saggi, corredata da un’ampia e interessante bibliografia, sul rapporto fra public history e scuola che vale la pena di trattare[1].

Il testo parte da una tesi forte: qualunque cosa sia la public history, ci sono ragioni storiche e concettuali per sostenere che essa trovi nella scuola un luogo d’elezione.

Uno dei progetti più riusciti della modernità, diffuso in tutto il mondo e garantito dagli stati, è la gigantesca istituzione che chiamiamo scuola, specialmente quando è offerta gratuitamente e resa obbligatoria per tutti. Dal XVIII secolo in poi, ciò che segna la graduale apparizione di questo progetto governativo enormemente dispendioso è connotato da specifici interessi che si compongono parzialmente con la tradizione religiosa e militare. Uno scopo preciso promosse il successo della creazione delle scuole come istituzioni obbligatorie e universali o, se vogliamo, come lunghi e collettivi riti di passaggio. Fu l’integrazione interna nei nuovi stati nazionali emergenti e la fondazione della loro coerenza di fronte alle precedenti diversità geografiche, sociali, linguistiche e religiose[2].

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Scholarship and Inquiry in the Ancient Near East – RICHARDSON; GARFINKLE (PR-RDCDH)

RICHARDSON, S.; GARFINKLE, S. (Eds.). Scholarship and Inquiry in the Ancient Near East (=Journal of Ancient Near Eastern History special issue, vol. 2/2, 2015) Berlin: de Gruyter, 2016. 179p. Resenha de: ÁLVAREZ GARCÍA, J. Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia, Murcia, p.137-139, 2017.

La obra fue editada a petición de Seth Richardson y Steven Garfinkle (quien es además coeditor de la revista junto con Marc van de Mieroop). El tema central de este número especial versa sobre la producción, organización y edición del conocimiento cuneiforme. Para aproximarse a este tema se eligieron cuatro ámbitos en torno a los cuales se han realizado cuatro contribuciones por parte de distintos estudiosos sobre la historia del conocimiento en el Próximo Oriente Antiguo.

Como el propio Richardson afirma en la introducción al volumen (Introduction: Scholarship and Inquiry in the Ancient Near East, pp. 91-107) el primer problema al que se deben enfrentar los distintos investigadores es a la tendencia general de estudio sobre los corpora cuneiformes. Ésta consiste en la edición y comentario de los textos y las prácticas que los generaron sin tener en cuenta las operaciones intelectuales ni los medios sociales en los que estas actividades se desarrollaron, extrayendo el texto de su entorno socio-cultural.

Por lo tanto, los artículos que recoge el volumen pretenden ahondar en una serie de cuestiones como la organización y acceso al conocimiento y su transmisión, la figura y autoridad del escriba/erudito y su propia percepción como copista y autor de su trabajo. Así mismo se analizan los medios político, social y económico en el que estos trabajos intelectuales tomaron forma y con los que se relacionan. Del mismo modo, también se tratan en las distintas contribuciones las prácticas y los procesos interpretativos por parte de los escribas hacia los textos que recibían, con los trabajaban y con los que interactuaban. Finalmente, también se analizan cuestiones epistemológicas en torno a lo que el propio escriba y erudito pensaba sobre sí mismo y sobre su actividad.

Este trabajo sigue una tendencia muy actual en la investigación sobre el Próximo Oriente antiguo que gira en torno a la erudición y la producción intelectual. Sin embargo, esta nueva forma de aproximarse al mundo de los estudiosos en la antigüedad próximo-oriental no se habría conseguido sin establecer su “autonomía conceptual”, huyendo de los esquemas de las civilizaciones clásicas sobre pensamiento, filosofía y erudición en torno a las que tradicionalmente han girado esta clase de investigaciones; es decir, era fundamental concebir el conocimiento producido en los scriptoria próximo-orientales como esencialmente distinto y culturalmente independiente de lo que se desarrolló posteriormente en el mundo clásico. De esta forma, contamos desde la década de los noventa y muy especialmente en los últimos años con trabajos y proyectos en torno a la historia intelectual próximo-oriental.

Las cuatro contribuciones a este volumen se pueden organizar en dos grupos. El primero consistiría en los dos primeros artículos que versan sobre el desarrollo de la actividad intelectual en el área mesopotámica en dos periodos consecutivos, siendo el primero el dedicado al arco cronológico que va desde la invención de la escritura hasta el final del periodo paleobabilónico y el segundo desde ese momento hasta el final de la cultura cuneiforme durante la dominación helenística. El siguiente grupo trataría áreas donde la cultura cuneiforme mesopotámica fue cultivada, pero de donde no era originaria; consiste en dos artículos dedicados al desarrollo del cuneiforme en el mundo Hitita y en Ugarit respectivamente.

La primera contribución corre a cargo de Paul Delnero bajo el título Scholarship and inquiry in Early Mesopotamia (pp. 109-143) donde analizará distintos aspectos de la producción intelectual cuneiforme desde la invención de la escritura hasta finales de periodo Paleobabilonico (3400 a.C. – 1600 a.C.). El primer aspecto que estudia sobre la cultura cuneiforme es la cuestión de la autoría, en torno a la cual el autor define su carácter compartido entre aquellos que copian y transmiten las obras escritas y aquellos otros que las representan. Otro aspecto que trabaja es el de la organización del conocimiento y las funciones de la educación cuneiforme: aportar mecanismos prácticos para su desarrollo posterior y crear una cierta conciencia de clase en el conjunto de los escribas, una suerte de élite intelectual al servicio del poder y separada de la masa iletrada con escaso acceso al conocimiento. Si bien la posesión del conocimiento generaba una identidad de clase al servicio del poder siendo el conocimiento un potente instrumento de control social; esta función sólo podría adquirir su significado en la representación de la ideología ante una audiencia. Es decir, si entendemos el conocimiento como marca de la élite política, este instrumento solo adquiere autoridad cuando se pone en práctica a través de una red de agentes e instituciones que representan los distintos rituales y contenidos de los textos cuneiformes.

Alan Lenzi continúa con la descripción de la erudición cuneiforme en Mesopotamia desde la época kasita hasta el periodo tardío. En el artículo que titula Mesopotamian Scholarship: Kassite to Late Babylonian Periods (pp. 145-201) Lenzi, atendiendo a estos textos específicamente, observa una notable continuidad en los métodos de trabajo pese a proceso de canonización de los corpora eruditos, puesto que vemos innovaciones a través de comentarios y ampliaciones. Además, parece haber una reivindicación de la figura del escriba al indicar su nombre en los colofones de las obras, una manera de señalar el orgullo por su profesión. En el I milenio, los comentarios se hacen mucho más detallados y extensos que en el periodo anterior, lo cual indica una reflexión profunda en torno a las obras clásicas de la cultura mesopotámica, siendo la base de tal reflexión la escritura que era concebida como el mecanismo para aprehender el mundo. En este periodo y muy especialmente a lo largo del I milenio, estos intelectuales están íntimamente ligados con los aparatos de poder, ofreciendo sus servicios a las altas esferas sociales y políticas en sus consultas. Sin embargo, un importante proceso dentro de este largo periodo fue el de la expansión del saber mesopotámico a otras áreas durante el Bronce Final; de ser un conocimiento prácticamente circunscrito al área mesopotámica, pasa a convertirse en un conocimiento capaz de adaptarse a otras realidades culturales.

Es dentro de este proceso de expansión del saber cuneiforme a otras áreas donde se desarrollan las dos contribuciones siguientes. La primera, In Royal Circles: The Nature of Hittite Scholarship (pp. 203–227), ha sido escrita por Theo van der Hout y gira en torno a la actividad intelectual en Hattusa, uno de los puntos donde el saber mesopotámico tuvo más arraigo. Lo que pretende el autor es establecer la identidad del erudito hitita separado de la del simple burócrata, para poder establecer la auténtica naturaleza de la intelectualidad hitita. Vemos como una vez más el autor considera los colofones como una preciada fuente para conocer la identidad de los escribas y sus relaciones, además de ser un indicativo de cierta conciencia de clase entre los eruditos. A esto se suma el alto estatus social con el que contaban los escribas eruditos en el mundo hitita, muy cercanos al poder político y a distintas altas autoridades. Al igual que en el área mesopotámica la educación se podría dividir en dos estadios, un primer estadio enfocado a adquirir las competencias más básicas para la administración y un segundo con un estudio profundo de los textos de cara a una especialización en la erudición cuneiforme. Serían aquellos escribas que alcanzarían el segundo estadio de conocimientos los que constituirían la cúspide intelectual de la sociedad, los que firmarían sus obras en los colofones y los que pretenderían diferenciarse de los simples escribas administradores. Sin embargo, la escasez de textos sumero-acadios en Hattusa con colofón firmado indica que sólo un pequeño círculo de escribas se dedicaba a cultivar el saber mesopotámico.

El último artículo de este número especial consiste en un trabajo conjunto de los profesores Robert Hawley, Denis Pardee y Carole-Roche Hawley titulado The Scribal Culture of Ugarit (pp. 229–267) sobre las prácticas eruditas en Ugarit, ciudad costera del Norte de la actual Siria, que además de convertirse en un potente emporio comercial durante el Bronce Final, también fue un importante polo de atracción del saber mesopotámico del cual encontramos numerosos ejemplos en casas privadas donde se constituyeron centros de enseñanza. Como los propios autores señalan Ugarit es un lugar idóneo para estudios de historia intelectual al existir una cultura escrita dual (silábica y alfabética) que nos permite establecer comparaciones, diferencias y relaciones entre el conocimiento importado y el local. Este estudio de la producción intelectual ugarita se puede explicar a través de la tensión que se desarrolla entre la tradición y la innovación. Así pues, los autores se valen del modelo procedente del idealismo alemán sobre el desarrollo histórico comprendido en tres estadios (tesis – antítesis – síntesis) para dar una perspectiva intelectual e histórica al desarrollo de la erudición en Ugarit. Al igual que en otras zonas, aquí también los colofones nos aportan una gran cantidad de información sobre la identidad de los escribas. El primero (tesis) lo compondrían los eruditos dedicados al cultivo del cuneiforme mesopotámico, considerado un saber de prestigio y autoridad. Sin embargo, en torno al s. XIII a.C. se desarrolla desde las altas esferas políticas un sistema de escritura paralelo de carácter alfabético, de esta manera algunos escribas marcan su identidad y exploran nuevas vías de innovación (antítesis). Durante el último periodo de existencia del reino de Ugarit ambos sistemas convivieron y se retroalimentaron (síntesis).

A lo largo de estas cinco contribuciones sobre el tema de la erudición en el Próximo Oriente antiguo se pueden definir cuatro claves para entender la producción intelectual cuneiforme y que marcan las nuevas vías de investigación: la relación entre los escribas, la relación entre el escriba y el texto cuneiforme, la relación entre el escriba y el poder político y la relación entre el escriba y la identidad cultural. Los escribas en el Próximo Oriente Antiguo establecían su identidad social a través de su conocimiento erudito que los distinguía del resto de la población o incluso de otros escribas menos cualificados. Su trabajo no consistía en la mera copia de los textos cuneiformes, sino en la reflexión en torno a ellos, estudiándolos, comentándolos, ampliándolos, una relación muy especial entre erudición y escritura. Esta actividad venía amparada por los poderes políticos que veían en el conocimiento cuneiforme un potente instrumento de control social y mantenimiento de las estructuras de poder, el cual se servía de estos eruditos para poner en práctica dicho conocimiento ante una audiencia. Finalmente, está la cuestión de la relación con la identidad cultural, un aspecto mucho mejor apreciable en aquellas zonas donde el cuneiforme silábico no era originario. Por una parte, un enriquecimiento cultural a través del saber mesopotámico que les aportaba un prestigio social elevado, y por otra un cultivo del saber local, incluso en un sistema de escritura nuevo, que les vinculaba con la identidad colectiva. Seguramente, una última contribución a este volumen que versara sobre la recepción y producción de conocimiento en Asiria habría completado de manera excelente este estudio sobre la actividad erudita en el Próximo Oriente antiguo.

Así pues, vemos como la historia intelectual no es una rama apartada de los estudios históricos en el Próximo Oriente antiguo, sino intrínseca a las sociedades en donde estos conocimientos se desarrollaron.

Juan Álvarez García – Universidad Autónoma de Madrid.

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In Search of Pythagoreanism. Pythagoreanism as an Historiographical Category – CORNELLI (RA)

CORNELLI, G. In Search of Pythagoreanism. Pythagoreanism as an Historiographical  Category. Berlin: “Studia Praesocratica”4, De Gruyter, 2013. Resenha de: STAVRU, Alessandro. Revista Archai, Brasília, n.13, p. 171-173, jul., 2014.

This book is the English version of a work  which appeared two years ago in Portuguese.1 Its structure and general aim are clearly outlined 2. I will give a brief sketch of them before moving to more general issues. The volume consists of four chapters. The first two have a methodological character, and deal with the history of modern scholarship on  Pythagoreanism and Pythagoreanism as an historiographical category respectively. Chapters three and four have a more specific character, being focused on two fundamental doctrines of Pythagoreanism such as metempsychosis and arithmology. The interplay between these different aspects, that is on the one hand methodology, on the other the discussion  of sources, is a main feature of the book. Equally noteworthy are the range of ancient and modern materials examined, the variety of scholarly approaches surveyed, and the original insights provided on  different topics.

The author’s main claim is that Pythagoreanism cannot be understood by the conventional  means of scientific investigation. Pythagoreanism is a phenomenon sui generis; it requires therefore a methodology which must also be sui generis. First of all, it is a phenomenon which is not limited in time, as Pythagorean tradition never died3 Secondly, it is a multi-faceted phenomenon which cannot be studied without taking into account its complexity and its contradictions. Last but not least, even the definition of “Pythagoreanism”is a problem: every scholar has more or less his own view of what is “Pythagorean”and what is not, of what belongs  to the tradition going back to Pythagoras and his immediate followers and what has been added to it later.

As the author puts it, the uniqueness of  Pythagoreanism depends on the fact that this phenomenon is both diachronic and synchronic. It is diachronic because it can be understood only if one deals with the different strata of its tradition. Every stage of Pythagoreanism is a construction (or even a re-construction) whose reliability depends both on the trustfulness of the elements which constitute it and the soundness of the methodological criteria applied. Since the times of August Boeckh, 4 scholars have been analyzing these elements trying to sort out doxographical trees of succession which would enable to grasp fragments of lost texts of Pythagoreanism. This task has been accomplished by studying late authors such as Porphyry and Iamblichus, whose accounts turned out to rely on earlier texts such as those of Aristotle and his followers. But  however successful (or unsuccessful) these studies have been, 5 other problems arose from them. The data made available by Quellenforschung showed that Pythagoreanism had always been a multifaceted as well as an extremely controversial movement, and that reconstructing its tradition from Neoplatonism up Aristotle and Plato could not help in explaining its inconsistencies. On the contrary, the more “original”testimonies emerged from Hellenistic and Roman literature the more it became evident that Pythagoreanism was characterized by two apparently incompatible strands of knowledge, i.e. the “mystical”one of acousmata and metempsychosis and  the “scientific”one of cosmology and mathematics.

Cornelli gives full account of the interpretations which led to this impasse. His scrutiny of  Pythagorean scholarship is both exhaustive and  stimulating. The different hermeneutic approaches to Pythagorean literature make clear that a purely diachronic approach to the historical development of tradition is not sufficient to grasp its uniqueness. Cornelli suggests therefore to combine this approach with another one, which he calls «synchronic ». As he puts it, «to synchronically understand Pythagoreanism is to recognize its place within the categories ordinarily used to describe ancient philosophy»,  namely: «“pre-Socratic”, “school”, “science”, “religion”, “politics”, or even “philosophy”» (54). But as none of these standard categories is multifaceted enough to apply to Pythagoreanism, an adjustment in methodology becomes necessary. A truly  synchronic understanding of Pythagoreanism must be multidisciplinary, in order to overcome «the  dichotomies between science and magic, writing  and orality, Ionians and Italics, to which historiography usually appeals”(55). Such an approach had already been attempted by Walter Burkert, who in his seminal book of 1972 pointed out the necessity to have a treatment of Pythagoreanism as «many- sided as possible».6 Cornelli follows this path, but goes further. He claims that if Pythagorean wisdom is polymathy, as Heracleitus puts it (fr. 22 B 40 and 129 DK), the study of it must suit its nature, and thus turn into a « methodological polymathy » (54). This leads Cornelli to claim that  Pythagoreanism itself must be considerated as an historiographical category. It does not fall under the “conventional”categories of Presocratic philosophy such as religion, politics and science, but encompasses them all.

Cornelli’s aim is ambitious: he maintains that one has to understand Pythagoreanism not through already existing categories, but as a category on its own. This « will permit Pythagoreanism to emerge from the mists of its complex history » (54), and in turn enable to get a better understanding of other categories of ancient philosophy. Such a methodology may even be of great impact outside the field of Pythagoreanism, as it will likely have consequences also for the study of the pre-Socratics in general.7

One may wonder whether such an holistic approach, which aims at eliminating barriers between disciplines, is altogether possible, given the ultra- specialized character of contemporary scholarship. Another problem concerns the subjects of research which characterize Pythagoreanism. These appear to be fundamentally heterogeneous: on the one  hand science, on the other religion: can we cope with such diverse topics using one single approach? Cornelli’s book leaves many questions open: only  time will tell if its ideas will be able to convert into reality. One thing is certain: a holistic approach to Pythagoreanism may be difficult if not altogether impossible to attain. But even more so, there is no doubt that such an approach represents a highly  wished desideratum in scholarship, where compartmentalization of the different facets of Pythagorean knowledge has become more and more increasing, thus making it difficult to study the context of their origins, development, and interdependency.

But  Pythagoreanism is not only an historiographical category. Cornelli goes further this categorization, and tackles key-issues linked to it, namely the definition of Pythagoreanism and the criterion for being Pythagorean.8 To answer these questions, he focuses on three distinct strands of Pythagorean tradition,  namely: way of life as attested in the akousmata and symbola, immortality and transmigration of the soul, and numerology. Cornelli’s idea is that all of these  forms of knowledge, though different, go back to  “Proto-pythagoreanism”, 9 that is to the most ancient stage of this philosophical movement, and that they remained a distinct feature of Pythagoreanism also in later ages. In two distinct chapters he deals in detail with these topics (chapter 3, on metempsychosis;  chapter 4, on numbers), which showcase how varied and multifaceted Pythagoreanism is. Here we learn, among other things, that Pythagoreanism appears to be « both mystical and scientific, because on the one hand, the theory of metempsych ō sis does not respond only to a soteriological mystique, but also becomes an explanatory element of a reality that is irreducibly interconnected, as well as being the foundation of  epistemology in the practice of anám n ē s is» (192).

One might think that in Cornelli’s view the definition of Pythagorean identity is a complex one, similar to that of Pythagoreanism as an historiographical category. But this is not the case, as for Cornelli the criterion for being Pythagorean is « membership in a community and a shared bíos consisting primarily in observing Pythagorean  akoúsmata and symbola, rather than the acceptance of certain philosophical and scientific theories » (82). This means that if on one hand there is no contradiction between the acousmatic and the  mathematical Pythagoreanism, on the other there is no doubt that the acousmatic moment is decisive: not science but way of life and belonging to a Pythagorean koinonia 10 is the ultimate criterion for identifying a Pythagorean.11

So we see: the concern of an historiographical Pythagoreanism which encompasses the contrasts and differences of tradition does not impede the  author to provide the distinctive feature of what is specifically Pythagorean and what is not. A major achievement of the book lies in the productivity of this ambivalence: very different figures of tradition like Philolaus and Apollonius turn out to be similar as soon as their adherence to a special lifestyle and a community comes to the fore. We can therefore conclude that Cornelli’s Pythagoreanism is not just a “historiographical category”, as it has to do not with the doctrines, but with the lives of its protagonists. It is a category  in flesh and blood, which cannot  be separated from the charismatic manners and  attitudes of the representatives of Pythagoreanism in its different historical stages.

Notas

  1. G. Cornelli, O pitagorismo como categoria historiográfica, “Classica Digitalia Brasil”, CECH- Universidade de Coimbra/Annablume, Coimbra/São Paulo 2011. In the same year the author organized a conference on Pythagorean tradition in Brasilia, the proceedings of which have appeared recently (On Pythagoreanism, eds. G. Cornelli, C. Macris, R. McKirahan, de Gruyter, Berlin 2013).
  2. See the reviews of the Portuguese version of Cornelli’s book: Francesc Casadesús Bordoy, Archai 7 (2011), 159-162 and Manuela Dal Borgo, Digressus 12 (2012), 64-71.
  3. 53: «Rather, the proposed methodology aims to understand how, through the intertwining of diachronic and synchronic dimensions, the category of “Pythagoreanism”survived the expected dilution of a multifaceted movement, a movement that is not only radically and extensively diverse in its authors and subjects, but that additionally spans over a thousand years of the history of Western thought. In fact, the unique challenge of this project among to the problems associated with the history of pre-Socratic philosophy lies in the fact that Pythagoreanism has properly never died».
  4. A. Boeckh, Philolaos des Pythagoreers Lehren nebst den Bruchstücken seines Werkes, Vossische Buchhandlung, Berlin 1819.
  5. Seminal Quellenforschung in Pythagoreanism has been done since the last decades of 1800. See E. Zeller, E. Rohde, Die Quellen des Iamblichus in seiner Biographie des Pythagoras, Rheinisches Museum für Philologie 26 (1871), 554-576; J. Mewaldt, De Aristoxeni Pythagoricis sententiis et Vita Pythagorica, Dissertation Berlin 1904; W. Bertermann, De Iamblichi vitae Pythagoricae fontibus, Dissertation Königsberg 1913; A. Delatte, Études sur la littérature pythagoricienne, Slatkine & Fils, Paris 1915, Essai sur la politique pythagoricienne, Slatkine & Fils, Paris 1922, La vie de Pythagore de Diogène Laërce, Lamertin, Bruxelles 1922; H. Jäger, Die Quellen des Porphyrios in seiner Pythagoras-Biographie, Dissertation Zürich 1919; I. Lévy, Recherches sur les sources de la legend de Pythagore, Leroux, Paris 1927; A.-J. Festugière, Sur la ‘Vita Pythagorica’ de Jamblique, Revue des études grecques 50 (1937), 470-484; K. von Fritz, Pythagorean Politics in Southern Italy. An Analysis of the Sources, Columbia University Press, New York 1940 and ‘Pythagoras’, RE 47, 1963, 171-203; W. Burkert, Lore and Science in Ancient Pythagoreanism, Cambridge University Press, Cambridge 1972, esp. 53-83 and 97-109. The achievements reached by these scholars have been recently doubted by Leonid Zhmud, who claims that «attempts to reconstruct authentic Pythagorean texts from the fifth and fourth centuries brought to no result», and that «perhaps because of the absence of palpable success in this area of Quellenforschung, in recent decades very few scholars have ventured far into it» (Pythagoras and the Early Pythagoreans, Oxford University Press, Oxford 2012, 9-10). Despite Zhmud’s skepticism, many scholars do nowadays still believe that later authors (such as Iamblichus) use sources going back to texts of the 5th and 4th centuries (such as Aristotle’s works on Pythagoreanism). A recent work going in this direction is P.S. Horky, Plato and Pythagoreanism, Oxford University Press, Oxford 2013, esp. 85-88.
  6. W. Burkert, Lore and Science, 12: «Most studies of Pythagoreanism have dealt with only one restricted aspect; even Zeller confined himself to the development of philosophical concepts, left mathematics aside, and bracketed out religious and ethical questions; and later works have been even more specialized, whether in the philosophical area, in that of mathematical, astronomical, and musical problems, or that of religion». This approach has been severely criticized by Leonid Zhmud, who thinks that Pythagoreanism can be studied only by sorting out single issues «which may prove amenable to solution» (L. Zhmud, Pythagoras, 12; on this issue see also Zhmud’s latest paper On the Fallacy of the Holistic Approach to Pythagoreanism, held in Berlin on October 20, 2013 at the workshop “Pythagorean Harmonics from Philolaus to Leibniz”).
  7. Thanks to its complexity, Cornelli’s Pythagoreanism turns out to be a paradigmatic hermeneutic category which forces to overcome the traditional boundaries that characterize the study of ancient thought and culture: «In the case of Pythagoreanism, it will be necessary to overcome the rigid dichotomies of a historiography too accustomed to distinguish, for example, between sciene and magic, writing and orality, Ionian and Italian. None of these alone seems to capture the complexity of Pythagorean social organization and doctrine» (55).
  8. In Cornelli’s view, the criteria which are commonly used for defining “what is Pythagorean”are not sufficient: «The criteria commonly used to classify someone as a Pythagorean did not seem to stand up to our methodological test: because one cannot think of the Pythagorean school as something doctrinally homogeneous. Further, neither geographical criteria nor doxographical trees of succession serve as adequate ways to define the category» (84).
  9. The term “Proto-Pythagoreanism”is not new in scholarship: see, e.g., G. de Santillana & H. von Dechend, Hamlet’s Mill. An Essay on Myth and the Frame of Time, Gambit, Boston 1969. New is the systematical use of it Cornelli makes in his book (5-6, 42-44, 49, 51, 60-61, 73, 84-85, 87, 91, 94, 97-99, 119, 126, 132, 134, 135, 137, 144, 145, 147, 185, 188, 190, 192, 194).
  10. The issue of Pythagorean koinonia  is debated at pages 67-77 of the  volume. To define the specific character of Pythagorean “clubs”Cornelli opts for the neutral term koinonia, thus rejecting other definitions such as “sect”(Rohde, Burkert, Riedweg) and “church”(Toynbee, Jaeger). On this and related issues see also G. Cornelli, Sulla vita filosofica in comune: koinonía e philía pitagoriche, in: S. Giombini & F. Marcacci (eds.), Il quinto secolo. Studi di filosofia antica in onore di Livio Rossetti, Aguaplano, Perugia 2010, 415-436.
  11. In Cornelli’s view, these two aspects are linked: «However, the possibility of adherence to a particular way of life implies, at least in its inaugural pre-Socratic times, the actual existence of a community that is structured around that same way of life» (59). Bruno Centrone (Review of Zhmud, Wissenschaft, Philosophie und Religion im frühen Pythagoreismus, Elenchos  20 (1999), 441) and Carl Huffman (Two Problems in Pythagoreanism, in P. Curd & D.W. Graham (eds.), The Oxford Handbook to Presocratic Philosophy, Oxford University Press, Oxford 2008, 301) have similar claims, but they do not connect these two aspects.

Alessandro Stavru – Freie Universität, Berlin.

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