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Castillos de Teruel. Historia y Patrimonio – ARCT (C-HHT)
Castillo de Mora de Rubielos./ Imagen cedida por Shutterstock. https://www.lugaresconhistoria.com/
ASOCIACIÓN para la Recuperación de los Castillos Turolenses [ARTC]. Castillos de Teruel. Historia y Patrimonio. (Actas de las I Jornadas Castillos de Teruel: de la puesta en valor a la didáctica). Mora de Rubielos: Qualcina, 2018. 95p. Resenha de: JIMÉNEZ, Miguel Ángel Pallarés. Clío – History and History Teaching, Zaragoza, n.44, 2018.
La provincia de Teruel, la más meridional de las tres que conforman la Comunidad Autónoma de Aragón, ha sido escenario de numerosos conflictos bélicos desde la Alta Edad Media hasta la última Guerra Civil, por lo que la arquitectura defensiva ha sido una constante de su paisaje humano; de hecho, están documentadosen su territorioalrededor de 600 puntos fortificados datados entre el siglo X al XIX, desde la época andalusí hasta las Guerras Carlistas. Son por tanto uno de los elementos más característicos del patrimonio histórico y cultural turolense, y en su restauración y conservación se ha realizado un gran esfuerzo en las últimas décadas, con vistas a su preservación y a su rentabilización como recurso económico, dado el interés que estas construcciones suscitan en la sociedad actual.
De ahí que la Asociación para la Recuperación de los Castillos Turolenses (ARCATUR), Qualcina. Arqueología, Cultura y Patrimonio, y Acrótera Gestión del Patrimonio, promovieran las “I Jornadas Castillos de Teruel”, celebradas en la fortaleza de Mora de Rubielos los días 19 y 20 de octubre de 2018, para tratar sobre la puesta en valor de estos edificios, que suponen los principales recursos turístico-culturales de las localidades donde se levantan; de manera muy acertada, las actas de dicho encuentro fueron distribuidas allí entre los asistentes, de manera que éstos pudieron contar in situ con el material expuesto en las ponencias, reunido en el libro que aquí reseñamos. Esto es algo muy a tener en cuenta, puesto que estamos acostumbrados a que los trabajos presentados a coloquios o congresos relacionados con las Ciencias Sociales tarden en ser publicados un tiempo(a veces más dilatado que lo que sería recomendable), por lo que se pierde frescura y novedad cuando pueden ser por fin leídos.
Además, Castillos de Teruel. Historia y Patrimonio, libro que recoge dichas actas yque ha sido editado con la ayuda del Gobierno de Aragón, la Diputación de Teruel, el Grupo de Investigación ARGOS de la Universidad de Zaragoza y los distintos entes municipales que poseen fortificaciones y aparecen en el libro, cuenta con un formato muy manejable y atractivo, con una tipografía amable y un destacado apartado gráfico, con numerosas fotografías actuales a color, mapas de situación del Instituto Geográfico Nacional; y cartografía base, planos y plantas de las distintas fortalezas, materiales que en algunas ocasiones son antiguos, como lo son algunos grabados y fotografías en blanco y negro que se incluyen. Para una mayor utilidad de la publicación, se han incluido al final de cada capítulo dos prácticos apartados: “Para saber más”, donde se cita una sucinta bibliografía relacionada con cada castillo; e “Información útil”, donde se muestran los horarios de apertura para visitar dichos edificios y los teléfonos de contacto de quienes se encargan de mostrarlos.
Tras una breve presentación a cargo de Rubén Sáez Abad, presidente de ARCATUR, donde se advierte del variado origen y tipología de la arquitectura castral turolense, y se confirma la aspiración de que sean motor de desarrollo en los lugares donde se asientan; se da paso a una visión de conjunto firmada por dicho autor, Jesús Franco y Javier Ibáñez, profesores de Didáctica de las Ciencias Sociales e Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, respectivamente; en este capítulo se hace un repaso de las distintas fortificaciones turolenses, agrupados por comarcas, según la relación de castillos y su localización, registrada en la Orden de 17 de abril de 2006 del Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón.
Se ofrece a continuación una visión actualizada de la información histórica, patrimonial y turística de nueve fortalezas punteras de la provincia, que tienen en común que son visitables tras dicho esfuerzo restaurador y el pertinente acondicionamiento de sus instalaciones: a cargo del citado Javier Ibáñez, los castillos de Mora de Rubielos y Alcalá de la Selva, en el segundo caso en colaboración de José F. Casabona; el dePuertomingalvo, de estos dos autores y Ruben Sáez; el de Castellote, firmado por Casabona; el de Albarracín, de Antonio Jiménez Martínez; el de Peracense, de Jesús Franco y Antonio Hernández Pardos; el de Alcañiz, de José Antonio Benavente; el de Albalate del Arzobispo, de Marta Clavería; y el de Valderrobres, de Manuel Siurana.
Cierra el libro un capítulo que redondea la obra, “Interpretación y didáctica en recintos fortificados”, escrito por Jesús Franco y Darío Español, también profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Zaragoza. Exponen estos autores que se lleva un tiempo trabajando en la dinamización de una serie de castillos de Teruel y, para que el esfuerzo sea óptimo, el patrimonio ha de ser gestionado correctamente (sea desde ámbitos públicos o privados), sin perder el hilo de la definición de los objetivos que se pretenden, a saber: la investigación, la conservación y la comunicación global del patrimonio, punto último que pretende la notoriedad (que nos conozcan y sepan qué actividades realizamos), influir en la imagen mental que los demás tienen de nuestro patrimonio y un interés comercial.
Aparte del esfuerzo divulgador, que no asegura la asimilación de la información, la educación patrimonial tiene que basarse en la interpretación y la didáctica. El hecho de poder visitar una de estas fortalezas ya tiene un potencial didáctico muy potente,pero no suficiente, por lo que se deberían establecer actividades interpretativas que permitieran ampliar conocimientos, a la vez que aportaran valores de conservación y respeto al patrimonio; de hecho, los recursos informativos pasivos (paneles, maquetas, visitas o recursos audiovisuales o informáticos en lo que no hay opción de interacción) son mucho menos efectivos que los activos (talleres, recreación de procesos, juegos de simulación, representaciones, realidad virtual, etc.). Por ello, Franco y Español proponen dos de los activos como herramientas poderosas de dinamización e interpretación de los recintos fortificados turolenses: la recreación histórica (o “reenactment”) y los recursos digitales, que permitan la reconstrucción de escenas históricas, la recreación y restitución de espacios patrimoniales, geolocalizadores, etc.; siguiendo el modelo estadounidense de los museos al aire libre, que fue adoptado muy pronto en Centroeuropa. Para los autores, la didáctica del patrimonio tiene que considerar a los castillos una fuente primaria a analizar, con una carga de valores identitarios y empáticos vinculada a la localidad donde se halla, lo que es palpable en el territorio turolense; siendo la interpretación el instrumento adecuado para decodificar la realidad patrimonial. Si los modelos son adecuados y creativos, bien diseñado el programa didáctico y la difusión, la atracción turística estaría asegurada, además de servir de acicate a la investigación y divulgación de la historia de dichos castillos y su territorio.
Miguel Ángel Pallarés Jiménez – Universidad de Zaragoza, Grupo de investigación ARGOS. E-mail: miguelap@unizar.es
[IF]O culto moderno dos monumentos: a sua essência e a sua origem – RIEGL (S-RH)
RIEGL, Aloïs. O culto moderno dos monumentos: a sua essência e a sua origem. Tradução de Werner Rothschild Davidsohn e Anat Falbel. São Paulo: Perspectiva, 2014 [1903]. 88 p. Resenha de: ROCHA, Mércia Parente; TINEM, Nelci. O culto moderno dos monumentos e o patrimônio arquitetônico. SÆCULUM – Revista de História [35]; João Pessoa, jul./dez. 2016.
Ao elaborarmos esta resenha da obra O Culto moderno dos monumentos: a sua essência e a sua origem, do historiador da arte austríaco Aloïs Riegl, publicada no início do século passado, em 1903, nos interessou a possibilidade de discutir quais os aspectos que a mantém, juntamente com a Teoria da restauração (1963) de Cesare Brandi, que veio à luz sessenta anos mais tarde, como as mais citadas no debate e na prática da conservação contemporânea do patrimônio arquitetônico, que hoje incorpora as obras da produção moderna do século XX, abarcando um campo interdisciplinar, que inclui entre outras disciplinas, a história, a estética, a filosofia e a própria arquitetura.
É, portanto, na perspectiva de darmos alguma contribuição para esse tema que este pequeno ensaio se coloca. Para tanto, tomaremos como referência duas traduções para a língua portuguesa, a primeira elaborada a partir da tradução francesa, por Elane Ribeiro Peixoto e Albertina Vicentini, em 2006, e a segunda, realizada por Werner Rothschild Davidsohn e Anat Falbel, a partir do texto original em alemão, no ano de 20143.
Seu duplo vínculo, com a Universidade de Viena (reflexões teóricas) e com o Museu Austríaco de Artes Decorativas (intervenções práticas), lhe permitiu uma abordagem interdisciplinar teórico-prática da História da Arte (proporcionada pela formação no Instituto Austríaco de Pesquisas Históricas) e, ao mesmo tempo, uma compreensão das artes consideradas “decadentes” e a valorização das chamadas “artes menores”, ou seja, lhe permitiu uma visão ampla, diversificada e aberta da história das artes que redundou em uma ótica avançada e uma avaliação crítica dos valores das obras a serem conservadas.
[…] ele teve a audácia […] de negar, pelo menos em teoria, qualquer sistema normativo dos valores, de denunciar a noção de decadência, de renunciar à segregação entre a grande arte e as artes ditas menores.4
Assim como Teoria da restauração de Cesari Brandi5, O Culto moderno dos monumentos de Riegl busca estabelecer princípios operativos como forma de orientar a condução da política de conservação das instituições às quais estavam vinculados, fundamentando suas obras numa consistente relação entre teoria, História e prática, daí sua importância.
A razão da atualidade é clara, as reflexões propostas por Riegl são avançadas para um homem do século XIX, sob o domínio de uma concepção positivista da História.
Se, por um lado, defendia a “evolução” em direção ao progresso da história da arte, por outro, negava a existência de um valor de arte absoluto e advogava apenas um valor relativo e moderno6.
A obra desenvolve-se em três partes. Na primeira, o autor entende que sua tarefa é “definir a natureza do culto moderno dos monumentos, levando em consideração as mudanças ocorridas, com a comprovação de sua relação genética com as fases anteriores de evolução do culto dos monumentos”. A questão da evolução, para ele, era fundamental:
De acordo com os conceitos mais modernos, acrescentaremos a ideia mais ampla de que aquilo que foi não poderá voltar a ser nunca mais etudo o que foi forma o elo insubstituível e irremovível de uma corrente de evolução ou, em outras palavras, tudo que tem uma sequência, supõe um antecedente e não poderia ter acontecido da forma como aconteceu se não tivesse sido antecedido por aquele elo anterior. O ponto-chave de todo conceito histórico moderno é formado pela noção de evolução.7
Apesar de fundamentar-se em uma visão evolutiva da história, própria do século XIX, o autor desenvolve uma noção de monumento baseada não mais em valores permanentes e objetivos como na Renascença, mas em valores assentados antes na significação, do que na forma, e determinados no presente, pelos sujeitos históricos.
Interessa a Riegl compreender não apenas como os significados são atribuídos aos monumentos, mas como se dá a recepção desses valores pela sociedade e quais as gradações sociais desse acesso (os especialistas, o apreciador de arte médio, as massas).
Entendia que, se até o século XIX prevalecia a tese de que existia um cânone artístico rígido, um ideal artístico objetivo e absoluto, o século XX teria abolido definitivamente essa pretensão da Antiguidade, emancipando todos os períodos conhecidos da arte com seu significado independente, sem abandonar a crença em um ideal artístico objetivo. Assim, a kunstwollen (a vontade artística de uma época), como princípio, admite que a manifestação artística possa assumir diferentes alternativas conforme o momento histórico, a população envolvida e o lugar geográfico.
Consequentemente, a definição do conceito de ‘valor da arte’ deve variar de acordo com a visão adotada. Conforme a mais antiga, uma obra possui um valor da arte, na medida em que responde às exigências de uma estética supostamente objetiva, mas jamais formulada até agora de maneira correta.
Segundo o conceito moderno, o valor da arte de um monumento é medido pelo modo como ele atende às exigências do querer moderno da arte, exigências essas que não foram formuladas claramente e que, a rigor, nunca o serão, pois mudam constantemente de sujeito para sujeito e de momento para momento.
Para nossa tarefa, torna-se uma condição importante esclarecer essa diferença quanto à essência do valor da arte, pois para a preservação dos monumentos, esse princípio orientador terá uma influência decisiva. Se não existe um valor da arte eterno, mas apenas um relativo, moderno, o valor da arte de um monumento não é mais um valor de memória, mas um valor de atualidade.8
Riegl estabelece na sua teoria de valores uma taxonomia em que esses são agrupados em duas grandes categorias: os valores de memória, vinculados ao “aspecto não moderno do monumento” e os valores de atualidade, relacionados não mais à memória, mas às necessidades contemporâneas. E essas duas categorias são tratadas pelo autor nas duas partes finais do livro9.permanentes e objetivos como na Renascença, mas em valores assentados antes na significação, do que na forma, e determinados no presente, pelos sujeitos históricos.
Interessa a Riegl compreender não apenas como os significados são atribuídos aos monumentos, mas como se dá a recepção desses valores pela sociedade e quais as gradações sociais desse acesso (os especialistas, o apreciador de arte médio, as massas).
Entendia que, se até o século XIX prevalecia a tese de que existia um cânone artístico rígido, um ideal artístico objetivo e absoluto, o século XX teria abolido definitivamente essa pretensão da Antiguidade, emancipando todos os períodos conhecidos da arte com seu significado independente, sem abandonar a crença em um ideal artístico objetivo. Assim, a kunstwollen (a vontade artística de uma época), como princípio, admite que a manifestação artística possa assumir diferentes alternativas conforme o momento histórico, a população envolvida e o lugar geográfico.
Consequentemente, a definição do conceito de ‘valor da arte’ deve variar de acordo com a visão adotada. Conforme a mais antiga, uma obra possui um valor da arte, na medida em que responde às exigências de uma estética supostamente objetiva, mas jamais formulada até agora de maneira correta.
Segundo o conceito moderno, o valor da arte de um monumento é medido pelo modo como ele atende às exigências do querer moderno da arte, exigências essas que não foram formuladas claramente e que, a rigor, nunca o serão, pois mudam constantemente de sujeito para sujeito e de momento para momento.
Para nossa tarefa, torna-se uma condição importante esclarecer essa diferença quanto à essência do valor da arte, pois para a preservação dos monumentos, esse princípio orientador terá uma influência decisiva. Se não existe um valor da arte eterno, mas apenas um relativo, moderno, o valor da arte de um monumento não é mais um valor de memória, mas um valor de atualidade.8 Riegl estabelece na sua teoria de valores uma taxonomia em que esses são agrupados em duas grandes categorias: os valores de memória, vinculados ao “aspecto não moderno do monumento” e os valores de atualidade, relacionados não mais à memória, mas às necessidades contemporâneas. E essas duas categorias são tratadas pelo autor nas duas partes finais do livro9.
Para Riegl, dentre os valores de memória (valor de antiguidade, valor histórico e valor de comemoração), o de antiguidade corresponde àquele que se estabelece no decorrer do tempo, através da ação destrutiva da natureza, que age de forma lenta e gradual sobre as obras, provocando sua dissolução e remetendo ao ciclo natural da vida de criação-destruição.
Para ele, o valor de antiguidade seria o mais acessível às massas, e, inevitavelmente, o mais abrangente a partir do século XX. A recepção do valor histórico, pelo contrário, requereria conhecimentos de história da arte e estaria assentada em bases científicas e não atingiria as massas.
O valor de antiguidade tem, portanto, a pretensão de influenciar as grandes massas e se sustenta sobre a possibilidade de incluí-las na mobilização pela defesa do patrimônio. Uma preocupação permanente, ainda hoje não resolvida, nos debates contemporâneos do século XXI.
Contrariando o pensamento de Riegl, a arquitetura moderna torna-se patrimônio ainda no século XX, antes mesmo do tempo ter lhe conferido valor de antiguidade.
Essa ausência de valor de antiguidade, possivelmente, é a principal razão da dificuldade do reconhecimento desse patrimônio pela sociedade em geral.
Por outro lado, essa novidade, impensável para o teórico na época, distancia o patrimônio moderno dos constantes conflitos que se estabelecem entre o valor de antiguidade e os demais valores memória, como entre esses e os valores de atualidade definidos por Riegl, ao menos, enquanto o tempo entre o patrimônio moderno e a sociedade que o reconheceu for tão próximo.
Segundo Riegl, diferentemente do valor de antiguidade, para os valores histórico e de comemoração, interessa a obra em sua forma original e intacta:
O valor histórico é tanto maior quanto mais puramente se revela o estado original e acabado do monumento, tal como se apresentava no momento de sua criação: para o valor histórico, as alterações e degradações parciais são perturbadoras […] Trata-se mais de conservar um documento o mais autêntico possível para a pesquisa futura dos historiadores da arte […] As destruições passadas, imputáveis aos agentes naturais, não podem ser anuladas e, do ponto de vista histórico, elas não devem também ser reparadas. Mas as destruições futuras, as que o valor de antiguidade não somente tolera, mas postula, são inúteis aos olhos do valor histórico […].10 […] o valor de rememoração intencional não reivindica menos para o monumento que a imortalidade, o eterno presente, a perenidade do estado original […] A restauração é, pois, o postulado de base dos monumentos intencionais […].11
O aspecto mais atual no discurso de Riegl é a forma como ele enxerga o valor de arte, sujeito a flutuações de época, e o valor de antiguidade que se baseia na subjetividade e é acessível a todas as classes (o valor mais democrático). Riegl desloca-se de uma visada objetiva para uma subjetiva – quase religiosa – aproximando-se de Ruskin, mas apenas nesse ponto.
Na terceira e última parte do texto, Riegl se debruça sobre os valores que, segundo o autor, respondem às necessidades da sociedade moderna tal qual a obra nova: nos seus aspectos funcionais, sensoriais e espirituais. A estes denomina valores de atualidade, subdividindo-os em duas outras categorias: o valor de uso e o valor de arte. Para esses valores de atualidade, assim como para o valor histórico e de comemoração, interessa a manutenção do estado original da obra.
No caso das obras que continuam sendo utilizadas, no entanto, o valor de uso não pode fazer nenhuma concessão ao valor de antiguidade: “para a maioria, um monumento ainda utilizado deve apresentar, mesmo em nossos dias, a aparência juvenil e robusta de suas origens e recusar as marcas de seu envelhecimento ou de suas fragilidades”12.
Por outro lado, os monumentos dotados de valor de arte, que respondem à exigência da moderna Kunstwollen, ou seja, que satisfazem à aspiração de vontade artística do momento comportam duas exigências: uma refere-se à forma conservada nas suas cores e integridade, denominada por Riegl como valor de novidade, e pode ser apreciada por qualquer indivíduo; a outra, que chama de valor relativo, apenas acessível aos que possuem cultura estética, refere-se à presença nas obras passadas de certas qualidades atuais. Em ambos a necessidade recai sobre a conservação integral do bem.
Considerando que toda obra do passado, em princípio, possui valor histórico, e tendo em conta a ausência do valor de antiguidade no patrimônio moderno, pode-se dizer que são os valores de atualidade que melhor caracterizaram esse patrimônio, portanto, a observação desses valores é fundamental para as intervenções no mesmo.
É importante, porém, esclarecermos que esse fato não autoriza intervenções que recusem toda e qualquer marca do passado. Riegl, ao tratar dos valores de atualidade destaca, por um lado, que poderão ser tolerados “certos sintomas de degradação” e, por outro, esclarece que não existe valor de arte eterno, apenas relativo e que, portanto, as exigências relacionadas a esse valor devem ser consideradas em relação ao valor histórico do monumento, de forma que o mesmo não perca seu caráter de documento.
A formulação teórica de Riegl pressupõe um conflito constante entre os diversos valores presentes nos monumentos e a necessidade de uma abordagem crítica para o enfrentamento do dilema que se estabelece na conservação, uma vez que coexistem em uma mesma obra valores antitéticos.
Segundo Françoise Choay, pela primeira vez na história da noção de monumento histórico e de suas aplicações, Riegl toma distância para:
[..] empreender o inventário dos valores não ditos e das significações não explícitas, subjacentes ao conceito de monumento histórico. De uma só vez, este perde sua pseudotransparência de dado objetivo. Torna-se o suporte opaco de valores históricos transitivos e contraditórios, de metas complexas e conflitivas. Riegl mostra que, no plano da teoria assim como no da prática, o dilema destruição/conservação não pode ser opção absoluta, o quê e o como da conservação não comportando jamais uma solução – justa e verdadeira –, mas soluções alternativas, de pertinência relativa.13
Acertadamente Fabris (2014) afirma que Riegl “antecipa algumas propostas do restauro crítico que foram transformadas em reflexão teórica por Brandi”, em exatos sessenta anos depois. Enfatizando essa perspectiva, na apresentação da edição brasileira da Teoria da Restauração, de 2004, traduzida por Beatriz Mugayar Kühl, Giovanni Carbonara afirma que a reflexão de Cesare Brandi “manifesta uma dívida implícita no que concerne à contribuição teórica de Aloïs Riegl”14. Por isso mesmo, Annateresa Fabris destaca, na introdução à tradução de 2014:
O que resta de seu legado nos dias de hoje? A ideia de que toda intervenção em um monumento não pode prescindir de um juízo crítico, já que o restauro caracteriza-se por ser uma ação sociocultural, a requerer ‘uma investigação preliminar sobre a natureza daquilo que se conserva, a fim de detectar na vasta gama das preexistências, os papéis específicos e as vocações de cada uma delas’. Desse modo, Riegl antecipa as propostas do restauro crítico formuladas no segundo pósguerra por profissionais como Roberto Pane, Renato Bonelli e Agnoldomenico Pica, e transformadas em reflexão teórica por Cesare Brandi.15
Pouco mais de um século após a elaboração da obra de Riegl, e seis décadas da obra de Brandi, é possível afirmar que nenhuma outra obra de tamanha consistência teórica para a conservação surgiu, apesar do alargamento não apenas cronológico e geográfico dos bens patrimoniais ocorrida, segundo Françoise Choay16, a partir da década de 1960 e da ampliação da noção de Patrimônio Cultural, incluindo os bens imateriais desde o final do século passado.
Somado a isso, alguns desafios enfrentados para a conservação do recente patrimônio moderno não encontram precedentes na práxis da conservação como: as novas possibilidades documentais trazidas com o acervo de projetos das obras, os grandes componentes e sua substituição integral, ou as especificidades espaciais dessa arquitetura, abrindo o campo de pesquisa e sugerindo não necessariamente a negação dessas teorias, mas sua revisão e ampliação17.
Ao contrário da questão material, a abordagem dos aspectos espaciais das obras de arquitetura nas teorias da conservação é incipiente e, consequentemente, sua importância tem sido pouco considerada na prática patrimonial.
Em Riegl, embora o valor de uso devesse estar intrinsicamente vinculado aos aspectos espaciais da obra de arquitetura como parte de seu valor artístico, é reduzido apenas à sua dimensão utilitária e, nesse sentido, o foco, para o autor, recai sobre os possíveis conflitos com o valor de antiguidade18.
O autor, ao tratar o valor de uso e o valor artístico como distintos, cria não apenas a possibilidade de conflito entre eles, como a prevalência do valor artístico sobre o de uso, aspecto que é reforçado, posteriormente, na Teoria da Restauração de Brandi.
Por outro lado, o princípio de integração entre espaços interiores e exteriores, inerente à arquitetura moderna, torna-se difícil de ser contemplado quando são entendidos como entidades separadas e estanques e quando há prevalência do espaço exterior, conforme aborda Brandi no capítulo destinado aos “Princípios para a Restauração dos Monumentos”. A diluição desses limites faz com que os dilemas espaciais já existentes na conservação da arquitetura fiquem mais evidentes ou agudos com o patrimônio moderno.
A configuração espacial moderna, ao estar em parte fundamentada nas teorias do espaço arquitetônico do final do século XIX e início do século XX19, coloca em questão a preponderância dada à materialidade nas práticas da conservação dessa arquitetura e aponta para a impossibilidade, ou ao menos a inadequação, de uma abordagem conservativa sem a devida importância que deve ser dada também aos seus aspectos espaciais.
Apesar de muito citadas, as obras de Riegl e Brandi ainda são pouco exploradas na utilização operacional e pouco aprofundadas nos debates e reflexões sobre a questão da conservação do patrimônio artístico ou arquitetônico.
Quais as razões para tão pouca atenção e discussão sobre o tema? As razões estarão no enfraquecimento das relações entre teoria, historia e prática? O problema estaria na crescente complexidade da sociedade contemporânea e na diversidade do corpo patrimonial que dificulta a abordagem teórica no tratamento desse patrimônio? Aprofundar o entendimento sobre essas obras a partir do olhar contemporâneo, como nos ensina Riegl, talvez seja o ponto de partida para a ampliação da discussão da conservação da arquitetura (não apenas moderna), da prática da conservação, bem como do papel das instituições patrimoniais na conservação desse patrimônio.
Notas
3 As duas traduções brasileiras do livro de Aloïs Riegl consultadas são: a primeira, feita a partir da edição francesa, Le culte moderne des monuments: son essence et sa genèse (Paris: Seuil, 1984), publicada pela Editora da Universidade Católica de Goiânia em 2006, e a segunda, feita a partir da edição original em alemão, Der moderne denkmalkultus: sein wesen und seine entstehung (Viena & Leipzig: W. Braumüller, 1903), publicada pela Editora Perspectiva em 2014.
4 ZERNER apud FABRIS, Annateresa. “Os valores do Monumento”. In: RIEGL, Aloïs. O culto moderno dos monumentos: a sua essência e a sua origem. Tradução de Werner Rothschild Davidsohn e Anat Falbel. São Paulo: Perspectiva, 2014, p. 19.
5 BRANDI, Cesare. Teoria da restauração. Tradução de Beatriz Mugayar Kühl. São Paulo: Ateliê Editorial, 2004 [1963].
6 O moderno a que se refere Riegl pertence às transformações modernas do século XIX e não pode ser confundido com o termo utilizado quando nos referimos à produção moderna da arquitetura no século XX.
7 RIEGL, O culto moderno…, p. 32.
10 RIEGL, Aloïs. O culto dos monumentos: sua essência e sua gênese. Tradução da edição francesa por Elane Ribeiro Peixoto e Albertina Vicentini. Goiânia: Editora da Universidade Católica de Goiás, 2006, p. 76-77.
11 RIEGL, O culto dos monumentos…, p. 85-86.
12 RIEGL, O culto dos monumentos…, p. 99.
13 CHOAY, Françoise. A Alegoria do Patrimônio. Tradução de Luciano Vieira Machado. São Paulo:
Estação Liberdade; Editora UNESP, 2001 [1992], p. 13-16.
14 CARBONARA, Giovanni. “Apresentação”. In: BRANDI, Teoria da restauração…, p. 9.
15 FABRIS, Annateresa. “Os valores do monumento”. In: RIEGL, O culto moderno…, p. 20-21.
16 CHOAY, A alegoria do Patrimônio…, passim.
17 ROCHA, Mércia Parente. Patrimônio arquitetônico moderno: do debate às intervenções. Dissertação (Mestrado em Arquitetura e Urbanismo). Universidade Federal da Paraíba. João Pessoa, 2011.
18 RIEGL, O culto dos monumentos…, p. 38-39.
19 Sobre os trabalhos que ao final do século XIX introduzem na teoria da arquitetura o conceito de espaço, até então objeto de estudo em especial da filosofia, destacam-se aqueles elaborados pelos pesquisadores alemães August Schmarsow e Adolf Hildebrand, cujo pensamento está fundado numa visão da arquitetura a partir de seu interior.
Mércia Parente Rocha – Arquiteta, Doutoranda em Arquitetura e Urbanismo pela Universidade Federal da Paraíba. Professora do Curso de Graduação em Arquitetura e Urbanismo do CESED/ FACISA em Campina Grande – PB.
Nelci Tinem -Arquiteta, Doutora em História da Arquitetura Urbana pela Universitat Politecnica de Catalunya. Professora Titular do Departamento de Arquitetura e do Programa de Pós-Graduação em Arquitetura e Urbanismo da Universidade Federal da Paraíba.
[MLPDB]
Arqueología de la costa patagónica. Perspectivas para la conservación – CRUZ; CARACOTCHE (IA)
CRUZ, Isabel; CARACOTCHE, Ma. Soledad (Editoras). Arqueología de la costa patagónica. Perspectivas para la conservación. Río Gallegos: Universidad Nacional de la Patagonia Austral, 2006. 296p. Resenha de: PRIETO, Alfredo. Intersecciones en Antropología, Olavarría, v.10 n.2, jul./dic., 2009.
El trabajo desarrollado a lo largo de este libro intenta poner al servicio de los especialistas en conservación y, sobre todo, tal como lo declaran sus editoras, de aquellos organismos interesados y responsables de la gestión territorial, en un lenguaje apropiado, el conjunto de trabajos desarrollados por los distintos equipos que investigan en sitios arqueológicos costeros patagónicos. Previa a la acción se requiere el conocimiento:
Este libro es el resultado del trabajo conjunto de personas interesadas en la protección del registro arqueológico. El propósito que guió su elaboración fue reunir en un único volumen la información de base para que las autoridades (municipales, provinciales, nacionales) tengan un instrumento que permita iniciar acciones tendientes a la conservación y el manejo del patrimonio arqueológico. Pero consideramos que este objetivo sólo estará completo si llega a todas aquellas personas interesadas en la conservación del patrimonio y en la rica y diversa historia de la costa patagónica (Cruz y Caracotche, en este volumen: 16)
Se trata de un gran esfuerzo de sistematización. Para quien quiera tener una visión completa de los trabajos desarrollados hasta ahora en la costa patagónica debiera ser una obra de consulta permanente. Lo primero que llama la atención es que las editoras se comprometen fuertemente con aspectos de conservación que los arqueólogos no siempre avizoran o tratan en sus trabajos. Se trata de una preocupación reciente, sobre todo si se examinan los trabajos previos a los ochenta. Tal preocupación casi no existía y no existía tampoco un compromiso con las comunidades locales en que los trabajos se desarrollaban.
El arqueólogo, con su visión larga del pasado, puede aportar mucho a la comprensión de las dinámicas costeras y de su definición. En tal sentido, basta el solo hecho de plantear que la costa que vemos no ha sido siempre la costa, para que la noción de planes de conservación y manejo asuma una nueva perspectiva.
Tratar acerca de la costa es tratar acerca de una delgada línea entre la masa continental y oceánica, que, vista desde la perspectiva de la larga duración, se ensancha geográficamente y agranda saludablemente nuestro pensamiento sobre ella. Tal como lo señalan las editoras:
El registro arqueológico costero incluye: a) todos aquellos depósitos vinculados a ambientes costeros y marinos actuales, y b) todos los vinculados a ambientes costeros del pasado, es decir, aquellos asociados a geoformas costeras y marinas desde fines del Pleistoceno (los últimos 13.000 años), lapso correspondiente al período de ocupación humana del área (Cruz y Caracotche, en este volumen: 14)
La costa, por definición, es la orilla del mar y sus tierras adyacentes, pero ¿hasta dónde? Varios autores se empeñan en definirla a lo largo de este trabajo desde una perspectiva arqueológica, pero queda la impresión de que tal definición es más bien elusiva. Desde la costa finipleistocénica, que hoy sería el objeto de una arqueología subacuática, a la costa holocénica tierra adentro, median varias costas. La costa es y ha sido un avatar, uno de los rasgos geográficos más dinámicos conocidos.
La “gravedad” de la costa, por otro lado, con su fuerza de atracción, es notable. Ha concentrado fuertemente las ocupaciones humanas y, además, dadas las características ambientales de la costa patagónica, la visibilidad de las mismas es alta: sean las acumulaciones de conchas, talleres líticos o campos de chenques. ¿Mayor visibilidad o mayor permanencia? Los intentos de cuantificar esta relación en varios de los trabajos de este libro son encomiables.
Por otro lado, la costa es sin duda un límite con respecto a un interior que ofrece mayores movimientos. Es un caballo en el ajedrez geográfico, que reduce considerablemente sus movimientos cerca del límite. Y ello debió tener consecuencias para la movilidad territorial. Si, como se establece en algunos de los trabajos de este libro, había una ocupación casi permanente de la costa central patagónica, los desplazamientos a lo largo de ella deben ser muy distintos a las incursiones desde el interior. Los hiatos sin chenques en la costa pueden ser significativos en este sentido. También la distribución de materias primas desde fuentes conocidas como las obsidianas puede ayudar a esclarecer este panorama, al igual que el estudio de las paleodietas, e incluso la demografía o la salud de las poblaciones del interior y la costa.
La costa es igualmente “grave” en lo que respecta a naufragios. Según los registros históricos, debieran ser más frecuentes en la costa que en el mar abierto. El riesgo de las embarcaciones aumenta hacia la costa al igual que la visibilidad o la permanencia de las ocupaciones humanas respecto del interior.
Esta relación parece mucho más clara en el extremo sur, particularmente en lo que dice en relación con los sitios de canoeros en que el interior casi no existe, sea por los ambientes boscosos que no propician la penetración, o sea porque la economía se hallaba basada eminentemente en la costa.
Otra característica notable de este trabajo es el hecho de que se aboca al estudio de uno de los escenarios costeros más complejos del mundo. Efectivamente, en el extremo sur confluyen dos océanos, pero también antiguas vertientes migratorias humanas separadas por la cordillera de los Andes que aportaron diversos elementos culturales cuya influencia debió hacerse sentir, aunque sea débilmente, en el extremo sur. No hay pueblos sin vecinos, y es difícil restarse al influjo de aquellos. Cuáles son estos elementos y cómo detectarlos parece una interesante vía de aproximación a explorar en la costa Fuego-Patagónica en general. Su situación puede ser semejante a la confluencia de las mismas vertientes en el istmo de Panamá, o de otras en el extremo austral de África.
Finalmente, el llamado de atención respecto de los posibles daños al patrimonio arqueológico costero es oportuno, dada la fuerte presión antrópica sobre estos lugares del territorio patagónico de la que dan cuenta los distintos trabajos. Si se pudiera jerarquizar este riesgo, y por lo tanto, centrar la atención sobre algún aspecto, es posible que los enterratorios humanos tipo chenque se ubiquen en primer lugar. Ellos se ubican en espacios restringidos, son altamente visibles y más fáciles de abordar ante un riesgo inminente en que la pérdida de contexto es particularmente dañina en estos casos. En los casos en que sea el propio proceso natural el que genere el riesgo, quizás valga la pena salvar todo lo posible y dejar lo demás como lección acerca de la vida natural de los sitios. Así, del lado pacífi co, los terremotos y maremotos que han hundido la costa tienen y tendrán una envergadura tal que es impensable la salvaguarda de los sitios con vistas a ellos. El episodio reciente del volcán Chaitén en Chile, cerca de una fuente de obsidiana utilizada en el pasado, nos deja una lección acerca de la dinámica de esta fuente en particular y lo que pudo ocurrir con otras en el pasado.
Finalmente, que la costa marítima ha desempeñado un rol signifi cativo para las ocupaciones humanas en general, desde tiempos remotos, es un hecho innegable. Y lo es particularmente en el caso de los seres humanos modernos, convirtiéndose en un límite a sus desplazamientos y un estímulo a su inventiva o en una atractiva fuente de alimentos. Este trabajo posiciona una buena porción de estas costas del mundo y se ofrece como un ejercicio al pensamiento arqueológico.
Alfredo Prieto – Instituto de la Patagonia, Universidad de Magallanes. Avda Bulnes 01890, Casilla 113-D, Punta Arenas, Chile. E-mail: alfredo.prieto@umag.cl
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