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Arqueología Histórica en América Latina. Temas y discusiones recientes – FUNARI; BRITEZ (RAHAL)
FUNARI, Pedro Paulo A.; BRITEZ, Fernando (Compiladores). Arqueología Histórica en América Latina. Temas y discusiones recientes. Mar del Plata: Ediciones Suárez, 2006. Resenha de: RAMOS, Mariano. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, n.1, p.199-210, 2007.
Colegas arqueólogos del Comité Editorial de la Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana me pidieron hacer un comentario acerca de los temas y problemas abordados en esta obra publicada y evaluar el alcance de los enfoques y métodos puestos en juego. Agradezco la confianza depositada en mí para esta tarea, la que dividiré en dos partes.
No es fácil hacer una evaluación breve de una obra en la que participan otros colegas que presentan variedad de enfoques acerca de temas y problemas particulares de este campo de la ciencia que se ha dado en llamar “Arqueología Histórica”. He aquí el primer gran problema; definir este ámbito en donde se desenvuelven, generalmente, especialistas de distinta formación académica.
EL LIBRO
Los trabajos del libro, mayoritariamente escrito por argentinos y colombianos, tratan varios temas y problemas agrupados en 3 bloques: “Contactos y conflictos” –Bagaloni; Braicovich; Lema- con casos del NO argentino de pampa y del noroeste de la patagonia argentina; “Discursos e identidades” –Brittez; Cano Echeverri y López Castaño; Rivera Sandoval; Salas Medellín- con casos de pampa argentina y de Colombia y “Fuego y hueso en la frontera” –Langiano; Merlo; Ormazábal- con casos de pampa argentina. Estos abarcan las identidades locales y rozan aspectos de “desigualdad y conflicto” social; la Arqueología de la muerte que también incluye masacres y entierros masivos de NN (Colombia) y estudios acerca de la arqueología experimental. Por otra parte, algunos trabajos comprenden las relaciones interétnicas, la etnogénesis y se discuten ciertas explicaciones que se han hecho desde las “Historias oficiales”, construidas desde los sectores dominantes latinoamericanos.
Los escritos hacen algunas referencias a cuestiones epistemológicas y aspectos de método y teoría en Arqueología. Se discute críticamente en algún caso (Brittez) las ideologías importadas y se menciona el etnocentrismo europeo y anglonorteamericano en el ámbito de la ciencia cuyos modelos han sido utilizados por todo el espectro arqueológico.
También se hace mención a colonialismo e imperialismo y subjetividades que abarcan construcción de identidades y representaciones sociales y clasistas. Los trabajos publicados contribuyen al campo de la Arqueología Histórica en temas y problemas -tratados y publicados también por otros colegas- con diversidad de variantes en los enfoques.
Conozco personalmente y a través de su trabajo a varios de los autores de este libro y sé que tienen experiencia en el ámbito en el que participan.
Los trabajos aquí publicados fueron temas monográficos -de la investigación que cada uno llevaba a cabo- dentro de un Seminario de Arqueología Histórica que el Prof. Funari brindó en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires en 2006. Sin embargo, tengo que hacer una observación respecto del título del libro en relación con su contenido.
Entiendo que los trabajos no representan a la “Arqueología Histórica en América Latina”, sino en forma parcial, muy parcial. Muchos “Temas y discusiones recientes” no han sido tratados en esta obra, por ejemplo, el de los desaparecidos y los estudios de los antropólogos forenses (por caso, los del Equipo Argentino de Antropología Forense) quienes trabajan con diversa y variada documentación escrita, fotográfica, arqueológica, etc.
Tampoco trabajos epistemológicos –que los hay- que discutan los alcances de los campos disciplinares en relación con problemas del pasado que podrían llamarse de “tiempos históricos”; ni las investigaciones en misiones y reducciones –que abundan- que ponen en juego distintos poderes o luchas de los “dioses de turno” o las injusticias y degradantes relaciones humanas que tienen como foco la esclavitud, uno de los pilares –como la piratería, los corsarios, el saqueo de materias primas y las drogas- en la construcción del capitalismo. La guerra no se encuentra presente en esta obra. La guerra a partir de la cual los investigadores pueden preguntarse sobre los temores humanos en los campos de batalla en los que luchaban en primera línea los más pobres de los pobres de todas las sociedades. Así, estos temas y otros que actualmente están formando parte de estudios de este tipo no se encuentran incluidos en este libro. Sabemos, casi todos, que colegas mexicanos, colombianos, cubanos, bolivianos, uruguayos, chilenos, brasileros, argentinos y otros latinoamericanos trabajan sobre estas y muchas otras temáticas sociales en donde se incluyen conflictos sociales directos, ya fueran internos o externos a las sociedades enfocadas.
Si bien, muchos arqueólogos latinoamericanos han seguido las reflexiones de sus pares norteamericanos (entre ellos Orser y Fagan, que se refieren al denominado “Mundo moderno”) esos enfoques no necesariamente reflejan las realidades y problemas al sur del río Bravo. Al respecto, desde una posición crítica y muy valorable, algo de esto considera Brittez en su trabajo. Durante los años de 1960 y 1970 se generaron posturas de arqueólogos críticos latinoamericanos, entre ellos Lumbreras –“La Arqueología como ciencia social”- Lorenzo, Gándara, Bate (ver Lumbreras 2006) los que construyeron una línea de pensamiento que confluyó en la Arqueología Social Latinoamericana (citada por Ormazábal).
Respecto de los temas vinculados a la frontera pampeana del siglo XIX, tratada en el último bloque del libro, se podrían haber incluido algunos enfoques tratados en obras recientes que encierran diferentes miradas – de arqueólogos, historiadores, etc.- del debate actual (ver en Internet, Temas de la Frontera Sur, TEFROS).
Como acotación en particular quiero señalar determinadas cuestiones acerca de fundamentos teóricos y epistemológicos. En casi todos los artículos se presentan correlatos entre documentos escritos y el registro arqueológico, también datos de otras fuentes de información. Sin embargo, los marcos teóricos y epistemológicos alcanzan cuestiones que son conflictivas, mediadas y sesgadas respecto de las fuentes teóricas en donde se nutren. Respecto a los fundamentos teóricos, en general, no se observa la cita de las fuentes originales sino que se toman las intermediaciones que hacen algunos arqueólogos. Así son tratados modernismo, modernidad, lucha en el capitalismo, revoluciones industriales, teoría del centro y Ramos 2007 – Reseña 202 periferia, etc., todos temas y conceptos bien estudiados desde fuera del ámbito arqueológico, desde hace mucho tiempo. Por otra parte, en general, tampoco veo un correlato concreto entre las citas teóricas y los datos empíricos. Parecería haber allí un divorcio real entre lo que se enuncia y la información que podría –desvinculada del trabajo- incluirse en cualquier estudio procesal o post-procesal, por llamarlos de alguna manera.
ALGUNOS COMENTARIOS ACERCA DE CUESTIONES DEBATIDAS
En América ha prevalecido la idea de una Arqueología Histórica relacionada con sitios cronológicamente ubicados dentro del período postconquista europea y estas obras se encuadran en esa mirada general.
Aquella es una premisa arbitraria que no expresa con claridad los alcances del campo en cuestión debido a que no siempre existen registros materiales y escritos de origen europeo durante etapas de exploración y conquista del territorio. Por otra parte, también se ha hablado y propuesto de manera recurrente una perspectiva que enfocaba los problemas del pasado en tiempos históricos, como una Arqueología del Colonialismo (entre otros, Fournier 1999; McGuire y Navarrete 1999). Esta idea, proveniente sobre todo del campo de los arqueólogos marxistas, tampoco ofrece una perspectiva unívoca debido a que varias categorías, y su historia, se siguen debatiendo y, por otra parte, representa una mirada eurocéntrica, ya que fueron creadas por los europeos occidentales. También se ha hablado últimamente de una Arqueología del Capitalismo o una Arqueología del Mundo Capitalista.1 Sin embargo, estos rótulos también tienen sus imprecisiones y contradicciones, sobre todo en relación con las categorías: “capitalismo” o “mundo capitalista”. Sobre esto también existe debate y polémica por sus alcances, ya que exceden el campo arqueológico.
Entiendo que la llamada “Arqueología del capitalismo” o “Arqueología del mundo moderno”, no pueden ser tomadas como equivalentes.
Capitalismo y modernidad no son lo mismo. Por otra parte, muchos trabajos de Arqueología Histórica parten de otros trabajos arqueológicos que no son los que originalmente han definido los conceptos. Las elaboraciones teóricas y el debate sobre la historia y las luchas dentro del capitalismo no han concluido, sobre todo dentro de los sectores intelectuales de los países dependientes como los latinoamericanos. Allí se destacaron, aunque no estemos totalmente de acuerdo con sus posturas, el peruano Mariátegui o el argentino Hernández Arregui que, en medio de muchas resistencias y reacciones, cuestionan la desigualdad humana desde perspectivas regionales. Respecto de “Mundo moderno” también existen distintas posturas, varias de ellas latinoamericanas.
Considerando la diversidad y cantidad de investigaciones que se han hecho sobre Arqueología Histórica, Orser (quien ha escrito el Prefacio del libro) y Fagan, han propuesto una clasificación sobre las diferentes modalidades elegidas por la comunidad científica –principalmente anglosajona- para abordar lo que se reconoce de manera amplia como Arqueología Histórica. Estos investigadores proponen 3 posibilidades, entre las que está la del estudio del denominado Mundo Moderno.2 Se supone que esto incluye una crítica a los enfoques tradicionales, sin embargo se recurre a la historia de “Occidente”. Por ejemplo, Fagan cuando aborda la denominada Pequeña Edad del Hielo, proceso climático de descenso sostenido de las temperaturas que transcurrió entre el 1300 y el 1850 en el hemisferio Norte, que supuestamente habría tenido alcance mundial, se funda en eventos históricos y climáticos de Inglaterra y Francia, incluyendo sucesos de algunos otros países, como Irlanda o los Estados Unidos3 (Fagan 2000). Si se considera la expansión del capitalismo o la historia del denominado mundo occidental entonces, la arqueología maya quedaría fuera del alcance del campo de la Arqueología Histórica, algo que no comparto. Al respecto, el trabajo de Verónica Lema, sobre Tebenquiche Chico, avanza a favor de la inclusión de estos tipos de casos en el ámbito de lo que de manera amplia reconocemos como Arqueología Histórica.
Pero, también la propuesta de Orser y Fagan considera la historia de la Europa Occidental como el único referente sobre el que se plantea la clasificación. Considerando los criterios sobre los que se funda, es importante destacar críticamente que el núcleo del tema excede el marco de períodos y también la circunstancia de un indefinido y amorfo límite del comienzo del “Mundo Moderno”, que puede entenderse, en sentido filosófico, como el comienzo del pensamiento iluminista del siglo XVIII y su continuidad y conexiones durante el siglo XIX y parte del XX, por lo menos. Sabemos que la “modernidad” puede tener, por lo menos, dos Ramos 2007 – Reseña 204 conceptos: “(…) El primero es eurocéntrico, provinciano, regional. La Modernidad es una emancipación, una ‘salida’ de la inmadurez por un esfuerzo de la razón como proceso crítico, que abre a la humanidad a un nuevo desarrollo del ser humano. Este proceso se cumpliría en Europa, esencialmente en el siglo XVIII. El tiempo y el espacio de este fenómeno lo describe Hegel y lo comenta Habermas en su conocida obra sobre el tema – y es unánimemente aceptado por toda la tradición europea actual- (…)” (Dussel 2003: 45).
Por otra parte, amplía Dussel (…) “Proponemos una segunda visión de la ‘Modernidad’ en un sentido mundial, y consistiría en definir como determinación fundamental del mundo ‘moderno’ el hecho de ser (sus Estados, ejércitos, economía, filosofía, etc.) ‘centro’ de la Historia Mundial.
Es decir, nunca hubo empíricamente Historia Mundial hasta el 1492 (como fecha de iniciación del despliegue del ‘Sistema Mundo’) (…) y con el descubrimiento de América hispánica, todo el planeta se torna el ‘lugar’ de ‘una sola’ Historia Mundial (…)” (Dussel 2003: 46).
La modernidad se puede tomar desde esas perspectivas según qué y desde dónde se discuta. Así, el colonialismo o imperialismo “de turno” (por ejemplo, España, Inglaterra o Estados Unidos) la traslade a sus dominios, ya que esos imperios o estados imperiales pueden considerar –o no- a sus dominios como parte de su territorio, declarado o no declarado.
Respecto de “capitalismo”, entiendo que es muy discutible la medida en que se puede aplicar para la Argentina –país muy heterogéneo en varias dimensiones, aún en la actualidad- de la segunda mitad del siglo XIX.
Algunos hablan del período que se extiende desde el siglo XV al siglo XVIII como de un capitalismo primitivo. ¿Cómo era el caso de la Argentina?; ¿corría a la par de las fases de esos esquemas?; ¿hacia el siglo XVIII estaba en lo que se denomina un capitalismo primitivo o recién alcanza esa situación durante la segunda mitad del siglo XIX?. En ese caso: ¿cómo era la circulación y uso de bienes en ese momento? Vale recordar que el desarrollo del capitalismo no es homogéneo, presenta diferentes fases, que de acuerdo al contexto –entre otras cosas- mantienen diversidad de relaciones entre los trabajadores y los dueños de los medios de producción.
Esto incluye varias modalidades de intercambios y relaciones en las que interviene el estado con diferente intensidad e intereses.4 Todo esto depende de los contextos y de multiplicidad de cuestiones vinculadas a espacio y tiempo. Es decir, los contextos históricos y sociales que se están enfocando varían de país en país, de región en región y aún más. En estos tratamientos existen problemas de escalas. Hay que considerar que el desarrollo del capitalismo no es homogéneo, como tampoco el de las revoluciones industriales. Vale citar dos muy conocidas fuera de los contextos del denominado Primer Mundo, cuyas revoluciones industriales son de las segundas mitades de los siglos XVIII y XIX: la Soviética, desde 1920, la de China desde 1950 y el hecho que esta última en alguna medida está influyendo en nuestra realidad actual. La historia de “Europa occidental” no es parámetro para el planeta, ya que no existe una “historia mundial” unificada, algo que pretende para el presente la fase capitalista de la globalización. Ninguno de sus momentos o sistemas sociales, políticos y económicos, como por ejemplo el feudalismo, desarrollado especialmente en Francia y Alemania entre los siglos IX y XIII, se ha dado con las particularidades francesas y alemanas en otros lugares de Europa. Ni qué hablar de otros continentes o países. Esas periodizaciones serían imposibles de aplicar a la América o al África de esa época o de otras posteriores.5 El proceso y los elementos vinculados al uso e intercambio de bienes que se da en la Argentina tienen particularidades muy distintas al denominado Primer Mundo o Países Centrales. Vale recordar que durante muchos años –por ejemplo, siglos XIX y XX- coexisten en el país comerciantes diversos, cazadores criollos de nutrias y ñandúes, cazadores – recolectores indígenas, pastores de ovinos y camélidos, loberos, artesanos, operarios y empleados de talleres y fábricas, agentes capitalistas, etc. Todos no trabajan o se mueven por los mecanismos capitalistas y muchos de ellos se vinculan con diferente grado a ese modo de producción. Los modelos importados del denominado Primer Mundo no funcionan exactamente en estos contextos muy disímiles, complejos y heterogéneos que se encuentran en la sociedad denominada “argentina”.
Si se toman las contradicciones dentro de la sociedad capitalista y luchas o diferencias de clases que incluyen aspectos de la cultura material, se debería recurrir a autores clásicos, los que han definido los conceptos básicos para realizar este tipo de enfoques, como Marx, Engels, Lenin, incluso los muy conocidos trabajos de Mariátegui, Hoggart, Dobb, Milliband más cerca de nosotros en el tiempo. Esta crítica se fundamenta en que los temas que se tratan exceden ampliamente el marco de la Arqueología y Ramos 2007 – Reseña 206 alcanzan a todo el campo social. Los autores clásicos, desde el siglo XIX, han definido conceptos y han planteado los conflictos que se daban en el interior de las sociedades. No discuto la posición teórica (la que podría hasta compartir) pero si se siguen estos argumentos respecto de análisis sociales que incluyen desigualdad y se enfoca desde estos contextos particulares, se debería citar a aquellos autores en la fundamentación teórica. Así, parecería que recién a finales del siglo XX y principios del XXI, ¡algunos arqueólogos han descubierto estas contradicciones e incluso la lucha de clases en el seno de las sociedades capitalistas! Respecto de los contextos latinoamericanos del siglo XIX y XX, han enfocado estos temas y problemas, historiadores, sociólogos, economistas, antropólogos sociales; pero particularmente, especialistas en Historia Cultural.6 El ámbito de las ciencias sociales incluye a todas las disciplinas humanas y también a la Arqueología; por lo tanto, respecto de teoría social, la Arqueología tiene que tomar esos antecedentes.
Respecto de cuestiones epistemológicas se mencionan –y es un caso común dentro del medio- interdisciplina y multidisciplina como si fueran equivalentes. Estas son vinculaciones entre disciplinas en relación con la resolución de problemas. En Argentina estas relaciones fueron definidas por los epistemólogos (por ejemplo, Somenson 1992; Gianella 1995).7 Ninguna de ellas es equivalente a la otra. Interdisciplina e incluso multidisciplina (como moderno, utopía, etc.) son palabras “bastardeadas”, según expresan los mismos epistemólogos. En Arqueología ha ocurrido algo parecido como ha señalado Sackett (1977) al respecto de lo que denominó “términos ómnibus”, que también son términos bastardeados. Es un término al que se le “suben” diversidad de significados. Los arqueólogos utilizamos también nuestro lenguaje y cuestionamos si otros o los mismos arqueólogos no emplean los términos teóricos con los alcances con los que han sido definidos, por ejemplo, artefacto, estructura, sitio, etc. (aunque respecto de estas clasificaciones se tomen conceptos de Schiffer, Lull u otro arqueólogo). Todo esto y otras cosas, contribuye a mejorar la comunicabilidad en el ámbito científico.
Dentro del campo de la Arqueología Histórica, en la Argentina y durante los últimos años, la discusión sobre aspectos teóricos y metodológicos se ha enfocado desde distintas perspectivas.8 En la actualidad el debate continúa con menor intensidad. Sin embargo, puede decirse que ha brindado perspectivas alentadoras por el interés despertado inclusive en otros investigadores que no provienen del campo arqueologico.9 Entiendo que el libro Arqueología Histórica en América Latina. Temas y discusiones recientes, compilado por Pedro Paulo Funari y Fernando Brittez, contribuye al desarrollo de temas ya tratados en la Arqueología Histórica. Los autores de los artículos hacen aportes respecto de problemas puntuales sobre los que brindan datos empíricos; sin embargo, la obra general y las posiciones teóricas no representan al espectro latinoamericano ni al fundamento de la teoría latinoamericana.
Notas
- Para referencias de las denominadas Arqueología del capitalismo o del mundo capitalista podemos citar, entre otros, Orser y Fagan (1995) y Orser (1996).
- Son: 1). la Arqueología Histórica como el estudio de un período; 2). la Arqueología Histórica como un método de investigación; 3). la Arqueología Histórica como el estudio del Mundo Moderno (Orser y Fagan 1995; Orser 1996).
- Podría argüirse que, en general, en Europa occidental y sus colonias -y particularmente en esos dos países- los registros de esa época son bastante más completos que en otras partes del mundo, por lo que no habría otra posibilidad de información adecuada por utilizar. Sin embargo, el análisis de Fagan aborda cuestiones climáticas y también sociales y los hechos que cita llegan hasta el año 2000, por lo que los registros de muchos países del mundo pueden brindar información clara y precisa, por lo menos desde fines del siglo XIX. También la periodización de Schuyler (1980) tiene fuerte contenido y sesgo eurocéntrico, ya que contempla la expansión europea y la del denominado “Mundo Occidental” y no considera otros contextos en los que, fuera de esa influencia, existen a la vez registros materiales y escritos.
- Por ejemplo, existe una fase capitalista liberal durante la última mitad siglo XIX, con explotación extrema de los trabajadores e ideas rectoras muy individualistas que volverá reciclado a fines del siglo XX. A principios del siglo XX, el Taylorismo y el Fordismo influyen en la producción y en las condiciones de vida de los trabajadores-pero con la mirada puesta en el consumo- intentando maximizar la primera en beneficio del capital. ¿La Argentina se encuentra incluida en ese proceso y en esa fase de mayor integración internacional (1870-1913)? Otra fase es la del capitalismo reglamentario, en donde el estado interviene y se aflojan las tensiones en pos de una mejor producción y un correlato de consumo; al cual le siguen otras fases. Aquí la Argentina tiene una mayor relación, pero siempre a la saga de la denominada Europa Occidental o del llamado Primer Mundo.
- También se debe recordar que, inclusive, en países de la llamada Europa Oriental – Lituania, Letonia y Estonia por ejemplo- se pasó de formas cuasi feudales hacia el socialismo durante las primeras décadas del siglo XX. El caso de la Argentina –agrícola e industrial- es también particular, de dependencia del llamado Primer Mundo e incomparable con Inglaterra, por ejemplo. Ramos 2007 – Reseña 208 6. Algunos, y contemplando el enfoque, son marxistas o neo-marxistas (como Azcuy Ameghino 1995, 2004).
- Respecto de relaciones entre disciplinas dice Gianella: “La multidisciplina se caracteriza por el trabajo mancomunado de científicos de distintas ciencias en torno a la resolución de problemas, sin la modificación de los conceptos y procedimientos de cada una de ellas. El trabajo interdisciplinario, en cambio, se caracteriza por el intercambio de información y procedimientos, pero manteniendo las categorías propias de cada ciencia. Por último, el trabajo transdisciplinario requiere de la creación de categorías y procedimientos nuevos, que van más allá de las contribuciones que efectúa cada disciplina” (Gianella 1995: 71). En cuanto a lo que dice Somenson (1992), las expresiones son similares. Todo esto no es un pequeño detalle.
- Entre otros, Rocchietti 1996, 2002; Gómez Romero y Pedrotta 1998; Ramos 2000, 2002; Zarankin y Senatore 2002; Tapia 2003 y Pineau 2006.
- Fuera de la Argentina, sobre todo en el ámbito anglosajón, se ha debatido desde hace muchos años la perspectiva teórica de las investigaciones sobre problemas planteados en relación con sitios ocupados durante tiempos históricos. Los alcances y las posibilidades de abordar arqueológicamente problemas del pasado en momentos en los que existía escritura, sobre eventos o procesos, han sido tratados en varias oportunidades (entre otros, South, 1977; Schuyler 1980; Trigger, 1982, 1992; Orser y Fagan 1995; Orser 1996, 2000; Johnson 2000).
Referências
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Mariano Ramos – Licenciado en Ciencias Antropológicas, con orientación en Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras (UBA), 1987. Especialista (2004) y Magister (2005) en Epistemología e Historia de la Ciencia (UNTREF) y Doctorando de la FF y L (UBA). Vinculado a diversas instituciones: AIA; AAPRA; CONICET; UNLu; TEFROS–UNRC. Es Docente-Investigador de Universidad Nacional de Luján y Profesor Adjunto de UNLu en Antropología, Prehistoria General e Historia de América I. Realizó 57 campañas arqueológicas (dirigió 39) en Argentina, Francia (CNRS y Universidad de Columbia) y en España (Universidad de La Laguna, Arqueotecnia y Universidad de La Gomera, Canarias). Dirige proyectos de Investigación y el Programa de Arqueología Histórica y Estudios Pluridisciplinarios (PROARHEP-UNLu). Cuenta con 6 libros y más de 60 publicaciones en Argentina, España, Chile y Estados Unidos y forma parte de Comités de Revistas universitarias.
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