Canguilhem e a gênese do possível. Estudo sobre a historização das ciências | Tiago Santos Almeida

ALMEIDA Tiago S Canguilhem e a gênese do possível
ALMEIDA T Canguilhem 2 Canguilhem e a gênese do possívelMarlon Salomão e Tiago Santos Almeida. “VI Colóquio de História e Filosofia da Ciência: As ciências humanas”. Goiânia, 2019 | Foto: PPGH/UFG

Este libro es la reelaboración de la tesis doctoral defendida en la Universidad de Sao Paulo por Tiago Santos Almeida, profesor en la Facultad de Historia de la Universidad Federal de Goiâs, y sin duda una de los mejores conocedores actuales de la obra del filósofo, médico e historiador de las ciencias Georges Canguilhem. La monografía ha sido prologada Carvalho Mesquita Ayres, profesor de Medicina Preventiva en la Universidad de Sao Paulo, y esto no es una casualidad. A diferencia de lo acontecido en España, los estudios sobre Salud Colectiva y Medicina Preventiva fueron marcados decisivamente en Brasil, desde su despegue en la década de 1970, por algunos de los trabajos más representativos de la tradición francesa en historia de las ciencias, en particular textos como Lo normal y lo patológico de Canguilhem y El nacimiento de la clínica, de Michel Foucault.

El desafío del libro consiste en dilucidar, a través de distintas calas en la obra de Canguilhem, hasta qué punto existe un “estilo francés” a la hora de pensar la historicidad de las disciplinas científicas. En su indagación, el autor no recurre sólo a los volúmenes publicados por Canguilhem. Avalado por una prolongada estancia de investigación en el CAPHÈS (Centre d’Archives de Philosophie, Histoire et Èdition des Siences), donde frecuentó a algunos de los principales especialistas y discípulos del pesador francés (Limoges, Debru, Braunstein), utiliza entrevistas y artículos poco conocidos del filósofo de Castelnadaury, y lo más importante, un importante acopio de los manuscritos inéditos procedentes del Fond Canguilhem, sito en el mencionado centro.

En la Introducción (“Combates por la Historia de las Ciencias”), el autor se interroga por el sorprendente diálogo de sordos instaurado en Francia desde las primeras décadas del siglo XX, entre una boyante y reconocida escuela de historia social -el grupo de los Annales- y una tradición muy influyente pero mucho más discreta, por la propia condición de la disciplina concernida, de historia de las ciencias (Cavaillès, Koyré, Bachelard, Canguilhem). A pesar de encontrarse durante décadas en emplazamientos como el Centre Internationale de Synthèse, era como si la historia de las ciencias no fuese reconocida por los profesionales de Clío como una rama más de la historia social. Y de este modo, durante mucho tiempo, la historia de las ciencias de la vida impulsada por Canguilhem fue considerada como ejemplo de un enfoque puramente internalista, centrado en la constitución de los conceptos científicos, pero olvidando por completo su conexión con las representaciones políticas, artísticas, filosóficas y religiosas, con el desarrollo de las técnicas y de las instituciones, con los conflictos sociales.

Esta falsa representación de la historiografía científica y médica de Canguilhem por parte de los historiadores, sólo recientemente se habría puesto en cuestión en esta comunidad disciplinar, siendo Roger Chartier en los años ochenta uno de los primeros en llamar la atención sobre esa falla interpretativa de sus colegas. Canguilhem no sólo ponía en primer plano el estudio de la circunstancia social y cultural en la que se sustenta la actividad científica, como ejemplifican sus nociones de “ideología científica” e “ideología médica”, sino que desde primera hora se interesó por los problemas de la teoría y metodología de la historia, conociendo muy bien los trabajos de Febvre y de Bloch y planteando por su cuenta la cuestión -crucial en Braudel- de la multiplicidad de los tiempos históricos y de la discontinuidad como herramienta de análisis.

El capítulo 1 (“Retratos de Georges Canguilhem”) sale precisamente al paso de algunas lecturas que minimizan la relevancia de la historia de las ciencias en la obra canguilhemiana. Este es el caso de Bruno Latour, que forma parte del séquito de los que achacan al pensador francés su desdén por las condiciones sociales de la práctica científica, focalizándose exclusivamente en el estudio de los conceptos y de sus transformaciones según una línea progresiva jalonada por la ruptura con las representaciones ideológicas, las ilusiones de la imaginación y todo lo procedente de la inmediatez práctico-social. Esta visión de Canguilhem como puro analista de rectificaciones conceptuales y de sus “cortes epistemológicos” con lo imaginario y lo ideológico, alineándolo con Bachelard como maestro y con Foucault como su discípulo, fue consagrada por lo que el autor denomina la “fagocitación althusseriana” de Canguilhem. En efecto, en el curso de la década de 1960, incitados por el propio Althusser, sus discípulos (Balibar, Macherey, Lecourt, Fichant, Pecheux, Badiou) se convirtieron el fieles seguidores de los cursos de Canguilhem en el Institut d’Histoire des Sciences et des Techniques asociado a la Sorbona y dirigido por el filósofo desde 1955. La epistemología canguilhemiana, en mayor medida aún que la bachelardiana y para gran sorpresa del propio Canguilhem, que siempre marcó sus distancias con el legado marxista, parecía armonizar perfectamente con los supuestos del materialismo histórico en la versión de Althusser. Los primeros comentarios sobre la obra de Canguilhem, publicados por Macherey y por Lecourt y los textos que Foucault escribió sobre el propio Canguilhem, analizados pormenorizadamente en el libro, afianzaron ese retrato “conceptómano” del filósofo de Castelnadaury.

Por otro lado Tiago Santos Almeida corrige le lectura realizada por el discípulo de Canguilhem, Camile Limoges, sin duda uno de los principales expertos en la obra de su maestro. Este considera que la dedicación de Canguilhem a la historia de las ciencias, siendo importante, tuvo lugar en una fase tardía de su pensamiento -posterior a 1955, con la publicación de la tesis doctoral dirigida por Bachelard sobre la formación del concepto de reflejo. Estima entonces que el cultivo de la historia de las ciencias fue secundario y permaneció subordinado a la elaboración de una filosofía sustantiva, dedicada al examen de los valores y con pretensiones especulativas más generales.

En el curso del capítulo 2 (“Historia de las ciencias e Historia de las ideas”) se trata de demostrar, a través de una meticulosa lectura del Essai concernant le normal et le pathologique (1943), del artículo sobre la teoría celular (1946) y de otros cursos inéditos fechados en la década de 1940, que el interés de Canguilhem por la historia de las ciencias es muy anterior a lo sugerido por Limoges. Aquí resulta imprescindible el vínculo de Canguilhem, explorado por primera vez en esta monografía, con los trabajos del germanoestadounidense Henry Sigerist sobre historia de la medicina, una historiografía que proyecta el estudio del discurso médico en la historia de las ideas, de la cultura y de las instituciones. Ampliando las fuentes a textos posteriores, se disciernen también las diferencias y las proximidades entre la historia de las ciencias tal como la entienden respectivamente Canguilhem y Bachelard. Este último establece una separación estricta entre imaginación y concepto; la primera debe ser destruida para que el segundo pueda nacer. En Canguilhem las cosas no funcionan de ese modo, la relación es más compleja, pues los mitos y las imágenes -como lo revela ejemplarmente la metáfora óptica que le permitió a Willis inventar la noción de reflejo- pueden contribuir positivamente a la historia sancionada de un concepto. De este modo, la historicidad del trabajo científico no está escindida de la historicidad del trabajo intelectual no científico, esta debe ser pensada en su duración propia y no asimilada, como hace el psicoanálisis bachelardiano, a la atemporalidad de la libido. Se contrasta también la tonalidad diferente que posee lo que Bachelard denominaba “historia recurrente” -una historia juzgada a partir de los valores conquistados por la actualidad científica, como la formalización- en las disciplinas físico-químicas, respecto a lo que entiende Canguilhem por esa misma noción en el terreno de las ciencias biomédicas, lo que le conduce a reconocer el vitalismo como la epistemología más fecunda en estas disciplinas.

El capítulo 3 (“Lo Social a Tiempo Completo”) centra la atención en el tratamiento canguilhemiano de la dimensión de lo social dentro de la historia de las ciencias. Aquí, además de los libros publicados, se hace una amplia utilización del material inédito de Canguilhem, especialmente de los cursos impartidos por el filósofo en el ya mencionado Institut d’Histoire des Sciences et des Techniques entre 1959 y 1967. Se efectúa un excelente análisis del concepto de “ideología científica”, que a diferencia de la “ideología” a secas, no ve reducido su contenido teórico a su función práctico-social. Las ideologías científicas presuponen (como el evolucionismo o la neurociencia) una disciplina científica preexistente, cuyas nociones extrapolan de manera incontrolada a toda clase de dominios fenoménicos; pero además son el punto de partida de otra disciplina científica constituida a partir de ella (como la teoría darwiniana de la selección natural).

En el capítulo 4 (“Un Estilo Francés de Historia de la Medicina”), se explora el lugar ocupado por la historia de la medicina de corte canguilhemiano en el panorama internacional de la historiografía médica, distinguiendo, junto a una escuela germanoestadounidense encabezada por Sigerist y otra polaca representada por Ludwig Fleck, una tercera, calificada como “estilo” más que como escuela y encarnada principalmente por Canguilhem y Foucault. Aprovecha entonces para reconstruir el diálogo implícito entre estos dos filósofos en relación con los conceptos de “normalización” y “sociedad de normalización”. Finalmente, distinguiéndola de la “ideología científica”, se pasa revista a la noción de “ideología médica”, a fin de valorar epistemológicamente el papel desempeñado por la medicina en ese poder de normalización. En ese mismo capítulo se examina asimismo, no agotando el tema pero sí ofreciéndolo como una pista por proseguir, la cuestión del impacto del “estilo francés” de historiografía médica, de Canguilhem y en particular de Lo normal y lo patológico, en el campo de los estudios brasileños sobre Salud Colectiva. Por un lado se refiere a los estudios pioneros de Roberto Machado, Jurandir Freire y Sergio Arouca en la década de los 70, en un momento de represión y Dictadura que coincidió además con el éxito de Althusser en la intelectualidad progresista brasileña, cuando las contribuciones de Canguilhem y de Foucault fueron recibidas como aportaciones epistemológicas “de izquierdas”. Por otro lado subraya la importancia de este legado francés a la hora de pensar la historicidad de las prácticas médicas (promoción, rehabilitación, recuperación, protección) en la constitución más específica del dominio de la Salud Colectiva, tan relevante en Brasil. Aquí destaca las obras de Cecilia Donnangelo, Ricardo Bruno Mendes-Gonçalves y José Ricardo Ayres.

En el quinto capítulo (“La Historización de la Epistemología”), quizás el de más “alto vuelo” filosófico, se aborda directamente la pregunta que atraviesa todo el libro: ¿cómo se hizo posible el reconocimiento de la historicidad y por tanto de la heterogeneidad temporal de las ciencias? Siguiendo a Lebrun y a Bachelard, localiza esa emergencia en la ruptura con la arquitectura kantiana de la razón pura; esta constituía el principal obstáculo que impedía aceptar la historicidad del conocimiento científico. Las ciencias no son expresiones de una razón universal cuyas condiciones trascendentales, esto es a priori, dilucida el filósofo. En Kant las funciones de la razón (las ciencias) se subordinan y derivan de la estructura de la razón; Bachelard, como análogamente había hecho la fisiología incipiente de Harvey en relación con la anatomía, quiere subordinar el órgano a las funciones, la estática a la dinámica, la epistemología a la historia. La cuestión de la historicidad de las ciencias, abierta por Bachelard, se formula en plural: ¿cómo las distintas ciencias particulares producen en el curso de la historia sus propios y heterogéneos criterios de racionalidad?

Para ahondar en la pregunta se hace comparecer, junto a Bachelard, a otro de los fundadores del concepto de “historicidad de las ciencias”: Ludwig Fleck. Rheinberger subrayó hace tiempo las afinidades entre Bachelard y Fleck, que no son pocas, pero resultan mucho más impresionantes las que pueden encontrarse entre Fleck y Canguilhem, estudiadas por Braunstein y por Mauro Conde. Ambos, el polaco y el francés, resaltan el papel de lo social y de las instituciones, no sólo como obstáculo, sino como instancia impulsora de la innovación científica. Ambos, como Bachelard en su momento, recusan la epistemología idealista formulada por el positivismo lógico, que a partir del análisis de los enunciados físicos y matemáticos engendran el patrón atemporal de la Ciencia Unificada. Siendo esto cierto, se le puede achacar a Tiago Santos su olvido de la figura de Otto Neurath, que siendo parte del Círculo de Viena trabajó también como ayudante de Max Weber; siempre rechazó la partición simplista entre contexto de justificación y contexto de descubrimiento, y era muy consciente de la historicidad del pensamiento científico.

En la conclusión del volumen (“El Estilo Francés de Historia de las Ciencias”) se pretende proporcionar una definición rigurosa de la epistemología histórica, integrando las aportaciones más recientes, venidas del ámbito germánico (Rheinberger) y anglosajón (Daston) y las contribuciones francesas de Bachelard y Canguilhem. Se amplían entonces los rasgos que según Braunstein definían a la epistemología histórica como “estilo de pensamiento”. Este trabajo de conceptualización se complementa con un interesante contraste entre el pensamiento genealógico y vitalista de Nietzsche y el modo “francés” (Bachelard, Canguilhem) de entender la historia de las ciencias. Finaliza así una monografía de sumo interés para los cultivadores de la historiografía científica, pues destruye muchos de los tópicos acerca de Canguilhem y resalta su papel fundamental en la construcción de esa disciplina hoy internacionalmente tan influyente, conocida como “epistemología histórica”.

Francisco Vásquez García – Universidade de Cádiz. E-mail: Francisco.vazquez@uca.es


ALMEIDA, Tiago Santos. Canguilhem e a gênese do possível. Estudo sobre a historização das ciências, São Paulo, Libers Ars, 2018, 568p. Resenha de: GARCÍA, Francisco Vásquez. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia. Madrid, v.73, n.1, 2021. Acessar publicação original [IF].

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